La nostalgia por los 80 está viva y los productores y creadores lo saben. El éxito mundial de la serie de Netflix, Stranger Things es sólo una muestra de lo presente que esa década está en el corazón de las audiencias, y en las cartas de las casas productoras. En la pantalla grande, la adaptación Andrés Muschietti del libro de Stephen King, It, supuso un buen resumen de los elementos de esa nostalgia al servicio de un taquillazo inteligente.

En esa línea llega a los cines Verano del 84, película que puede encaminar a su tercia de creadores, los canadienses Anouk Whissell, François Simard y Yoann-Karl Whissell, también llamados RKSS, a convertirse en jóvenes directores de culto, capaces de dividir opiniones y hacerse de un sólido público cómplice.

La cinta narra la aventura veraniega de un grupo de amigos en un vecindario típico de Nueva Jersey, que ante la inesperada irrupción en los medios de un asesino serial que gusta desaparecer jóvenes, deciden llevar a cabo una investigación en la que sospechan de uno de sus vecinos, un simpático policía soltero. En medio de su pesquisa, tienen que sobrevivir a su propia vida familiar que, contra el supuesto de la vida idílica en esos barrios, está llena de lastimaduras.

Lamentablemente Verano del 84 no resulta tan inteligente, a pesar de que utiliza los mismos tópicos de las producciones donde se inscribe: un grupo de niños preadolescentes inmersos en los suburbios norteamericanos -donde conviven con una clase media floreciente pero llena de prejuicios-, heridos por el mundo adulto y con la amistad como bandera.

Para colmo de males, su realización fue rebasada por las dos producciones ya icónicas antes mencionadas, pues si bien, fue escrita antes del estreno de la primera temporada de Stranger Things, apenas fue presentada este 2018.

Sin embargo, su calidad de independiente le brinda cierto encanto de cinta de serie B que la hace ideal para un domingo por la mañana, o una noche­ después del trabajo.

Una vez dicho lo anterior, valga la advertencia de que nos encontramos ante un divertimento extraño, que deambula entre el cine de aventuras y el de terror, entre lo completamente predecible y lo absurdamente inesperado, entre actuaciones olvidables y momentos acertados que no nos dejan abandonar la sala, entre chistes obvios y un diseño de producción sumamente sencillo y al mismo tiempo cuidado que hacen natural nuestra inmersión en el espacio y tiempo propuesto.

Pero la mayor virtud de la cinta, o su peor defecto, es su capacidad para transformarse de una propuesta meramente melancólica, a una experiencia demencial en unos cuantos segundos, en un golpe de efecto que a pocos dejará indiferentes. El espectador decidirá al final del trago si aprueba o repudia el resultado.

Permanencia voluntaria: Turbo kid

La opera prima de estos directores, Turbo kid, está disponible para su visualización en Netflix. Se trata de una comedia entre la ciencia ficción y el sinsentido que se burla del futuro que esperamos en el pasado. Como en Verano del 84, se trata de una película desde lo adolescente y como de aquella película, habrá quien ame y quien deteste su propuesta. Fácilmente podríamos hablar de Mad Max con bicicletas.