En medio de promesas de campaña, iniciativas y propuestas no viables, de contradicciones, de posiciones encontradas entre miembros del próximo gobierno que entrará en funciones el 1 de diciembre, así como ocurrencias y cascadas de declaraciones en torno a todos los ámbitos, político, económico, social y cultural, el pasado 6 de septiembre, luego de una reunión en privado con legisladores de Morena, trascendió que Andrés Manuel López Obrador les dijo que en su administración, “el Ejército dejará de ser un instrumento de guerra y represión y se convertirá en un ejército de paz”, propuesta que para algunos expertos en fuerzas armadas, seguridad nacional e internacionalista, es una ocurrencia más del próximo mandatario de la nación.

El presidente electo no tiene claro ni el alcance ni el contenido de las fuerzas armadas, así como tampoco de sus propios proyectos. Al no tener una opinión clara y un conocimiento riguroso del tema suelta una serie de ideas que confunden al ciudadano y muestra el desconocimiento en la materia, dice Emilio Vizarretea Rosales, experto en seguridad nacional e internacionalista.

Además, “caracterizar a un ejército con el mexicano de represor, autoritario, asesino como lo hace él y varios de sus colaboradores es una confusión. En el término estricto, las fuerzas armadas no están dedicadas a ello, que hay errores, una serie de actos que trascienden las medidas de seguridad pública y que se ven incluso, como un abuso, puede ser, pero de ahí a derivar que un ejército o una institución se dedica a eso, es exagerado”, apunta.

Vizarretea Rosales indica que “muchas de sus frases se inscriben en una serie de procesos anteriores como este, el ejército de paz, una idea generada por las Naciones Unidas desde hace mucho tiempo para atender conflictos internos en distintos países en donde no existe gobernabilidad. Eso no tiene una aplicación en México, se escucha bonito, pero no tiene un referente concreto y material”.

El académico de la UNAM considera que el ejército de paz ahora sustituirá lo que pensaban que podría ser la Guardia Nacional o la Gendarmería en su momento, cada una de esas instancias tiene recursos, procedimientos, protocolos, distintos.

Advierte que “hay una confusión que puede tener consecuencias delicadas, los errores de la teoría se pagan en la práctica y muchas veces la práctica que hacen es muy costosa”.

Cascos azules ¿ejército de paz?

Para Juan Ibarrola, experto en fuerzas armadas esta idea “son deseos en función de una realidad que el presidente electo está viendo, para él ¿cuál es esa realidad?, que no hay un conflicto internacional armado, no hay una amenaza extrajera que amenace al país de una manera directa, pero los ejércitos de paz no existen, ni siquiera el de salvación, porque es otra cosa”.

Incluso dice que “los cascos azules que van en una misión, en busca de la paz, lo hacen con armas, a través de la guerra, no se debe llamar un ejército de paz. Tampoco se debe llamar a nuestras fuerzas armadas —con la posibilidad de que puedan convertirse— cuerpo policiaco”.

“Un ejercicio donde ya no existan las fuerzas armadas al no tener la amenaza de guerra y nada más tener la amenaza de la seguridad pública, convertir al Ejército en eso, es un deseo que ya muchos lo están elevando a otra cosa. Es muy difícil que eso suceda”, afirma.

En opinión de Gerardo Rodríguez Sánchez Lara, “en términos conceptuales el 90 por ciento de los ejércitos en el mundo trabajan, operan, en época de paz. Es una manera de legitimar la participación de fuerzas armadas en operaciones de seguridad interior”.

“En América Latina, varios países están redefiniendo sus doctrinas para legitimar su estado de fuerza y presupuestos con acciones que sean muy visibles por parte de la población. La oportunidad que tienen muchos ejércitos en Latinoamérica y en otras partes del mundo es ayudar de manera subsidiaria en temas de seguridad interior, asegura el experto en seguridad nacional y fuerzas armadas”.

Apunta que “por muchos años el Ejército y la Marina lograron justificar sus prepuestos y estados de fuerza en materia de atención a desastres naturales y ahora tienen la oportunidad de hacerlo en materia de seguridad pública, al interior de sus fronteras, entonces al final del día es un eufemismo”.

¿Idea de Estados Unidos?

Juan Ibarrola rechaza que esta idea del ejército de paz coincida con lo que ha buscado desde hace años Estados Unidos, de eliminar a los ejércitos nacionales de América Latina para ser ellos los únicos con poder militar.

“No, lo que pasa es que Estados Unidos participa como muchos otros países, como también México lo hace, en misiones de paz de la ONU. Nuestro país ahorita tiene presencia en misiones de paz, pero no participa, tiene observadores, no sé si López Obrador conozca a fondo esa actividad que se tiene en materia de misiones de paz”.

Explica que una misión de paz es tratar de restituir en primer lugar, el orden en un cierto país, en un Estado, en una localidad, a través de la fuerza, no mandas un misionero que convenza por medio de conferencias de paz o de concordia ¡no!, no es decir te encargo los temas tan terribles que se viven en África, los que se vivieron en Europa del Este, en Centroamérica ¡no! tienes que enviar tropas armadas, adiestradas para que enfrente esas circunstancias”.

“No es por ahí —dice—, no se tienen todavía los suficientes elementos humanos para poder participar de manera directa en misiones de paz, que sí es muy importante hacerlo, porque esa es la única forma como los ejércitos, desafortunadamente, se preparan en temas de guerra reales”.

Con la experiencia que tiene en materia de fuerzas armadas, destaca que “los enfrentamientos armados entre países ya no se dan, las guerras hoy son comerciales, hay quien se atreven a asegurar y afirmar que la tercera guerra mundial ya comenzó y es comercial. No será una guerra de muertos, es de aranceles, de agua, de una supremacía económica, pero no en función de aniquilar o de mandar infanterías para ganar espacios o países como fue todavía la de Vietnam o Tormenta del Desierto o la Guerra de Irak, ya las guerras no son así, sin embargo se necesita tener actualizadas a diferentes tropas para saber cómo enfrentar cuestiones de ese tipo, porque nunca sabes lo que puede suceder”.

Señala que “el caso de México está siendo lento, pero cada vez se tienen más observadores y se prevé que en un par de años ya se pueda tener presencia por lo menos de un par de batallones mexicanos —en las misiones de paz—trabajando, aunque hay que ver si el nuevo Congreso lo quiere autorizar”.

“México definitivamente necesita al Ejército, a la Marina, a la Fuerza Aérea, ¿quién cuidará las costas, los litorales, el espacio aéreo?, porque eso lo hacen nuestras fuerzas armadas, aunque mucha gente piense que no es así”, asegura.

La reconversión

En espera de que se dé a conocer a mediados de octubre el Plan de Seguridad del próximo gobierno, el presidente electo López Obrador anunció que la presencia de los elementos del Ejército y la Marina en las calles se mantendrán, en una primera etapa, con el fin de transformar esas instituciones en factor de apoyo.

Así lo dijo: “vamos a reconvertir estas instituciones para que sean para la seguridad interior y la seguridad pública. Lo que se necesita es que no haya robos, asesinatos, extorsiones, secuestros. Son 240 mil del Ejército, 40 mil de la Marina, si unimos a las corporaciones con ese propósito y hay unidad de mando, hay coordinación…”.

Propuesta con la que Juan Ibarrola no está de acuerdo, porque cuando se desaparece “un ejército, en ese momento se corre el riesgo de que otro ejército venga y tenga, si no invasión, sí presencia. Si Estados Unidos ve que México ya no está presupuestando ni equipando a sus fuerzas armadas para un enfrentamiento de carácter de seguridad nacional, seguridad nacional es toda amenaza externa e interna que pueda tener el país, en el momento en que no tenga fuerza armada como se conoce hoy en día, se tendrá la primera amenazas de seguridad nacional”.

“La primera amenaza de soberanía, ¿cuál es? que otros país como Estados Unidos diga ¿cómo garantizarán las inversiones que tienen mis connacionales? como hoy no se garantizan en materia de seguridad, para eso pongo presencia militar en ese país. Te imaginas que en lugar de soldados mexicanos tengas soldados americanos o franceses, con el tema de energía, o alemanes o japoneses, ese es el riesgo y Estados Unidos es el rey en hacer eso”, asegura.

Por eso “es obligación todavía del presidente electo, conocer a fondo este tema, si bien la reunión que tuvo con el almirante Vidal Francisco Soberón, titular de la Marina, se habló del tamaño del problema de seguridad pública, pero esa no es la única amenaza que tiene el país”, indica el autor de la columna Cadena de mando.

Advierte que también “Nicaragua y Venezuela son una amenaza, no directa a México, pero ya se gestan cosas. No se puede prescindir de esa naturaleza que tienen hoy nuestras fuerzas armadas, por eso no pasará nada, quedará en un mero deseo, en una mera declaración. En un aspecto de seguridad nacional no se puede permitir que existan riesgos inherentes a los que ya existen y eso sería esa circunstancia”.

Ungüento temporal

Por su parte, Rodríguez Sánchez Lara asegura que el riesgo de esta reconversión de las fuerzas armadas “no es para el país, es para las instituciones armadas que todavía no alcanzan el 100 por ciento de interiorización de el cambio de valores de doctrina que significa no ver a la delincuencia organizada como enemigos que tienen que abatir, sino como mexicanos que operan fuera de la ley, que no deben ser abatidos sino llevados ante la justicia a partir de los procedimientos y el debido proceso que establece el marco de Estado de derecho del país, este es el gran reto”.

No basta —dice— con sólo darles cursos de derechos humanos, sino también sobre los protocolos de actuación en situaciones complejas, como es el caso por ejemplo de las comunidades que se dedican a la extracción ilegal de combustibles, al robo al transporte de mercancías, transporte de bienes, de erradicación de cultivos y las nuevas formas de la delincuencia organizada.

El problema para el país es que las fuerzas armadas son “un ungüento temporal y no una medicina de largo plazo a la enfermedad que debe ser atendida por instituciones civiles, de seguridad y justicia”, expresa el experto en seguridad nacional.

En opinión de Vizarretea, el tema no es si está uno o no de acuerdo en que el Ejército se quede en las calles, como propone López Obrador, el problema “es que en este momento no hay de otra. Si abandonan los lugares donde están presentes sería como entregarle en bandeja de plata a la delincuencia organizada, literalmente, los lugares, las plazas, las ciudades, las comunidades, en donde están”, afirma el internacionalista.

Sirven a todos los sistemas, no a un partido

Juan Ibarrola expresa su opinión, a título personal y con responsabilidad, sobre el por qué tanta animadversión hacia las instituciones castrenses, “ya no es por parte del Presidente electo, es una animadversión que existe en contra de las fuerzas armadas, un rechazo antisistema por parte de muchos que acompañarán al Presidente electo en su proyecto de nación es porque no entienden que ahora ellos serán el sistema, serán gobierno”.

“Se quedaron con aquella idea de un ejército asesino, como el que se supone fue en 1968, de la militarización centroamericana, con la militarización africana. No entienden que ellos ya son sistema y en todos los sistemas, en el que me digas del mundo, se debe contar con fuerzas armas, apunta Ibarrola.

“Las fuerzas armadas sirven a todos los sistemas no a un partido político, y afortunadamente para ellos, México tiene fuerzas armadas leales a las instituciones, a la Presidencia, sobre todo serán leales a Andrés Manuel López Obrador y a su proyecto de nación, de eso no hay la menor duda” concluye Ibarrola.