Tonatiúh Medina

El Instituto Federal Electoral mutó en Instituto Nacional Electoral (INE) prácticamente porque tanto el PAN como el PRD decidieron intercambiar apoyo legislativo para afianzar la aprobación del Pacto por México, por un poco de gobernabilidad; el intercambio funcionó solo por pocos meses; siempre hay incentivos para la traición y ambos partidos echaron mano de ello.

Los primeros han renegado de la ejecución de las reformas estructurales, olvidando que un buen porcentaje de los altos mandos insertos en la administración pública federal son burócratas heredados tanto del foxismo como del calderonismo, que pudieron ayudar, pero prefirieron no hacerlo. Los segundos no fueron capaces de “aguantar vara”, cedieron ante las primeras presiones y renegaron de su participación, decidieron recular, el resultado fue el menoscabo de su base electoral y el fortalecimiento de Morena. En política como en la vida, la soberbia y el miedo son fardos muy pesados.

El poder público decidió transitar del federalismo electoral al centralismo, a pesar de ello estamos obligados a reconocer que las elecciones ordinarias y extraordinarias organizadas por el INE desde su creación han sido exitosas; siendo justos, la elección presidencial de 2018 fue tan bien planeada y robusta como la de 2000 o la de 2012, pero no todo termina ahí, el sistema nacional de elecciones fue diseñado con algunas grietas, las cuales no fueron subsanadas.

Primero, extrañamente los actores políticos decidieron renunciar a buscar equilibrios políticos en la integración de los consejos generales de los organismos públicos locales electorales, promoventes ingenuos de este nuevo diseño hacían votos por que los gobernadores renunciaran a intentar cooptar por la vía administrativa o política estos órganos, pensaban que el soplo político que daban los consejeros del INE a estos nuevos funcionarios era suficiente; gran error, cada consejero representa un momento, una coyuntura, grupos políticos que los vetan o los impulsan, sobre todo, reflejan un momento histórico irrepetible, sin embargo, es un colegiado astringente con fuerza ejecutiva con influencia pero nulo impulso político para compartir, todo consejero es designado, no son electos.

Segundo, las fuerzas políticas de forma errática decidieron que el INE se convirtiera en coadyuvante de la impartición de justicia electoral, juez de primera instancia en materia de quejas y denuncias, investigador, procurador y coadyuvante de la sala especializada en procedimientos ordinarios y especiales, en resumen, convirtieron al instituto en juez y en parte. ¿A quién en su sano juicio se le ocurre que los partidos políticos vía sus representaciones iban a renunciar a la posibilidad de boicotear a quienes les premian, pero, sobre todo les castigan? Los políticos siempre buscarán intentar cooptar a quienes perciben como adversarios, nada nuevo en ello.

Tercero, la esquizofrenia de la izquierda y la derecha obligó a adoptar un sistema de fiscalización en tiempo real que eleva las obligaciones estatales y municipales a rango nacional, lo anterior sin menoscabo del ejercicio que se debe hacer para justificar las cuentas federales de todo el sistema de partidos, un mecanismo que por mas profesionalización y buenas intenciones de la Unidad Técnica de Fiscalización ha sido prácticamente imposible de cumplir en su totalidad, si a ello le sumamos la agenda personal de algunos funcionarios, se construye un coctel explosivo dañino para todos los participantes.

Cuarto, la adopción de un sistema nacional sobre un sistema federalizado y compartimentado amplifica los problemas locales más sencillos convirtiéndoles en temas nacionales, como la irrupción de los padres de los 43 de Ayotzinapa en instalaciones del INE que legítimamente en la búsqueda de sus hijos pedían lo imposible a los consejeros, que se los regresaran con vida, o la autocrucifixión de aquella candidata de la zona oriente de la Ciudad de México que decidió desnudarse y amarrarse a una cruz gigante de madera exigiendo que le “devolvieran su candidatura” cuando no había cumplimentado los requisitos básicos para lograrla. No se le puede exigir a la autoridad nacional que sea capaz de conocer todos y cada uno de los problemas locales que aquejan a cada municipio mexicano.

Quinto, el colegiado en sus dos actuales integraciones se negó a interactuar abiertamente con las fuerzas políticas en la búsqueda de soluciones a problemas que aquejaban el sistema nacional de elecciones y partidos, disminuyendo su comunicación y márgenes de maniobra, decidieron en el interior lo que afectaba en materia electoral a la república; la cerrazón no fue casual, algunas fuerzas políticas hicieron del enfrentamiento, la amenaza y la violencia su firma personal. Donde hay miedo, ni duda cabe.

Cuando el INE buscó ser implacable y firme en el caso del fideicomiso utilizado por Morena para triangular recursos, ya era demasiado tarde, la destrucción de la vía democrática ya estaba en marcha, ahora sabemos que el colegiado verá disminuida su hacienda, probablemente en 2020 solo sobrevivan siete de los once consejeros, quizá se vean en la obligación de absorber los sistemas estatales de elecciones ante la probable desaparición de los OPLE, y con algo de suerte a mayores niveles de responsabilidad verán mermados sus ingresos personales.

La actual fuerza mayoritaria busca cancelar la vía democrática que les ha llevado al poder, para que otros no la conquisten, no por la vía de la cooptación sino por la disminución de la efectividad institucional.