Froilán Esquinca Cano

Es imprescindible aclarar que, al momento en que se escribe, las renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte se encuentran en una etapa en la cual solo existen acuerdos concluidos entre México y Estados Unidos, aún falta que Canadá acepte las posturas planteadas, de no ser así estaremos frente un nuevo acuerdo bilateral de libre comercio.

En el año 1994 muchas fueron las voces que vaticinaban las consecuencias negativas que podría traer la entrada en vigor del TLCAN, lo cierto es que 24 años después, muchas de esas advertencias son ya una realidad, sobran los análisis a favor y en contra, cifras y números de micro y macroeconomía inundan las tribunas de discusión.

El tratado continuaba sus operaciones con normalidad, hasta que el presidente de Estados Unidos decidió que debían replantearse las condiciones de las relaciones comerciales con los países miembro, lo que produjo gran incertidumbre para los actores involucrados.

Después de meses de negociación, y con la prisa que apuraba al gobierno saliente por terminar las renegociaciones, el pasado 26 de julio se llegó a un acuerdo entre México y Estados Unidos, esperando que Canadá se una al mismo.

Mucho se podría argumentar sobre el contraste de las posturas planteadas por el gobierno electo y el gobierno saliente, sin embargo, se debe apostar por el futuro, la siguiente administración recibirá un país con altos índices de pobreza, marginación, desigualdad y violencia, eso es lo que realmente debe ocuparnos a todos los mexicanos.

El Tratado es un hecho, no conviene abanderar batallas quijotescas contra los factores reales de poder, más bien, deben articularse políticas inclusivas que saquen de este letargo en que vivimos como sociedad. Romper paradigmas en la producción es ya una imperiosa necesidad que debe ser satisfecha por el Estado.

Se debe buscar romper la dependencia que hemos generado en las últimas décadas con Estados Unidos, nos encontramos frente a la posibilidad de asumir el liderazgo de una América Latina que vive momentos convulsos, para ello, debemos apostar por políticas sustentables e integrales.

Romper el paradigma de producción mediante la explotación de los recursos y transitar a modos de producción sustentable son acciones que generarán bienestar para el presente y para el futuro, es también menester del Estado, utilizar su regencia institucional para modificar las cadenas de valor y lograr así una mejor distribución de la riqueza, reactivar el campo no solo implica que se produzca más, implica que las ganancias sean equitativas para los actores que participan, justicia social.

Gran parte del patrimonio de los trabajadores del campo y de todos los sectores consiste en su fuerza de trabajo, México es una nación pluriétnica con gran riqueza cultural, somos un ancestral cúmulo de conocimiento, debemos encontrar la manera de posicionar nuestras mercancías y materias primas en la región entera, de manera que con Tratado de Libre Comercio o sin él, el Estado pueda generar bienestar para sus habitantes, su fin último y razón de ser.

Las políticas con una visión sustentable son un camino para combatir la pobreza y a su vez genera las garantías necesarias para ser un Estado de bienestar, seguridad alimentaria, seguridad hídrica, derechos económicos y sociales. Es necesario que se aproveche la identidad cultural con Mesoamérica y Latinoamérica, generar relaciones que equilibren y fortalezcan la visión de sustentabilidad y de riqueza de biodiversidad, aprovechando que México es un territorio megadiverso y cuenta con una agrobiodiversidad que genera que, incluso, cultivos nativos de nuestro país sean explotados en otras latitudes del mundo.

Biológo y senador.