“La democracia no es el silencio, es la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos”.
Enrique Múgica Herzog.
Las elecciones generales de Brasil programadas para el 7 de octubre de este año han entrado en una fase de crispación por los recientes acontecimientos tales como el fallo del Tribunal Superior Electoral que impidió la candidatura presidencial del ex mandatario Luiz Inácio Lula Da Silva acusado de corrupción y lavado de dinero, la negativa de su organismo, el Partido de los Trabajadores, para suspender el proselitismo, además del apoyo internacional para presionar a favor de su participación. Y por otra parte el atentado en contra de Jair Bolsonaro, candidato de ultraderecha para el cargo del titular del ejecutivo, lo que paralizó las campañas políticas durante una semana. Este hecho es inédito en la historia del país amazónico, lo que puede generar cambios en la opinión pública.
¿Cómo afecta esta polarización al electorado de ese país? Debido a estos acontecimientos, la democracia brasileña – la que tiene mayor número de ciudadanos en América Latina- pasa por un gran desafío a fin de que los comicios puedan realizarse sin mayores daños sociales. No obstante, una posible radicalización popular debido a los sucesos de Lula Da Silva y Bolsonaro puede llevar a una crisis electoral, la cual puede continuar hasta la segunda vuelta, a efectuarse el 28 de octubre.
Existen otros factores que enrarecen la celebración ordenada de las elecciones, tales como la difusión de un estudio de la Fundación Getulio Vargas (FGV) que arrojó el aumento de la pobreza en 33% en el último trienio, la permanencia de Lula Da Silva arrestado en la Superintendencia de la Policía Federal en Curitiba, el término de mandato del Presidente Michel Temer como interino después del juicio político y destitución de Dilma Rousseff, entre otros. Por lo que diferentes observadores analizarán la situación antes, durante y después de los comicios a fin de verificar las condiciones y validez de la jornada cívica.
En medio de la incertidumbre política y los resultados de encuestas y ejercicios de opinión será importante seguir de cerca las decisiones del Partido de los Trabajadores (PT), ya que buscarán hasta la última posibilidad legal la candidatura de Lula Da Silva, aunque también está la opción de continuar la contienda con la postulación de Fernando Haddad, compañero de fórmula con el expresidente, que se ha desempeñado como exministro de educación y alcalde de Sao Paulo –la ciudad más poblada del país y una de las mayores conurbaciones del mundo. No obstante, Haddad también fue acusado por delitos de corrupción y lavado de dinero en el Ministerio Público de esta urbe.
El PT, catalogado a veces como partido de alianza progresista, o en otras de socialismo moderno, ha ganado las elecciones presidenciales de 2002 y 2006 con Lula Da Silva, además de 2010 y 2014 con Dilma Rousseff; todas en segunda vuelta. Sin embargo, para los comicios de 2018 aún es incierto el resultado, por lo que eventualmente podrá realizarse una nueva contienda para finales de octubre, e incluso un cambio de fuerza política y corriente en la presidencia del país más grande y poblado de Sudamérica, lo que cambiaría el equilibrio de poderes locales y legislativo.
En tanto, posterior al atentado contra Jair Bolsonaro, es evidente la falta de condiciones para la seguridad de quienes aspiran a encabezar la administración pública de Brasil. La situación puede polarizarse más y generar daños en el tejido social, por lo que es importante que tanto ciudadanos, autoridades electorales y candidatos sean cuidadosos de que los comicios se celebren en apego a la Ley y en paz, reto importante debido a las características propias de estos comicios. Si bien una de las primeras medidas fue fortalecer la presencia de la Policía Federal brasileña en los actos de campaña, se requerirá de análisis de inteligencia a fin de prevenir cualquier acto de violencia.
El intento de magnicidio sufrido por Bolsonaro tendrá efectos inmediatos en la opinión pública, debido a la imagen de víctima tras el suceso. Esto ya se ve reflejado en las encuestas realizadas recientemente, en que un mayor porcentaje de ciudadanos conocen al candidato de ultraderecha respecto a las semanas previas. Asimismo, también se observa un crecimiento en las preferencias electorales, por lo que de continuar con esta tendencia podrá ser un aspirante para continuar en la segunda vuelta, e incluso, competitivo para ganar los comicios.
Pese a los últimos resultados en sondeos, la misma polarización de la sociedad brasileña muestra un alto porcentaje de rechazo contra las propuestas de Bolsonaro, lo que podría impedir su victoria contundente en la primera vuelta, e incluso, dicho repudio podría ser un factor eventual para no ganar el puesto de elección popular. Por lo que el último debate, así como los cierres de campañas tendrán un peso importante en los resultados en el llamado a las urnas.
La sociedad brasileña enfrenta una importante toma de decisiones previo a la fiesta democrática del 7 de octubre, ya que no sólo votarán para elegir a uno de los aspirantes a la presidencia, sino por diferentes proyectos de nación que se han planteado durante las últimas semanas. Ante todo, es importante preservar la paz comunitaria y generar proyectos viables para el periodo de gobierno que arrancará el 1 de enero de 2019.
La persona que sea electa para ocupar el máximo cargo en Brasil deberá afrontar problemas como las consecuencias de la corrupción generada en empresas como Odebrecht o Petrobras, los desafíos de una población que creció de forma acelerada hasta llegar a cerca de 210 millones de habitantes, así como fortalecer un mercado que es líder en Sudamérica.
El autor es posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas. Universidad de Alcalá de Henares.