A la ceremonia organizada en Palacio Nacional con motivo del último informe del presidencia Enrique Peña Nieto, asistieron Porfirio Muñoz Ledo y Martí Batres Guadarrama, presidentes, respectivamente, del Senado y de la Cámara de Diputados.

Ambos son miembros prominentes de Morena y también funcionarios legislativos del más alto rango, lo que explica su presencia en el acto de Palacio Nacional, el cual no forma parte del protocolo oficial, pero que indudablemente tiene una evidente significación republicana, pues asiste también el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

El trato respetuoso entre los poderes, sobra decirlo, es un elemento indispensable de la vida civilizada, de ahí que resulte fuera de lugar, aunque no por eso menos previsible, la agresión encabezada por el diputado del PT, Gerardo Fernández Noroña, en contra de Muñoz Ledo y Batres Guadarrama, pues se supone que el agresor es parte de la misma coalición en la que militan los morenistas.

Nadie ignora que un amplio sector de la sociedad mexicana ha sido agraviado por los gobernantes priistas. No podía ser de otro modo si se atiende al larguísimo dominio del partido creado en la posrevolución por Plutarco Elías Calles. El PNR-PRM-PRI es un partido que emergió del México bronco y que no siempre supo actuar con buenos modales ni con el necesario respeto a la ley. De ahí los muy explicables rencores.

Sin embargo, en el ámbito de la política los agravios no se deben cobrar con otros agravios, porque eso atenta contra la convivencia y, en nuestro caso, reducirá la capacidad de maniobra del partido que resultó ganador en las pasadas elecciones. El empleo de la violencia por Fernández Noroña y sus porros ofrece la visión de una izquierda bárbara e incapaz de gobernar.

Es muestra de inconsciencia o de estupidez gritarle “rata” o “traidor” a Muñoz Ledo, un hombre que abandonó el PRI en 1987 para jugarse su futuro en la izquierda, a la que por cierto ha prestado grandes servicios. Igual de absurdos y reprobables son los insultos a Martí Batres, quien siendo niño se incorporó a la militancia política en el Partido Comunista y desde entonces ha sido un insobornable luchador por las causas populares.

El radicalismo analfabeto evidencia que falta hacer algunos deslindes en esa izquierda que ha luchado durante 30 años por dar pan, paz y justicia a un pueblo que ha sido tan golpeado. Eso, desde luego, no deberá significar impunidad para nadie, del bando que sea. Ojalá lo entiendan Fernández Noroña y su insensata hueste.