Miguel Ángel Olvera Maciel

 En el marco de las actividades organizadas por el Seminario Público de Historia de la Cultura en México (1900-1970), se llevó al cabo un homenaje en memoria del escenógrafo David Antón. En las instalaciones del edificio Adolfo Sánchez Vázquez, anexo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, se realizó este emotivo reconocimiento a la trayectoria de Antón por parte de algunos de sus más entrañables compañeros y colegas. El director teatral José Luis Ibáñez presidió el acto, en el que también participaron la actriz Selma Beraud y el crítico de cine Luis Terán. Como es costumbre en las sesiones de este seminario, la organización y mediación durante las conversaciones corrió a cargo de las profesoras y periodistas Carmen y Magdalena Galindo. Cabe destacar que el deceso de Antón acaeció en la ciudad de México el 28 de diciembre de 2017, razón por la cual este espacio académico abrió sus puertas en honor a uno de los escenógrafos más importantes y prolíficos del teatro mexicano en la pasada centuria.

El gran ausente a esta conmemoración fue Iván Restrepo, quien participaría junto a José Luis Ibáñez. No obstante, su semblanza llegó en manos de Selma Beraud, con el fin de no entorpecer la cordialidad y la fluidez en el transcurso de los recuerdos evocados por ambos ponentes, cualidades de las que, finalmente, no adoleció en una conversación por demás amena y llena de añoranzas dignas de una amistad entrañable. Una amistad que traspasó el siempre latente profesionalismo de Antón para dejar una huella indeleble en quienes trabajaron con él.

En efecto, las palabras y elogios que prodigaron Ibáñez y Restrepo, leído por Beraud, a la elegancia personal y a la ejemplar ética profesional de Antón, por sólo mencionar un par de las muchas cualidades destacadas en el escenógrafo, otorgaron un significado trascendental a las experiencias particulares que evocaron los participantes en su trato con el homenajeado. Y fueron estos recuerdos, enfocados en la personalidad de Antón, los que marcaron la pauta del diálogo.

El texto de Iván Restrepo, titulado “David Antón, el príncipe del arte escénico”, (que publicamos aquí mismo) nos ha remitido al recorrido establecido en una remembranza encargada de recuperar la vasta experiencia de Antón como escenógrafo e incluso de diseñador de vestuario. Se habló de un libro titulado En los andamios del teatro (de 2013), que se enfrenta a los habituales problemas de distribución que deben enfrentar ediciones como la de este volumen, carentes de la debida difusión. Sin embargo, Restrepo no desaprovechó la oportunidad de evocar la presentación de esta obra, la cual tuvo lugar en el Museo del Estanquillo, y equiparar así la sencillez en la personalidad de Antón, cargada a su vez de un aura sofisticada pero accesible, con el espíritu capitalino mexicano que guarda la memoria de un espacio tan entrañable en la ciudad de México, tal como lo es el propio Museo del Estanquillo, que alberga las colecciones del escritor Carlos Monsiváis, quien fue también amigo de David Antón.

Perfección y buen gusto en todos los ámbitos de su vida son los principales atributos con los que Restrepo reconoce el trabajo de Antón: una trayectoria compuesta por más de 600 escenografías cuyo espectro recorre desde los paradigmas estatuarios de William Shakespeare y Pedro Calderón de la Barca, hasta obras de Hugo Argüelles, Carlos Olmos o incluso Jorge Amado.

Más allá de una labor que le valió a Antón la Medalla de Bellas Artes 2012, Restrepo ha planteado de qué manera la ecléctica y elegante personalidad del homenajeado logró comulgar con diversos ámbitos de su trabajo y su vida privada. Para atender esta cuestión, nuestro ponente evocó una de la famosas Cartas a un amigo, que Salvador Novo, publicaba entonces en la revista del Jefe Pagés en Hoy, (antecedente de Siempre), así como la cena que el escenógrafo ofreciera en la intimidad de su departamento en Polanco, hacia 1964, en honor de Dolores del Río, y de la que Restrepo fuera partícipe, como ejemplos de la cercanía que había entre su trabajo y su vida personal, espacios llenos de teatralidad y trato cordial.

Sin embargo, si en un punto en especial coincidieron Ibáñez y Restrepo en sus intervenciones, consistió en la relación que Antón sostuvo con Fernando Vallejo por casi 47 años, desde la llegada a México del autor de La virgen de los sicarios a principios de 1971. No es para menos que, como apuntaron los ponentes, Vallejo haya dedicado cada una de sus obras a David Antón.

De carácter permanentemente polifacético y artístico, destacó Ibáñez en sus conclusiones, David Antón logró formular en su persona un horizonte de identidad escenográfica, que trascendería para dotar al teatro mexicano de una revitalización institucional íntegra, hasta entonces sin precedentes. Prueba de ello es la puesta en escena de musicales como Hello, Dolly! y Mame, cuya realización no habría sido posible sin las pertinentes intervenciones de Antón, caracterizadas por practicar una diplomacia ejemplar y una elegancia inquebrantable, tal como resultó en el caso del manejo de los derechos otorgados por Bob Lerner para la última obra mencionada.

Sólo un ingenio como el de David Antón pudo haber sido capaz de integrar el paradigma teatral de Broadway a la escena mexicana, explicó Ibáñez, pensamiento formidable del que también da cuenta la puesta en escena de Panorama desde el puente, de Arthur Miller, en la antigua Sala Chopin, o en general el trabajo de Antón con Seki Sano. Sin embargo, como ha puntualizado Ibáñez, el éxito de Antón se cimenta de igual manera en un principio ético inamovible: el escenógrafo atiende a las perspectivas del director de escena y del empresario que es su empleador. Para terminar de esbozar el perfil personal y profesional del cual nuestro expositor ha sido testigo directo, Ibáñez ha cerrado su participación con una cita del “Cántico Espiritual” de San Juan de la Cruz, cuya estrofa seleccionada clama:

¡Oh cristalina fuente,

si en esos tus semblantes plateados

formases de repente

los ojos deseados

que tengo en mis entrañas dibujados!

Es la vida de David Antón, abrevadero diáfano de elegancia, estética y arte, donde nuestros ponentes han reconocido el valor de sus recuerdos. Valor por el cual, en este sencillo homenaje, y por medio de una eterna amistad, se ha evocado en este espacio dentro de la UNAM el trabajo de un escenógrafo como no había tenido nuestro teatro, y como no volverá a tener.

Letras Hispánicas, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM