Las urnas están bien guardadas.

Leopoldo Galtieri

Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto.

George C. Lichtenberg

Tonatiúh Medina

Al día de hoy no existe un proyecto de reforma a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ni a la Ley Federal de Consulta Popular; el presidente Peña Nieto no ha hecho uso de su facultad para solicitar una consulta al Congreso de la Unión, ni han tenido el tacto político de amablemente pedírselo, tampoco se percibe que 33 por ciento de los integrantes de la Cámara de Diputados o de la de Senadores hagan lo propio, ni hay un ejercicio nacional que impulse que al menos 2 por ciento de los ciudadanos inscritos en la lista nominal de electores busque dar paso a una consulta.

Tampoco es necio aseverar que no nos encontramos en proceso electoral, que la ciudadanía no conoce las preguntas que se pretenden poner a consideración, que la Suprema Corte de Justicia de la Nación no ha calificado la constitucionalidad del contenido de dicho ejercicio, ni mucho menos hay un mínimo deseo de actualizar las facultades del Instituto Nacional Electoral vía la Constitución Política o la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, no debemos olvidar que es el INE el organizador de cualquier consulta “popular”.

Aunado a ello desconocemos el origen de los recursos que se invertirán en dicho ejercicio, no queda claro si son públicos o privados, no sabemos ni conocemos que existan bases licitatorias para la compra del material a utilizar, y desconocemos la metodología utilizada para la selección de los municipios en los cuales supuestamente se instalarán las mesas de consulta, por decir lo menos.

Tampoco se han hecho públicos los protocolos organizativos para el conteo y cómputo de la supuesta voluntad ciudadana, ignoramos la forma en la cual se hará el traslado de los resultados, mucho menos nos han enterado quiénes integrarán las mesas de consulta y cuáles son sus facultades, y se antoja imposible saber, mucho menos preguntar, sobre el sueldo de quienes participarán o su pertenencia o no a un partido político. Ni qué decir que la “votación” podrá hacerse en cuatro días, no uno o uno y medio, cuatro para que no haya duda.

Resulta extraño que sea una fundación cuya misión es “la utilización y el desarrollo de la tecnología para la solución de problemas relevantes para el país”, quienes organicen un ejercicio de consulta que afectará el destino de miles de millones de pesos ya invertidos en infraestructura prioritaria que, de acuerdo con comentarios vertidos por el Dr. Luis de la Calle, desde mediados de los años ochenta ya se hacía necesaria y se soñaba con desarrollarla.

La Fundación Rosenblueth simplemente adoptará, en el mejor de los casos, el patrón organizacional del INE sin siquiera tener que molestarse en desarrollar absolutamente nada, simulando y poniendo en entredicho la misión por la cual fue creada, en pocas palabras serán cómplices y aplaudidores del nuevo régimen.

Causa sospecha que todas y cada una de las encuestas que se han hecho públicas, las cuales arrojan un resultado positivo a que se concluya exitosamente el nuevo aeropuerto, hayan sido desdeñadas, ejercicios demoscópicos altamente apreciados por el presidente electo y su grupo, los cuales han depositado su confianza ciega en ellas otras ocasiones.

Entonces, ¿por qué la necedad en desarrollar un aeropuerto alterno que disminuiría la movilidad y conexión de los militares y pondría en peligro a los usuarios? ¿Por qué es obligatorio inyectar recursos públicos a un constructor en específico? ¿Por qué ya no se quiere invertir en infraestructura, pero sí se quiere concesionar? ¿No es eso lo que tanto se criticó?

Preocupa que un noble ejercicio de democracia participativa sea el disfraz, el espejo, para una consulta a modo, a mano alzada, sin filtros ni medios de control o de impugnación, que sea el grito en la plaza pública el que apabulle el silencio necesario para tomar una decisión en solitario en el interior de una mampara.

Los presidentes, los jefes de Estado son contratados por la ciudadanía para tomar decisiones, unilaterales, es parte de ceder un poco de nuestra libertad en una democracia representativa como la mexicana.

¿Podríamos adoptar mecanismos de democracia participativa? Claro que sí, estos ejercicios son válidos cuando lo que está formalmente reglamentado nos da la oportunidad de apelar a este tipo de ejercicios, ello obligaría a (1) que alguno de los sujetos facultados solicite una consulta popular, (2) proponer una reforma a la Constitución y a las leyes que de ella derivan en esta materia, haciendo más tensa la relación con la oposición o lo que queda de ella, o (3) esperarse hasta 2021 cuando la obra este prácticamente en el último tercio de su construcción. Sin embargo, se busca simular, así no, los ciudadanos debemos cuestionarnos fuertemente si queremos ser cómplices o mandantes.

Hoy será una consulta por un aeropuerto, mañana será un grupo de ciudadanos “notables” alzando la mano para decidir si alguien vive o muere, como en Canoa.

@DrThe