El lunes 27 de agosto de 2018 finalmente se alcanzó un entendimiento bilateral en las negociaciones. Si bien es cierto que haber llegado a un acuerdo con Estados Unidos ha brindado cierta certidumbre de acción para diversos proyectos de inversión, nacional y extranjera, el sector productivo nacional se encuentra en vilo a expensas de conocer los términos específicos en que los negociadores mexicanos han alcanzado este nuevo acuerdo comercial, ya este acuerdo es diferente a lo firmado y conocido como Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el TLCAN.

A juzgar por la información que corre a cuentagotas, a través de las conferencias de prensa y diversos medios de comunicación, parece ser que se avecinan momentos de reflexión y acción de varias industrias estratégicas en el país, como resultado de una reorganización comercial que parece ser desfavorable para México en este nuevo tratado. Con base en el actuar del presidente Trump, al decir que es un acuerdo muy bueno para Estados Unidos, prácticamente en automático podemos decir que no lo es así para México. Industrias clave como la automotriz, la farmacéutica —medicamentos—, la del acero y la electrónica, por nombrar algunas que se han pronunciado hasta el momento, han identificado ya puntos del acuerdo que les serán perjudiciales en el mediano plazo, lejos ya de las pocas ganancias derivadas de la estabilidad instantánea.

En el caso de la industria automotriz ha trascendido que se habría aceptado un límite a la exportación sin aranceles limitado a 2.4 millones de unidades, mientras que también se habría pactado un límite de 90 mil millones de dólares a la exportación de autopartes. Estas premisas, de confirmarse, limitarán de manera importante la capacidad de producción y exportación del país en el mediano plazo, que en 2016 ya habría alcanzado los 2.66 millones de unidades exportadas de manera global. Adicionalmente, el aumento de las reglas de origen de 62.5 a 75 por ciento de contenido fabricado en América del Norte también mermará la competitividad internacional del sector.

En el caso del sector farmacéutico, la extensión a diez años en la protección intelectual de los estudios clínicos de nuevas drogas retardará de manera importante el acceso por parte de la industria de genéricos a nuevos medicamentos. Por otra parte, la industria del acero ha mostrado su inconformidad por lo que parece un acuerdo en donde no se habría solicitado el retiro de 25 por ciento de los aranceles a ese producto.

En cuanto al sector logístico del país la Canacar ha declarado que la condición para el acceso de fletes mexicanos con límite de la zona comercial pone en desventaja este sector en comparación con el estadounidense, que sí tendría permitido hacer fletes en cualquier punto de México. En términos de certidumbre jurídica internacional, las demandas de Estados Unidos resultaron ser un reflejo de la política interna de su administración en ese sentido, ya que se habría aceptado en el entendimiento bilateral con nuestro país la desaparición del Capítulo 19, en donde se regula la resolución de controversias dentro del tratado.

Han pasado un total de 25 años bajo el cobijo del hoy agonizante TLCAN. En este cuarto de siglo, la economía mexicana se ha beneficiado de la apertura comercial y el incremento de la competitividad para promover un proceso de integración, siendo la industria más representativa la automotriz. Sin embargo, la ausencia de una visión y planificación industrial de mediano y largo plazo impidió una diversificación regional profunda del comercio exterior mexicano, con una dependencia de 83 por ciento con Estados Unidos y Canadá. Si no tomamos la decisión activa de crear y consolidar cadenas globales de suministro, no hay futuro.

Por otra parte, ha quedado pendiente la inclusión contundente de temas clave como la adopción de innovaciones y la promoción de la transferencia tecnológica, más allá de mantener IED. A pesar de los esfuerzos del gobierno mexicano y confederaciones industriales como Concamin, la adopción de innovaciones aplicadas al sector industrial no ha sido suficiente. Este obstáculo demandará de acciones rápidas y eficientes de los actores públicos y privados, para transitar de una industria meramente maquiladora a una innovadora y que base su competitividad en procesos de alta sofisticación propios de la Industria 4.0. En este sentido, la industria automotriz tendrá que llevar la batuta en este proceso, ya que la limitante de que 40-45 por ciento de los vehículos tendrán que ser manufacturados en procesos que paguen 16 dólares la hora, será un obstáculo importante para lograr cubrir los requerimientos para entrar de manera libre al mercado estadounidense.

¿De lo perdido, lo que aparezca? El acuerdo binacional parece haber sido negociado desde una perspectiva reactiva por parte de México, con propuestas nacionales que no pudieron ser manejadas en la negociación hasta su versión final, tomando la responsabilidad de un verdadero cambio de paradigma. La cláusula de revisión a los 16 años genera de facto un ambiente de incertidumbre en nuestra relación comercial con Estados Unidos y Canadá —que al momento de escribir este artículo no ha llegado a un acuerdo en inicio con su parte estadounidense— y limita su versión como un acuerdo benéfico para todas las partes. Por esta razón se requerirá una revisión minuciosa lo antes posible de los bemoles que conforman este nuevo acuerdo comercial, para plantear, en conjunto, las estrategias que fortalezcan e impulsen el futuro de uno de los principales motores de desarrollo económico mexicano: la apertura comercial.