Ricardo Muñoz Munguía

Los tintes narrativos de Héctor Manjarrez (Ciudad de México, 1945) crean una atmósfera donde la realidad, en muchos casos desconcertante por tan real —no una realidad habitable, aunque no siempre ese tipo de realidad, de esa que está al pie de todo hogar, sino la que se ocupa de una realidad honda, la que hurga en los sótanos de esa casa, por tan íntimamente ligado a la gente—, expone la condición humana, con una fuerza negativa o positiva pero con algo que punza, que inquieta, que desequilibra…; si bien se trata de la mayoría de los casos lo que encumbra en estos relatos, también la fe y el gozo delinean su horizonte.

El más reciente volumen de Manjarrez, Historia Cuentos reunidos (1967-2016), sin duda es un libro que muchos esperábamos desde hacía tiempo. Páginas que no se dan oportunidad del desperdicio, que continuamente crean nuevos panoramas, con esas esferas esparcidas a lo largo de cada relato que explotan con la debida fuerza para explorar entre los personajes lo que abunda en los otros personajes, los que nos rodean, y los personajes que nos habitan. Historia, volumen de relatos que, como es de esperarse, no sólo agrupa las historias, sino también la memoria y los ecos que recaen en las personas que rodean al autor —o los que no lo rodean, como la figura de un padre—, y que engloba en su palabra, en el poder de la palabra. En “La ouija”, quizás, el título refleja y recobra su personalidad en un brevísimo fragmento: “Esta historia podría concluir aquí, pero aún tengo que terminar la historia que quiero contar, la de algunos de mis amigos que creían en la Historia”. Y lo hace al conjuntar los libros Acto propiciatorio (1970), No todos los hombres son románticos (1983), Ya casi no tengo rostro (1996), Anoche dormí en la montaña (2013) y Los niños están locos (2016).

Dos de las novelas de Manjarrez, de las que me he ocupado en estas páginas cuando precisamente aparecieron en la mesa de novedades, hoy me confirman lo que entonces escribí sobre La maldita pintura: “se mezclan lo raro y la belleza” (…) “La locura sería una estupenda salida de este panorama de sueño pero la realidad se impone”. O, también, de Yo te conozco, en la que se refleja a un niño metido en la década de los cincuenta, testigo no sólo de la música de entonces sino también del temblor del 57, la devaluación el peso…, un realidad, insisto, que aprehende por la magnífica forma de explotar lo que sucede ante los ojos infantiles pero, sobre todo, con la combinación de su mundo imaginario. Son esencias que por igual el autor de Pasaban en silencio nuestros dioses, hoy encontramos gran parte de ese universo paralelo, donde lo palpable y el sentir marcan/enmarcan la pasión, el dolor, la sensualidad, el abandono, la doble moral, el asombro, la tenacidad, el miedo…, sensaciones que abruman y desencadenan seres que permean a la intimidad de nuestra mirada, donde la escasa luz es territorio de pesadillas y desvaríos, donde también lo que nos rodea en primera instancia nos inunda de algún encanto y nos envuelve en el regocijo de lo que podemos amar, aun por encima de lo incomprensible.

Historia. Cuentos reunidos (1967-2016), de Héctor Manjarrez. Ediciones Era / Universidad Autónoma de Sinaloa, México, 2018; 830 pp.