Las Torres Gemelas eran los rascacielos más altos de Nueva York hasta que un avión, por cada torre, les cambió su historia. El amanecer del 11 de septiembre de 2001 los aviones secuestrados fueron a estrellarse contra “el techo del mundo”, como le hacían llamar los estadounidenses a esos edificios gemelos, que les representaban los “símbolos de la libertad y el poder financiero”, como lo afirmaban, porque las edificaciones fueron construidas al mismo nivel que la Estatua de la Libertad; otro símbolo, sobre todo de los neoyorquinos, el famoso regalo de Francia para celebrar en 1873 el Centenario de América y que, cien años después, en 1973, surgieran Las Torres Gemelas en el Bajo Manhattan, con la idea de mostrar que Estados Unidos seguía siendo un país libre y poderoso, pero veintiocho años después desaparecerían esas representaciones de poderío, que habían creado una cultura que dio origen al metrosexualismo, a los punkys y hobbits, que llegaron a sentirse tan famosos como la propia Estatua de la Libertad, pues ellos creyeron que si realizaban algunas actividades en estos edificios, desde culturales hasta financieras, tenían al mundo, que lo habían conquistado, sintiéndose todos poderosos. Finalmente, la desgracia desajustó su panorama cuando alguien, me atrevo a decir que igual a ellos, decidieron mostrar que también era poderoso y tramó la manera perfecta de desaparecer su poder/identidad, llevándose a muchos metrosexuales y hobbits entre los tres mil muertos que hubo alrededor de esa destrucción. Sin embargo, para no sentirse vencidos, los punkys y hobbits construyeron como un reto el One World Trade Center, en el lugar donde estaban Las Torres Gemelas. En fin, este gran edificio ahora nos hace preguntarnos: ¿qué historia nos contará en un futuro, cercano o lejano? La respuesta no la tenemos pero llama la atención que los personajes que intervienen son los mismos.