El pasado 28 de agosto, en Morelia, Michoacán, se presentó la reimpresión de Los dos Adolfos, obra de Humberto Romero, político muy cercano a los presidentes Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos. Es una obra llena de anécdotas y vivencias de dos de los presidentes mexicanos que protagonizaron una de las mejores etapas del México plenamente consolidado en todos los sentidos, la etapa que se conoció como el desarrollo estabilizador, años cincuenta y sesenta del siglo pasado. La directora general de Siempre!, la periodista Beatriz Pagés, participó en la presentación del libro e hizo una aguda observación entre esos tiempos y los actuales, luego de las elecciones del 1 de julio. Título y subtítulos, de la Redacción.

Gracias, ante todo, a la diputada Adriana Hernández por invitarme a conmemorar el aniversario luctuoso de un político michoacano que practicó y dominó, como nadie, el arte de la amistad.

Humberto Romero Pérez, el Chino Romero (1923-2009) —llamado así coloquialmente—, antes que secretario de Prensa de la Presidencia de la República con Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) y secretario particular del presidente Adolfo López Mateos (1958-1964), fue un ser humano excepcional.

Es la segunda vez que se presenta el libro Los dos Adolfos, una obra que escribió al final de su vida y que dio a conocer, si mal no recuerdo, a finales de noviembre de 2009. La forma como se leyó Los dos Adolfos en 2009 no puede ser la misma a como tenemos que leerlo en el 2018. Se trata de dos Méxicos, de dos mundos, de dos eras distintas.

La parte muy humana

Cada vez que entraba a mi oficina de la revista Siempre!, me saludaba con una anécdota: “Fijate que el zorrillo del presidente Ruiz Cortines estaba lleno de mañas… nunca se te ocurra ponerle apodos a un presidente. Metí la pata poniéndole Tribilín a quien no debía”.

Pero, hay relatos que van más allá de ser un mero suceso curioso. Dice que a Ruiz Cortines no le gustaba salir del país, pero que se vio obligado a reunirse con el presidente Eisenhower para inaugurar la Presa Internacional Falcón, localizada entre Tamaulipas y Texas.

“¿Cómo le fue con el héroe de la Segunda Guerra Mundial?”, le preguntó Humberto. Don Adolfo miró a los ojos a su secretario de Prensa y con esa “serenidad y filosofía patriótica” que lo caracterizaba le contestó: “Al presidente de Estados Unidos hay que hablarle de pie. Nunca de rodillas, porque no alcanza a escuchar”.

Esta frase, automáticamente, nos obliga a preguntar: ¿y cómo le hablan hoy los presidente de México a los mandatarios norteamericanos? ¿Lo hacen de pie? ¿Qué le respondería hoy un Ruiz Cortines a un Donald Trump?

Humberto Romero llega al clímax de su carrera política como secretario particular de López Mateos. En esta segunda parte del libro, el autor nos deja asomarnos a un estilo de gobernar muy diferente al de Ruiz Cortines. Mientras el veracruzano fue un político localista, López Mateos gobierna como un jefe de Estado dedicado a promover internacionalmente a México.

Humberto, entonces, nos regala en Los dos Adolfos la parte humana, muy humana, cotidiana y hasta picaresca de dos de los presidentes más queridos y respetados del siglo XX mexicano. Dos figuras que, con todo y ese anecdotario, fueron los últimos jefes Estado del siglo XX que encarnaron un estilo de ser y de gobernar republicanos.

Evoco el término republicano porque hoy se nos dice que a partir del 1 de diciembre se gobernará bajo los principios de la llamada “austeridad republicana”.

¿Cómo entender el ser republicano?

Existen varias clases de república. Sin embargo, sabemos que en este siglo y en este país sólo es válido hablar de una república opuesta en su definición a la monarquía, al absolutismo y sin duda a una dictadura.

López Mateos gobernó como muchos otros presidentes de México en un país en el que sólo había un partido político. Sin embargo, no fue un autócrata. Fue un hombre de convicciones liberales. Promovió y defendió la laicidad del Estado, la educación pública, la libertad de expresión y sustentó buena parte de su proyecto de gobierno en la justicia social.

En mi opinión, la obra que más dice y describe a López Mateos es el libro de texto gratuito; un instrumento a través del cual se buscó incorporar a los niños más pobres al progreso; construir identidad y unidad nacional, a través de la educación. Un libro, por cierto, seriamente criticado por las fuerzas más conservadoras, incluso hasta nuestros días.

Menciono esto para decir que el hoy presidente electo Andrés Manuel López Obrador no es el primer político de convicciones sociales y liberales que ha tenido el país.

Diferencia de fondo

La presentación de este libro me llevó a releer algunos estudios y artículos escritos sobre López Mateos y ahí caí en la cuenta de las coincidencias ideológicas que tiene con quien será el próximo presidente de México. Ambos amantes y émulos de Juárez; los dos lectores apasionados de la historia de México; admiradores de Morelos; de figuras como Ignacio Ramírez y Francisco Zarco; defensores, en política exterior, de la soberanía nacional y de la no intervención.

Los dos, promotores de la autosuficiencia energética. López Mateos nacionalizó la industria eléctrica y López Obrador busca la autosuficiencia a partir del rescate de Pemex y la construcción de refinerías.

Pese a estas coincidencia hay una diferencia de fondo. López Mateos tenía una concepción democrática del poder; López Obrador tiene una visión centralista y autoritaria del mando. La idea de eliminar a los delegados federales para sustituirlos por 32 coordinadores estatales, que en realidad serán 32 jefes políticos con facultades para ordenar, exigir y vigilar programas de gobierno, que tendrán línea de comunicación directa con el presidente de la república, representa una amenaza a la soberanía de los estados, al federalismo y convierte a los gobernadores en meros gerentes.

Porfirio Díaz nombró en cada estado a un “jefe político” y a un “jefe militar” como engranajes de la maquinaria de poder que instauró a lo largo y ancho del país para garantizar que su órdenes fuera cumplidas y preservarse en el mando. Con Díaz, México fue el “país de un solo hombre” y esa etapa puede volver a instaurarse si las instituciones y la sociedad renuncian a ser contrapesos del poder.

¿Por qué digo esto? Porque los resultados del 1 de julio vuelven a dar a un solo partido político el control del Congreso, la posibilidad de contar con mayoría constitucional para que el próximo presidente, si quiere, redacte y apruebe una nueva Constitución a partir de una visión personalista que se busca instaurar.

El mismo López Mateos no escapó a la arbitrariedad del poder cuando encarceló al muralista David Alfaro Siqueiros, acusado de disidente, como el mismo Humberto lo confiesa en Los dos Adolfos.

La presentación de este libro, justo en este parteaguas de la historia de México, tiene un enorme valor. Nos permite preguntar si estamos, de verdad, ante un cambio de régimen o si vamos a terminar viendo la repetición de lo mismo.

Un PRI que hoy no existe

Un destacado michoacano como es el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas acaba de publicar un documento que tituló El nuevo gobierno y lo que sigue donde hace señalamientos muy puntuales a López Obrador. Le dice, por ejemplo, que no hay elementos significativos para identificar a López Obrador y a Morena como la “izquierda mexicana” dado que, hasta hoy, no se ha hecho referencia a las causas estructurales de la injusticia social.

Más aún, el presidente electo ha garantizado a los grandes grupos de poder económico, al Fondo Monetario Internacional y a los representantes de los capitales externos que seguirán siendo intocables. En los últimos días, López Obrador ha tomado decisiones que nos remontan a lo más viejo de lo viejo y a lo más oscuro de lo oscuro. Caso concreto, el regreso, por sus fueros, de la poderosa Elba Esther Gordillo.

Es importante hacernos estas reflexiones porque el 1 de julio, el 53% de los electores votaron por el candidato que ofreció encabezar el cambio más radical de todos los tiempos y que él ha bautizado como “cuarta transformación”. Un movimiento tan trascendente —ha dicho—, como fue la Independencia, la Reforma y la Revolución.

Ruiz Cortines y López Mateos fueron dos políticos emanados de un PRI que hoy ya no existe. Fueron fieles representantes de los principios, valores y del ideario histórico de un partido producto de tres gestas históricas. El PRI pierde las pasadas elecciones por varias razones. Todos los aquí presentes las conocemos.

Gobernar con dignidad

La gran pregunta es quién es ese Ruiz Cortines, ese López Mateos, que por su liderazgo, autoridad política y moral, por ser fieles defensores de la Leyes de Reforma, de los principios que dieron cauce a la Revolución Mexicana y derivaron en la Constitución de 1917, pueden, hoy, liderar el gran cambio que necesita el PRI. Si al PRI sólo le cambian el nombre y el apellido, pero sigue secuestrado por las mismas cúpulas no tiene remedio.

Si se pretende inventar un partido al margen de sus raíces históricas van a crear un producto hueco y sin identidad. La mala noticia es que López Obrador no solo logró llevarse a una buena cantidad de priistas, no solo hizo que muchos priistas votaran por él, sino que también se apropió de los fundamentos históricos del PRI. Se llevó a Morelos, a Juárez y a Zapata. Y si me apuran, también podría decirles que secuestró al mismo Plutarco Elías Calles. Y si se lo llevó, es porque los hijos de ese caudillo, de ese político que inventó un partido para que toda la Revolución cupiera en él, se avergüenzan de su padre.

Los dos Adolfos, más que un anecdotario, es una clase de política. El testimonio de un secretario de Prensa y de un secretario particular de dos mandatarios, que nos regala en unas cuantas páginas la radiografía humana, cotidiana, de dos jefes de Estado. También hay, sin duda, varios mensajes de fondo. Uno, el más importante: México ha tenido presidentes que han sabido defender al país con dignidad.