Aún se recuerda en algunos miembros de la Iglesia católica el Concilio Ecuménico Vaticano II que se constituyó como la primavera en una institución que en la segunda mitad del siglo XX ya se mostraba anacrónica, era la etapa de los primeros signos de la posmodernidad, corría el año de 1962 y el papa Juan XXIII presidía el inicio de los trabajos conciliares.

Juan XXIII habría llegado con una edad avanzada a encabezar su Iglesia, se pensó que sería de transición, duró un lustro, en ese lapso se efectuaría el Concilio que terminaría Paulo VI. Los cambios en el interior de la Iglesia católica serían de largo alcance como derivación de los mencionados trabajos doctrinales, el rostro eclesial se modificaría, el latín sería una referencia, ya no el idioma oficial, se alentaría el diálogo interreligioso, la apertura sería una práctica recurrente. Había llegado la primavera a las estructuras conservadoras.

En ese tiempo tendría un gran auge la denominada Teología de la Liberación, la opción preferencial por los pobres, aunque ya en el pontificado de Juan Pablo II esta corriente fue perseguida y algunos de sus impulsores fueron sancionados como sucedería con el sacerdote y ecologista Leonardo Boff.

En 1980 el arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero fue acribillado mientras celebraba un servicio religioso, un francotirador de la ultraderecha lo asesinó de un balazo en el corazón, el pastor eclesiástico era identificado como una figura de la Teología de la Liberación que se comprometió con la defensa de los derechos humanos. Un escuadrón de la muerte cobró su vida.

El papa Francisco recién canonizó al mártir salvadoreño y también hizo lo propio con Paulo VI, por cierto fue este último quien ordenó obispo al sacerdote salvadoreño. Dos figuras vinculadas en su momento a la apertura católica que iniciaría en la década de los años sesenta.

La Teología de la Liberación parece ser reivindicada por Francisco quien la conoció de cerca por ser originario de Argentina, un país sacudido en su tiempo por la dictadura militar. Otras figuras latinoamericanas de la corriente progresista fueron los mexicanos Sergio Méndez Arceo y Samuel Ruiz, el peruano Gustavo Gutiérrez, el brasileño Hélder Cámara, el clérigo y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, al que reprendió públicamente Juan Pablo II, el brasileño Leonardo Boff, entre otros.

El 14 de octubre fueron canonizados en el Vaticano Paulo VI y Arnulfo Romero, este último es recordado en El Salvador como un alma buena que fue víctima del odio que destilaba la extrema derecha, más allá de los usos y costumbres así como liturgias eclesiales, el desaparecido clérigo salvadoreño representó una esperanza para los pueblos pobres del hemisferio, una voz clara de un converso que supo leer y entender un trance difícil que al final segó su vida.

Desde hace muchos años la Iglesia católica padece una severa crisis por los múltiples escándalos de pederastia provocados por algunos de sus sacerdotes, una larga lista de ellos está vinculada con esos crímenes, encabeza ese directorio oprobioso Marcial Maciel, algunos obispos de diferentes países han sido expulsados aunque aun con todo ello no se ha reparado al daño propiciado a las víctimas. Esos males no son obra de Dios y quienes perpetraron dichas bajezas dudo que hayan creído en la divinidad. Pastores como Óscar Arnulfo Romero marcan diferencia, un claro contraste porque ellos optaron por la justicia, por los necesitados, es decir por una praxis evangélica.