Hay que ver el cine mexicano como se lee un libro

Felipe Cazals

Disertamos sobre una de las afamadas y reconocidas películas de época tremebunda: Canoa, que se filmó en 1975. Este filme demostró ese convulso México, hoy, muy complejo en órdenes de política, problemas sociales, económico, cultural que decir de la reestructuración en las altas cúspides del Vaticano una elocuencia oficialista. Sigue tan vigente que es una historia cíclica en curso con otros grisáceos matices.

Canoa fue realizado bajo la pluma creativa del guionista Tomás Pérez Turrent —colaborador de estas páginas hasta su muerte—, y por supuesto la puntiaguda dirección de Felipe Cazals, uno de nuestros destacados cineastas, guionista y productor de cine, quien instituyó con Arturo Ripstein, Rafael Castañedo y Pedro F. Miret el grupo de Cine Independiente.

La proyección de Canoa tiene contextos excepcionales; una crisis nacional donde la juventud estudiantil manifestaba su oposición, reclamaba sus derechos civiles en contra del gobierno por lo que éste, etiquetó a esos jóvenes como unos terroristas con influencias de ideología extranjera. Los medios impresos informaban los eventos que ocurrían en la capital del país, así, en todo el territorio nacional llegaban a oídos las agitadas manifestaciones, como lo fue en San Miguel Canoa, municipio de Puebla ubicado en las faldas del volcán de la Malinche.

El hecho está registrado, ocurrió el 14 de septiembre del año 1968. Fueron linchados cinco trabajadores de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, quienes iban de excursión a la Malinche pero nunca se consumó su paseo, los sorprendió la lluvia y la noche y tuvieron que pernotar en el pueblo en la casa de un lugareño que no era bien visto por los vecinos y el sacerdote del lugar. El padre tenía una fuerte influencia en el poblado, con esto a su favor, provocó una incitación entre los lugareños, comunicándoles en la homilía que estuvieran alertas porque llegaría gente extraña con ideas distintas, en específico gente que podía apoderarse de sus pertenencias que no profesaban alguna religión, el sacerdote acusó a estos jóvenes de ser comunistas que podían colocar una bandera rojinegra en la iglesia.

En el contexto del Movimiento estudiantil de 1968, a tan sólo dos semanas de que ocurriera la mortandad en la plaza de Tlatelolco. Felipe Cazals en una de sus entrevistas reitera “A la película no le ha salido una sola cana”, está claro, una remembranza histórica, donde observamos otra realidad más contemporánea con otros detonantes de la vida cotidiana.

La historia humana día a día por causas complejas es una ballesta desde sus trincheras, estos habitantes del pueblo fueron incitados proveídos con machetes, palos y antorchas adonde los enviaron aquella casa que les había brindado hospedaje a los jóvenes asesinando a tres de los cinco empleados como al dueño de la casa, no hubo detenciones masivas ni se detuvo a los principales instigadores del linchamiento, los que detuvieron salieron de la cárcel a falta de pruebas en la participación de los hechos. Cazals narra en su película el apego de la religión entre el pueblo que es contundente, aquí, un punto crucial de manipulación de parte del párroco, otro crucial es la extrema pobreza, esa gente cuidaba al máximo lo poco de sus pertenencias. Estos actores personificaron un pueblo hostil y no se debe perder de vista un clima medievo de intimidación y fanatismo, el despojo en el México rural. Aquellos que no tenían para pagar los impuestos eran obligados a trabajar en las faenas de la construcción del pueblo, ocasionando la migración de sus habitantes que no estaban de acuerdo a la imposición sacerdotal. Por último, el pueblo hablaba la lengua náhuatl, casi nadie leía ni veía televisión, por ende no sabían del movimiento estudiantil.

Esta película es muy significativa e irradia lo que hoy por hoy sigue rebasando la sociedad mexicana, aun en ciudades que se presume la innovación y que son ciudades de primer mundo porque lo afirman los gobernantes.