Hace apenas dos años, en el 2016, la cineasta María José Cuevas traía a nuestra memoria, o a nuestro conocimiento, un insólito episodio de la historia de la delincuencia mexicana: el robo al Museo Nacional de Antropología, ocurrido en 1985, y por el que fue procesada una de las protagonistas de su aplaudido documental Bellas de Noche, la vedette Princesa Yamal.

Ahora llega a salas comerciales Museo, la historia del polémico hurto al patrimonio artístico y cultural del país, de la mano de Alonso Ruizpalacios y protagonizada por Gael García Bernal y Leonardo Ortizgris; película que ya ganó los aplausos y el premio al mejor guion del prestigiado Festival de Berlín.

En el año del gran terremoto, apenas unos meses antes del segundo mundial de futbol que albergaría el país, dos jóvenes estudiantes de veterinaria, Juan Núñez y Benjamín Wilson, deciden robar cerca de 150 piezas del museo más emblemático de México. Pero el director no quiere contar la historia del atraco, sino la de los jóvenes en el tiempo de los sucesos.

A través de estos jóvenes, como lo hizo en su destacada ópera prima Güeros, Ruizpalacios cuenta la historia de un país en un momento histórico, con toda la carga de nostalgia, esperanza y decepción que eso implica: Juan y Benjamín pertenecen a la clase media de Ciudad Satélite, residencial emblema del progreso urbano de la segunda mitad del siglo XX, hoy marginada por el propio crecimiento de la monstruosa ciudad; estudian una carrera universitaria, aunque en calidad de fósiles y se encuentran atrapados en una realidad familiar asfixiante, de la que quieren huir.

Las obsesiones y las frustraciones de Juan son primordiales. En ellas se encuentra presente el amor, pero antes de él, el poder. Lo mismo en el sometimiento de su amigo frágil, débil y con poca voluntad, Benjamín; que con su padre, un liberal devenido a profesionista exitoso, enojado con el sistema del que forma parte y del que no piensa salirse. En este ambiente hasta Benjamín simboliza algo de los mexicanos: el hombre que pierde lo que nunca tuvo.

Y en el centro de los hechos de Museo, se encuentra el sinsentido de los actos. No sólo de los narrados, sino de todos los actos de la existencia, incluso de aquellos que forman parte de la Historia, con mayúsculas, de una nación. La Historia, desde esta perspectiva, no puede ser sino mentira, nos dice una voz en off. La declaración tiene sentido en las libertades históricas que Manuel Alcalá y Alonso Ruizpalacios toman a favor del relato.

La mentira está soportada visualmente de manera magistral por el director de este drama con matices cómicos: con un manejo de cámara sumamente creativo, como ya lo había demostrado en su primera cinta, Ruizpalacios se consolida como un director con marca propia, en el que los momentos climáticos de una cinta tienen tanta importancia como los detalles que en otras manos resultarían nimios. Basten dos ejemplos de montaje para ello: la originalidad de las propias escenas del robo, a la mitad de la cinta; y el breve pero poderoso prólogo, durante los primeros minutos de la película, que transcurre en un salón de clases.

Museo es una de las películas mexicanas indispensables de este 2018 que llega a su recta final.

Permanencia voluntaria: Rebeldes de altura

La tercera película de Sergio Sánchez Suárez es una visita al México de finales de los 70, en clave de farsa, al son de Cesar Costa y utilizando únicamente la ficción. En esos años de guerra sucia, una tercia de estudiantes regiomontanos de clase alta se ven involucrados en el secuestro de un avión donde viaja el gobernador de Nuevo León y presunto “tapado” del presidente en turno. Mitch, el líder de los jóvenes, tendrá que negociar con lo más oscuro del gobierno mexicano para liberar al amor de su vida, secuestrada por el Estado por ser parte de la guerrilla urbana.