Rafael G. Vargas Pasaye

Son varios sentimientos los que surgen al leer Recursos inhumanos de Pierre Lemaitre (París, 1951), con la que obtuvo el Premio de Novela Negra Europea y el Premio SNCF de Novela Negra, quizás el primero sea el de la complicidad, pues sin lugar a dudas el personaje hace que el lector se identifique con alguna de las situaciones por las que atraviesa.

Alain Delambre es ese peatón que podemos encontrar casi en cualquier acera, es alguien que tuvo una historia con capítulos positivos, “Antes era un director de recursos humanos en una empresa de casi doscientos empleados. Era responsable del personal, de la formación, controlaba los salarios y representaba a la dirección ante el comité de la empresa”, pero todo se vino abajo cuando fue despedido y durante meses no encontró nada formal ni mucho menos digno de su estatura.

Pequeños trabajos le ayudaban a subsistir y a pagar una que otra cuenta pensando que su esposa no lo notaba, aunque es por todos conocidos que el olfato y el amor conlleva también saber ese tipo de secretos, para fortuna de Alain sus dos hijas ya estaban realizadas, cada una por su cuenta desenredando el hilo de la vida.

La desesperación llevó a Alain a algo poco probable, quizás impensable en un momento de su vida, en aquél momento donde uno se aferra al recuerdo que conlleva pizcas de filosofía: “El secreto de la felicidad en aquella época no era el amor, porque amor tuvimos siempre, no eran tampoco nuestras hijas, que también las teníamos, el secreto de la felicidad es que teníamos trabajo, que podríamos contemplar sin cuestionarnos nada las innumerables consecuencias positivas de esa inmensa suerte: letras pagadas, vacaciones, salidas nocturnas, matrículas de la facultad, coches. Todo con la seguridad de que nuestro trabajo esmerado, resuelto, nos proporcionaba la recompensa a la que teníamos derecho”. Pero como dijimos, todo eso se terminó en un abrir y cerrar de ojos, y ahora era un hombre mayor que buscaba una oportunidad, quizá la última.

Y la vida se la puso delante y no la podía desaprovechar, más que una oportunidad de empleo se volvió una oportunidad de vida. Las circunstancias hicieron que la plaza se concursara, un puesto atractivo, una vacante si no de ensueño, sí lo más cercano al paraíso porque le devolvería el ingreso, pero sobre todo la dignidad que se le iba por cada poro.

El costo para acceder a él es la verdadera trama de la novela, con una toma de rehenes incluida, la intriga nos lleva a pensar qué haríamos nosotros en sus zapatos, cómo lidiar con los Bertrand Lacoste, los dobles juegos de Paul Cousin, los desaires de Alexandre Dorfmann, el humor de Fontana, el amor de una esposa como Nicol (“Cuando no se comparten las mismas preocupaciones no se disfrutan los mismos placeres”).

Las consecuencias de los actos son las segundas partes de las historias, de eso va también Recursos inhumanos, de arrepentimientos caducos, de decisiones tomadas bajo presión, de la posición que se juega en el tablero de la vida, así Alain Delambre es el claro ejemplo de que “La experiencia me ha enseñado que un hombre sólo necesita unos segundos para convertirse en un demente. Los ingredientes básicos (el sentimiento de humillación o de injusticia, la soledad extrema, un arma y nada que perder) se daban cita para que Delambre se encerrase con nosotros frente a la policía”.

El ritmo de la novela hace que por momentos las escenas sean muy visuales, y por otros reflexivas, el lector incluso pueda cerrar los ojos y alargar una respiración para echar a la suerte alguna decisión de su propia vida. Recursos inhumanos es pues una lección también pues como afirma su protagonista: “Es bien sabido que hay días en los que todo sale bien y días en los que todo sale mal. Interesa que el día en que uno se presenta ante el tribunal sea uno de esos en los que todo sale muy bien. Así que harían falta un par de días de esos, lo que está previsto que dure el proceso”.

La riqueza de la trama y el buen tino con los personajes hace que Pierre Lemaitre recree una historia que nos recuerda que bien vale la pena la lectura por el puro gusto de leer.

Pierre Lemaitre, Recursos inhumanos (traducción Juan Carlos Durán), Alfaguara, México, 2017; 389 pp.