La gira de agradecimiento que lleva a cabo el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, arrancó el pasado 16 de septiembre en Tepic, Nayarit, y concluirá el 28 de noviembre en Mazatlán, Sinaloa, a solo dos días de que jure como presidente de la república para el periodo 2018-2024; merece varias lecturas por parte de aquellos que desde el pasado 1 de julio nos dimos cuenta de que en México los hilos de la política también los pueden mover quienes, a golpe de sufragios, exigen una nueva realidad para el país.

Para muchos, recorrer las distintas plazas públicas mexicanas para, simplemente, darse unos buenos baños de pueblo, pudiera parecer una estrategia populista. Quizá sí lo sea. Sin embargo, tanto López Obrador como los integrantes de su futuro gabinete también han recurrido a esta alternativa para, a manera de termómetro, medir el nivel de la adrenalina social que en estos momentos está manejando la ciudadanía, lo cual es sumamente válido porque cuando menos en una primera instancia, todas las intenciones del tabasqueño están enfocadas en trabajar para todas esas personas que históricamente han sido olvidadas y engañadas por los políticos en los que fincaron sus más elementales esperanzas ya no digamos de progreso y desarrollo, sino de supervivencia.

Todos sabemos que en México convergen varios Méxicos. Los dos más contrastantes, por decirlo de una forma, es el México de los políticos y el México “de los demás” y a lo largo del recorrido que estará realizando Andrés Manuel López Obrador hasta los últimos días de noviembre próximo tendrá la nada fácil misión de convencer a la gran mayoría de aquellos que salgan a su encuentro de que, en efecto, el grueso de sus promesas de campañas a la larga se convertirán en cosa tangible, en cosa concreta.

Nuestro país y sus habitantes requieren de oportunidades, más allá de la retórica de los políticos, y a López Obrador y a su equipo les ha parecido, previo a su llegada al poder, una buena idea legitimar lo que será su gestión acercándose preliminarmente a aquellos a los que habrán de servir, por quienes habrán de trabajar durante los próximos seis años. Mal harían quienes los perciban como una especie de “magos todopoderosos” que a su paso todo resolverán como por arte de magia, sin embargo de entrada ya hay un ostensible cambio de forma… que esperemos también sea de fondo.

Las minas en Baja California, la situación de los “ninis” de Tlaxcala, el cáncer de la violencia y la inseguridad que permea prácticamente en todo el país, planchar el terreno en Sonora para que los programas del Plan Nacional de Desarrollo Social se aterricen corecta y asertivamente… los pendientes son muchos y la pirámide operativa gubernamental requiere con urgencia que todo se cimiente desde lo municipal, para de ahí alcanzar lo estatal y, al final, perfilarse en lo federal. Parece una ecuación sencilla, sobre todo en la comprensión, pero la realidad es que ha habido muchos funcionarios que se especializaron en hacer las cosas al revés, y ya es momento de intentar otro tipo de alternativas para que los rezagos se logren superar.

En cada entidad, en cada región, en cada evento López Obrador y sus colaboradores irán recogiendo las distintas inquietudes y, a su vez, también irán decantando uno a uno todos los diagnósticos necesarios para que, apenas llegue el 1 de diciembre próximo, todos se pongan a trabajar en las posibles soluciones.

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