El próximo gobierno proviene de una fuerte voluntad expresada en las urnas. Esa es una expresión de la democracia en proporciones que ya no conocíamos desde hace algunas décadas. Sin embargo, ese triunfo democrático no instala, de manera automática, la gobernabilidad sino, cuando más, una parte de ella. Podrá haber gobernabilidad congresional. Pero habrá muchas soluciones requeridas que no dependen del Congreso de la Unión, aun siendo mayoritarias.

La cancelación de la delincuencia, de la pobreza, de la desigualdad o de la corrupción no dependen de la mayoría congresional ni de la mayoría electoral, y ni siquiera de la mayoría popular. Por eso los gobiernos mayoritarios deben tener cuidado con el espejismo de la democracia.

No existe una definición universal de gobernabilidad pero podemos decir que es la capacidad que tiene una sociedad para concretar sus decisiones y llevarlas de lo potencial e ideal a lo actual y a lo real.

Sin embargo la cuestión es muy clara si se le contrasta con la democracia. En el ejercicio democrático el peso factorial de cada individuo es idéntico al de los demás. Cada ciudadano vale un voto. Nadie más y nadie menos. El resultado democrático es, pues, una sumatoria. La mayor cantidad es la que decide.

En el ejercicio de gobernabilidad, por el contrario, no todos los individuos tienen el mismo peso factorial. Un ciudadano común no tiene el mismo que un individuo exponencial o lideral en el campo de las ideologías, de los partidos, de las profesiones, de los dineros, de la comunicación, de los sindicatos o de los congresos. La gobernabilidad es el ensamble adecuado —no la suma— de esos factores.

Para esquematizarlo se puede pensar en aquellos juguetes infantiles que consisten en un equipo de las diversas figuras geométricas, con diferentes colores y que sirven para armar distintas representaciones. Si a este juguete se le ve con el concepto de la democracia lo evaluaremos aritméticamente. Contaremos piezas verdes, azules, rojas y amarillas. O bien las circulares, las triangulares y las cuadradas. Dominarían las de mayor número.

Pero si lo vemos con el concepto de la gobernabilidad no nos servirá la mayoría sino la idoneidad. Si el niño dueño del juego quiere configurar un pájaro usaría como pico la figura triangular que termina en punta y ninguna otra. De nada le servirán los rectángulos aunque fueran mayoría. Y si quiere configurar un perro, la cola no podrá ser ninguna de las piezas redondas aunque superen numéricamente a todas las demás juntas.

Esquemáticamente podría decirse que la democracia es aritmética mientras que la gobernabilidad es geometría.

Por ese fenómeno, si queremos que en México se triplique la inversión privada de nada nos servirían los deseos y los votos de todos nuestros congresistas sino la voluntad de los cien individuos dueños del capital nacional. Pero, por el contrario, si estos ricos quisieran comprar Pemex ya se quedarían con las ganas mientras no cuenten con los votos congresionales necesarios.

Por virtud de esa idoneidad ineludible todo el poder de la soberanía nacional no puede, por sí solo, aumentarle un solo peso a la inversión financiera pero, a la inversa, todos los multimillonarios juntos no podrían cambiarle una sola coma a la más modesta ley mientras no lo quisieran los representantes populares convertidos en legisladores.

Por eso dijo Otto von Bismark que la política no es una ciencia exacta.

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@jeromeroapis