La vida de Xawery Wolski se caracteriza por ser un periplo nómada que lo ha llevado de la Polonia de Solidaridad al contexto del México contemporáneo, pasando por Carrara en Italia, Provenza en Francia y Nueva York en los Estados Unidos, en una de las épocas más álgidas de la historia de occidente: la redefinición de la geopolítica mundial tras la caída del bloque socialista, y las consecuencias humanas de esos reacomodos históricos.

En este sentido, no es sólo el fuego lo que cuece el barro que el artista usa como materia prima de la mayor parte de su obra, sino que también lo es una sensibilidad de una experiencia vívida e íntima de la historia, de la diversidad de horizontes, del caleidoscopio de circunstancias que han fraguado su vida.

Todos estos elementos aterrizados en un lenguaje que Wolski encuentra común en estos vertiginosos aspectos. Esta entrevista busca adentrarnos en los motivos, los lenguajes, la vida tras la obra del escultor.

Las cadenas son un elemento constante y serial de su obra. Cuéntenos un poco sobre la trayectoria de este motivo en su hacer artístico y en su trayectoria de vida.

Al terminar mis estudios de escultura en Bellas Artes en Aix Provenze, viviendo ya varios años fuera de mi país natal, que es Polonia, tenía ambición de crear una obra que contaba con las características versátiles: que sea autónoma, independiente de sus entornos, quiero decir que poseía una fuerza interna gracias a la cual podría ser apreciada fuera del espacio y tiempo. Los eslabones de una cadena a primera vista parecen irresistibles e irrompibles, pero al ver de cerca uno reconoce que están hechas de barro, son frágiles y nos pueden recordar el cuerpo humano. El carácter serial y repetitivo de la composición me parecía muy adecuado con el ritmo de vida contemporánea y el mundo de la economía en la época de la producción masiva.

Sin embargo, el proceso de la ejecución de la obra se manifestó como la antítesis de la productividad en la era de las máquinas. Cada eslabón estaba elaborado a mano, con una utópica sensación de paciencia y dedicación desorbitante. Además de tratar con el tema tan metafísico que es el infinito, me pareció digno de una existencia.

 ¿De qué forma la diáspora polaca y su nomadismo han determinado su obra?

Salí de Polonia en los inicios de los años ochenta, justo después de la época histórica de las huelgas en los navales de Gdansk, cuando se formó el movimiento de los trabajadores llamado Solidaridad, que al poco tiempo de su existencia fue oprimido violentamente por el régimen totalitario del poder comunista. El país fue sumergido en deplorable tristeza, desesperación y de repente se sentía que toda la energía acumulada en el periodo de la libertad quedó en un abandono, en una muerte trágica y prematura.

Antes de esto durante el periodo de los cambios, Polonia estaba en las primeras páginas de los periódicos internacionales porque el occidente veía ahí una esperanza para la evolución de la sociedad moderna. Pero irónicamente después del golpe de estado militar a nadie en el mundo importaba que iba a suceder con mi país.

Así que el sentimiento de la desilusión y el abandono se reflejó en mi obra temprana.

Sentí que mis acumulaciones de las cadenas puestas directamente en los pisos rígidos de cemento eran como los barcos fantasmas, que navegaban sin fin y sin ningún destino. Así era mi vida durante muchos años, buscando una casa perdida constantemente cambiaba hogares, ciudades y países. Trabajé en Carrara, Italia, en París, en Aix en Provenze en el sur de Francia, en Nueva York.

En cada uno de estos lugares lograba laborar en una forma independiente, me inspiraba de cada sitio, hacía amigos, me enamoraba, pero al mismo tiempo era como un caracol cargando en su espalda el peso desmesurado de las experiencias intensas vividas durante el estado de guerra. Así que todas mis obras creadas en los años ochenta y noventa eran de coloración oscura como si se querían unir a su propia sombra.

Esto cambió años después, inspirado por la luz y el vasto espacio de América, empecé a elaborar una pátina blanca en mis esculturas, entonces me sentí más liviano y con aire más optimista en las alas, que me parece tienen un mensaje más elevado espiritualmente.

¿Qué paralelismos ha encontrado entre los diversos espacios y las distintas ciudades en que ha elaborado o expuesto su obra en los términos de esos motivos?

 El término de la obra abierta me parece muy adecuada para mi trabajo. En mi caso quiere decir que los elementos pueden ser colocados de manera libre, que la persona encargada de la instalación aparece como un intérprete que toma en cuenta el espacio y su contexto para encontrar la manera más artística y más significativa para que la escultura tome posición en ese sitio. Es un proceso intuitivo y un poco místico, sin abusar del término, el efecto final juega sobre decisiones mínimas. Varias veces cambio la posición de una escultura y espero encontrar el lugar donde la obra y el espacio se unen. Mi intención es encontrar los motivos de cada lugar que pueden sentirse cercanos para los espectadores. La misma obra expuesta en Europa Occidental y en Asia no tiene el mismo significado.

Sin embargo, la fuerza del símbolo de los anillos entrelazados está en su forma y no necesita una explicación: puede ser entendida por cada quién y cada quién le encontrará su interpretación que le llevará más allá del espacio y el tiempo, este es mi reto.

Es claro que su obra dialoga con el espacio y con su contexto, articula preocupaciones históricas, globales y biográficas. Sin embargo, me parece importante conocer ¿Cómo dialoga usted con la esfera del arte contemporáneo?

El lenguaje plástico que utilizo está ligado a nuestros tiempos. Es la acumulación, la repetición de los elementos modulares que se presentan en amplios espacios de la arquitectura contemporánea. Los temas que me preocupan son comunes, es el ser humano, su origen y destino, su inquietud de encontrarse a sí mismo, de dejar algo. El material que utilizo mayormente es el barro, la tierra cocida. Y este es el punto, el barro es el material con tradición milenaria, sobre todo en los países de tanta riqueza cultural y espiritual como México. La tierra nos une a todos, constituye el puente de la comunicación entre el pasado y el presente, permitiendo el seguimiento del diálogo en el tiempo.

Mi deseo es crear esculturas que van a tener un mensaje fijado en la eternidad y podrán ser validos en muchos años por delante, cuando el nombre del autor este olvidado y la escultura se tiene que defender por su esencia. El ejemplo es el arte precolombino, que siempre fue una fuente interminable de inspiración, contiene un misterio y gran carga espiritual que puede ser admirado miles de años después.

Xawery Wolski es artista y escultor polaco