La verdad tiene dos sabores: uno dulce,

para el que la dice, y otro amargo, para el que la oye.

Rodríguez Marín

En un régimen monárquico, absolutista o en un sistema autoritario y controlador, ir en contra de las decisiones del monarca, emperador o dictador es un tema de vida o muerte. El que se opone al poder prácticamente esta firmando su sentencia de muerte, porque el poder absoluto genera un monopolio de la verdad, de la ley y de las determinaciones del que manda.

Por supuesto me refiero a una verdad tergiversada —por lo tanto, no se trata de la verdad, sino de una máscara falsa de ella—. Ya lo decía Joseph Goebbels, el estratega de propaganda de Adolfo Hitler, que repetir una mentira miles de veces la convertiría en verdad. Pero nada mas falso que esto: la mentira podrá ser enmascarada y quizás muchos podrán creerla, pero en esencia y en el fondo esa mentira nunca dejará de ser mentira y mucho menos podrá ser verdad.

Si vamos al fondo de las cosas, a su esencia y su naturaleza, que en conjunto delinean la razón de ser de cada cosa, entonces descubriremos lo que es verdad. Hago esta abstracción filosófica porque durante los próximos días, meses y años, estaremos obligados a analizar de fondo cada una de las acciones del nuevo gobierno y sus dirigentes.

El rector de la UNAM, Enrique Graue, contradijo al presidente electo respecto a que la UNAM debiese expandirse por todo el país y aceptar absolutamente a todos los solicitantes; inmediatamente, de la nada surgió el conflicto de los porros y lo demás es historia…

El director general del INEGI, conforme a la ley, modificó los salarios de sus miembros e inmediatamente vino la amenaza del casi emperador de que se tendrían que atener a las consecuencias ya que nadie podía ganar mas que él.

Nada más falso que eso: el presidente no ganará 108 mil pesos, nadie ha sumado que el presidente no paga un solo peso de su bolsillo en alimentos, casa habitación, transporte —aunque este sea en líneas comerciales— y algunas otras prerrogativas en razón de su investidura. Por más que reduzcan los recursos en estos rubros, no saldrán de la bolsa personal del próximo mandatario sino de las arcas de los recursos públicos. Luego, entonces, el presidente no ganará los 108 mil pesos que pregona por todos lados.

El presidente y los legisladores violan el derecho humano fundamental de igualdad ante la ley, por que se utilizan dos raceros, uno para el presidente con su sueldo de 108 mil pesos más todos sus gastos personales que por transparencia y rendición de cuentas todos deberíamos conocer, y otro, para los servidores públicos con su salario liso y llano.

Estoy a favor de la reducción de sueldos superfluos y de que los recursos públicos sean usados de manera transparente y eficaz, pero no de que nos engañen con una falsa austeridad que es incumplida por su principal promotor, el presidente electo.

@perezcuevasmx

perezcuevasmx@gmail.com