Edgar Aguilar

Narrador, poeta, videasta y dramaturgo, Ulises Paniagua (Ciudad de México, 1976) es autor de las novelas La ira del sapo (2016) y Ese lugar existe (2017), así como de cinco libros de cuentos: Patibulario, cuentos al final del túnel (2011), Nadie duerme esta noche (2012), Historias de la ruina (2013), Bitácora del eterno navegante (2015) y Entre el día y la noche (2017). Su obra incluye cuatro poemarios: Del amor y otras miserias (2009), Guardián de las horas (2012), Nocturno imperio de los proscritos (2013) y Lo tan negro que respira el Universo (2015), así como los CDs sonoro-poéticos: Cuadriversiones (2013), Clandestinos y nocturnos (2014), y Mientras nos queden labios con qué cantar (2016). Columnista de la revista Horizontum. Locutor colaborador en el programa Jazz Arquitectónico, de Radio Anáhuac. Conductor del programa “Todos los libros, el libro” en Radio SOGEM. Ha sido tallerista en la UAM, en la Fundación René Avilés Fabila y la Secretaría de Cultura, ofreciendo además charlas de literatura fantástica, siendo uno de los jóvenes escritores que más ha explorado en el tema. Compiló recientemente el libro Los insomnios. Antología de cuento fantástico (Ediciones Navarra, 2017), inmejorable pretexto para conversar con él sobre el género predilecto de Borges, su acontecer en la literatura mexicana actual, y su relación con lo oscuro, lo grave, e incluso con lo violento.

—¿Cómo debemos entender el cuento fantástico en la actualidad?

En mi opinión, el cuento fantástico debe ser entendido como lo ha sido desde el inicio de la humanidad. Nabokov, en un libro que trata sobre literatura europea, refiere al escritor como un encantador. El narrador fantástico debe encantarnos de la misma forma que el primer ser primitivo narró una historia de fantasmas, o de extrañezas, alrededor de la fogata. El asunto en la actualidad, sin embargo, es encontrar la manera de asombrarnos. La tecnología y la ciencia nos obligan a buscar nuevos senderos. Las historias de aparecidos también han perdido vigencia. Lo extraño, lo raro, a pesar de todo, no entiende de épocas. Creo que por ahí se debe buscar. En la categoría de “lo extraño” podemos hallar la clave del género.

—Al leer los textos de tu antología, me dio la impresión de que el género de terror como tal no es recurrente en la mayoría de los autores seleccionados. Claro, debemos matizar que se trata de una compilación de cuento fantástico, y no de terror propiamente.

En efecto, no se trataba de aterrar con cada historia. Algunos autores exploraron esos caminos; otros, en cambio, se acercaron al género en sus variedades posibles. Lo que es cierto es que la mayoría de los cuentos tiene un tono oscuro, grave, incluso violento en cada una de las historias.

—En una conversación reciente, me comentabas que se deberían explorar más elementos del terror de otras culturas, por ejemplo, del terror japonés. ¿Estamos aún imbuidos en México en el “terror católico”, como lo llaman algunos?

Justamente en eso pensaba. Gran parte de la riqueza de la literatura en Jorge Luis Borges, por ejemplo, residió en su acercamiento a la cultura oriental (él citaba como ejemplo Las mil y una noches, en la versión de Burton). Lo mismo ocurre con el terror, es necesario ampliarlo en su concepción. Películas japonesas o coreanas como “El aro”, “El ojo”, “La maldición” (las originales) nos descubren otro tipo de terror. En alguna de mis historias traté el asunto del “reikon”, que es una especie de fantasma de ti mismo, y aparece cuando estás enfermo, es decir, un fantasma que se manifiesta sin que necesariamente estés muerto, que aparece para anunciar algún peligro. Lo mayas poseen la leyenda de la mujer Xtabay, por ejemplo, una mujer que nace de plantas espinosas, se sienta al pie de una ceiba, atrae con su canto y te asesina con brutalidad en medio de los manglares. Ese tipo de concepciones muestran que el terror católico, basado en pecados, demonios y difuntos, es limitado.

—Aunque no me podrás negar que “Lanchitas”, de Roa Bárcena, es un cuento estupendo.

Es la excelente transcripción de una leyenda, sí. Pero habría que establecer la diferencia entre cuento y leyenda. Me vienen a la memoria dos ejemplos de historias muy similares a ésta, tal vez basadas en ésta, pero actualizadas y sin la carga del catolicismo como se concebía en siglos pasados. Me refiero a una de las secuencias de la película El escapulario, donde aunque aparece la religión, el tono de la época cristera dota de un ambiente particular. La otra historia, es el cuento de René Avilés Fabila, “La amante nocturna”. Hay similitud en los hechos, pero en el texto de Avilés Fabila aparecen la modernidad y la sensualidad, rompiendo los esquemas tradicionales. A eso llamo actualización del terror.

—¿Por qué lo fantástico (como lo entendía Borges, Francisco Tario o Cortázar, por ejemplo) en la literatura es tan atrayente y, al mismo tiempo, quizá lo menos abordado en el común de los escritores actuales?

—La literatura latinoamericana, por alguna razón que desconozco, se ha negado a incorporarse al género fantástico. Son pocos los casos de escritores avocados a este género. Considero que eso ocurre porque en nuestros países la realidad social ha sido un asunto preocupante. Sin embargo, el terror está cobrando fuerza. En años recientes es común encontrar fanáticos, maestros y conocedores del género (algunos ya fallecidos) entre muchos nombres de la literatura nacional: Vicente Quirarte, Alberto Chimal, Emiliano González, Felipe Garrido, Roger Vilar, Bernardo Esquinca, Roberto Coria, Raquel Castro, Guillermo Samperio, René Avilés Fabila, Sandra Becerril, Cecilia Eudave, Ricardo Bernal, entre muchos otros. Creo que el terror está viviendo un boom que aún no es posible advertir en su totalidad.

—¿Qué elementos consideras que aporta un cuento fantástico o de terror, y que de otra manera no consigue aportar un cuento de corte realista?

Se suele pensar en lo fantástico como un género menor; pero Cortázar y Borges generaron una verdadera revolución a través de sus libros. Lo esencial en el género fantástico es la imaginación, aquella que te permite transgredir el mundo que consideras real. La imaginación que, como en el caso de Verne, se ha visto replicada en lo material a través de la ciencia. La imaginación construye el mundo antes de que lo construyamos con las manos. Por ello, lo fantástico, cuando está bien escrito, o bien filmado, está un paso más adelante en el transcurrir del tiempo. Paul Ricoeur habla de la diferencia del tiempo cosmológico, el de los relojes y los calendarios, y el del tiempo de ficción, fenomenológico, que es el que verdaderamente se percibe con respecto a los eventos. Este tiempo de ficción es el que nos ayuda a descubrir el género fantástico; en cierta forma nos permite soñar con la inmortalidad ante la muerte inevitable; permite acceder a otra dimensión de lo real. Como ejemplo, los cuentos “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, de Borges, y “La noche boca arriba”, de Cortázar; o la película Matrix de los hermanos Wachowski.

—Tienes en mente preparar una nueva antología de cuento fantástico, ¿no es así?, con todo lo que esto implica. ¿Qué esperas de esta nueva selección?

—Sí. Mi intención es preparar una antología de cuento fantástico a nivel latinoamericano, lo que parece una tarea monstruosa que implica años de trabajo, sobre todo porque hay que leer mucho acerca de la literatura que se escribe en el resto de los países, y volverse especialista en ello. Leer cuentos y novelas fantásticas, no obstante, es algo que haré con inmenso placer. Esperemos que el proyecto se concrete en el futuro próximo, o al menos en un universo paralelo.