En plena frontera sur, entre el águila y el quetzal, se erige un prodigioso registro literario que, lejos del regionalismo, y de su particular ámbito limítrofe, demuestra la vigencia universal de su poesía y de su narrativa; una propuesta estética que potencializa el vigor del cántico y lo dimensiona, a través de sus voces trascendentales y renovadoras en la esfera de las letras mexicanas. Pese a sus contrastes económicos y culturales, Chiapas ha logrado erigirse como una zona notable por su discurso literario, narrativamente vinculado con los grupos étnicos, como ocurre con algunos libros de Eraclio Zepeda (en especial Benzulul) o de Roberto López Moreno (Las mariposas de la tía Naty, por ejemplo). En apariencia, el enérgico lenguaje cadencioso de los poetas ha marginado a la expresión narrativa, que en mucho refleja la dimensión social de la realidad circundante. Ya Jesús Morales Bermúdez ha reflexionado sobre la condición de la cultura y sus repercusiones en la literatura chiapaneca, por lo que se deduce que todo movimiento social impacta, invariablemente, la sensibilidad de los escritores (Cf. Notas sobre literatura de Chiapas, en Anuario 1990, Tuxtla Gutiérrez, 1991). Algunos autores sostienen que la geografía, el clima, la particular situación social generada por la lejanía con el centro de la República y su ubicación limítrofe con Guatemala y Centroamérica, así como el rico legado cultural prehispánico, produce una sensibilidad especial entre los chiapanecos, que los hace incursionar en la esfera de la literatura, el periodismo y la política.

Sin embargo, la tradición literaria de Chiapas comienza con fray Matías de Córdova, pues el prócer de la educación es quien introduce la imprenta y funda el primer periódico, El Pararrayos, de notable trascendencia porque a través de sus páginas defiende la independencia de Chiapas y, más tarde, su incorporación a México. Pero es indudable que durante el siglo XIX, Rodulfo Figueroa inicia la poesía contemporánea en la entidad; inmerso en el modernismo, en virtud del tiempo que le correspondió vivir, aunque por su expresión lírica debe considerarse como un romántico, el “padre de la poesía chiapaneca contemporánea” va del escalpelo a la estrofa rítmica con versos esdrújulos (proparoxítonos) y graves (paroxítonos); de la lira precisa y sonora al estetoscopio y de la disección a la busca correcta del verso y de la imagen dinámica a través de yambos endecasílabos, sobre todo, y de versos de arte menor.

El ulterior desarrollo de la lírica de esta región fue importante: versificadores, vanguardistas e introductores de diversos recursos estilísticos, como Armando Duvalier y Santiago Serrano, hasta la irrupción de la actual presencia de los autores que han dado origen a lo que ahora se conoce como los poetas de Chiapas, una corriente dinámica, vital, representativa, que se inscribe en el panorama de la literatura mexicana y, seguramente, universal. La poesía chiapaneca representa una espiral integrada, donde poetas y versificadores aportan sus elementos estilísticos para conformar un mosaico diversificado. También simboliza un círculo abierto que, reitero, parte del siglo XVII, con fray Matías de Córdova, prosigue con Rodulfo Figueroa en el XIX, se extiende sobre los precursores de la vanguardia a mediados del siglo XX, se amotina con los “espigos” chiapanecos —Eraclio Zepeda, Juan Bañuelos y Óscar Oliva— y se abre a la precisión metafórica con Efraín Bartolomé.

Ahora, en pleno siglo XXI cobra nueva relevancia y trascendencia la figura del bardo de Cintalapa con la publicación del volumen Rodulfo Figueroa. Poesías 1889-1898, con notas y texto introductorio de la Dra. Beatriz Gutiérrez Muller. Editado por la Dirección de Publicaciones del Coneculta-Chiapas y Miguel Ángel Porrúa, el manuscrito permaneció custodiado, a la muerte del poeta, por sus familiares durante casi 120 años. En páginas impares destaca la hermosa caligrafía original, mientras que en la versión tipográfica va en folios pares. El estudio “confirma su natural interés, que brinda una lectura de viva voz, contra la sonoridad íntima que proporciona la lectura en silencio” de los poemas, recopilados por el vate con una nueva intención estética, fuera de la secuencia cronológica.

La investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla realiza un exhaustivo recuento histórico y literario precisando las erratas deslizadas a lo largo de 11 ediciones diversas de la obra lírica de Figueroa Esquinca. Cabe señalar que en vida, el autor publicó solo tres libros: Olvido (1890), La vacuna, su conservación indefinida y su propagación en Guatemala (1894) y Pinceladas (1896).

Las subsecuentes publicaciones de sus poemas inician con Poesías (1901, aunque en 1905 aparece una segunda edición que reproduce las erratas y adiciona nuevas, precisa Gutiérrez Muller); hacia 1921 circula una selección de Poesías, de sólo 16 páginas, en cambio en 1926 aparece en Tuxtla Gutiérrez la 3ª. edic de Poesías, con el título de Poesías completas. Poemas de la 1ª. edic y las producciones inéditas del poeta. La novedad: agrega piezas nuevas como “El mendigo”, “A mi madre”, “En mi cumpleaños”, entre otras. En 1937, Fernando Castañón Gamboa edita el folleto Poesías inéditas del Dr. Rodulfo Figueroa, con algunas fotografías del poeta. En 1958 se vuelve a editar Poesías completas, con prólogo de Andrés Serra Rojas, y se reedita en 1966 para conmemorar el centenario del nacimiento del autor.

Francisco Valero Becerra, en 1966 —apunta la Dra. Gutiérrez Muller— presenta una selección de poemas con el título Por el arte. Antología poética, en la que varias estrofas del poema “Olvido. Poema en tres cantos”, fueron suprimidos; aunque en 1997 esta errata fue subsanada. Por su parte, hacia 2016, Gabriel Velázquez Toledo edita Poesía reunida de Rodulfo Figueroa Esquina (1866-1899), buscando enmendar los problemas de crítica textual a partir de Poesías (1901). En el volumen Obra poética de Rodulfo Figueroa (1999), Ricardo Cuéllar Valencia contó 11 ediciones hasta la fecha de la aparición del presente Manuscrito.

En el texto introductorio titulado “Rodulfo Figueroa Esquina, el romántico chiapaneco” (pp.7-30), la Dra. Gutiérrez Muller va indicando las fallas deslizadas, y en descargo de los editores, acota: “las erratas involuntarias son comunes pues se derivan de transcripciones (…) que, si bien no alterarían el sentido final de una obra literaria, en el caso de la poesía no espera descuidar: están en juego en juego el ritmo, el acento, la rima, el número de sílabas por verso y hasta la significación; sobre todo en tiempos de Figueroa, cuando el poeta mexicano se esmeraba en lograr la métrica clásica y la rima obligada, para no ser juzgado como aprendiz o mal poeta” (p. 14).

Por el tiempo que le correspondió vivir, Figueroa se inserta en el modernismo; aunque por su expresión lírica debe considerarse como romántico, puesto que no pretende romper ningún canon estético ni tiene “espíritu cosmopolita”, por lo que no puede catalogarse en tanto modernista.

La corriente literaria que postula Rubén Darío, asume procedimientos sinestésicos o “principio ekfrático” según Krieger (apud Gutiérrez Muller) y consiste en la “representación verbal de la experiencia visual”, lo que en lo personal denomino imagen dinámica en virtud del ámbito fanopeico, según Pound. El llamado “padre de la poesía chiapaneca contemporánea” va del escalpelo a la estrofa rítmica con versos esdrújulos (proparoxítonos) y graves (paroxítonos); de la lira precisa y sonora al estetoscopio y de la disección a la busca precisa de la estructura y de la imagen dinámica así como de versos de arte menor.

A lo largo de sus poemas advertimos la estética y la visión del mundo de la época porfirista. Y los términos, recurrentes, van desde “nevado cuello”, “mustias azucenas”, “enhiesto”, “cendal, “aqueste”, “efluvios”, “alabastro”, “ambrosía”, “saúz”, “embeleso”, “eternal belleza”, etc. Lo novedoso sería el uso de palabras zoques, por lo que sus consonancias se vuelven interesantes: blocs y candocs, fue y siqueté, deslizó y sospó, tú y puxinú, comí con yumí, pasé con cupapé.

El presente volumen, denominado Rodulfo Figueroa. Poesías 1889-1898, busca resarcir su presencia, con una lectura novedosa, singular, y que demuestra que su universo lírico va más allá el espíritu bucólico o provinciano. Su propuesta estética debe estudiarse con nuevos ojos, rescatando su propuesta estética, con una mirada novedosa, íntima, propia, para observar con detenimiento la sensibilidad, el desarrollo intelectual, cultural e incluso espiritual del bardo de Cintalapa.

Beatriz Gutiérrez Muller (edic. y notas de), Rodulfo Figueroa. Poesías 1889-1898, Coneculta-Chiapas/Miguel Ángel Porrúa, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 2018; 404 pp.