Tonatiúh Medina

Como sociedad nos hemos anclado en un infructuoso, doloroso e interminable debate público, hoy es el Nuevo Aeropuerto Internacional de México, mañana será el ancho de las calles, pasado el color de las suelas de los zapatos para bailar danzón, en un mes será alguna nueva ocurrencia, en un año o dos estaremos discutiendo la viabilidad del Estado.

No significa que no debamos discutir o confrontar ideas, pero lo que pudo haber sido un ejercicio de gobierno austero, discreto y eficaz se ha convertido en algo difícil de describir, no había pretexto para que no lo lograran, pero tal parece que se empeñan en fracasar.

¿Es la construcción del aeropuerto un tema que debería preocuparnos? Desafortunadamente si, las razones son muchas y a partir de noviembre de 2018 ya no serán técnicas o ecológicas, serán económicas a pesar de la negación en la que vive el presidente electo.

Cuando este artículo vea la luz, la famosa “consulta popular” impulsada para determinar la continuidad o no del NAIM habrá terminado o estará a punto de terminar y arrojará resultados, y tal parece que Santa Lucía es la opción con mayor probabilidad de ganar en función a como se ha diseñado este mecanismo de mal entendida democracia participativa.

La tan anhelada unidad nacional, la paz social tan prometida parece que no llegará y eso será probablemente el mayor problema que enfrentaremos como sociedad en este sexenio que todavía no da inicio, y que parece no tener fin.

Por alguna extraña razón los ganadores del 1 de julio siguen instalados en la derrota, en el resentimiento, en la confrontación, no logran digerir que el triunfo es de ellos, que bien podrían abonar a la continuidad de su proyecto político por la vía de la inclusión, de la prudencia, del respeto entre adversarios, de la fortaleza institucional del Estado mexicano y de la vía democrática que los llevó al lugar que hoy legítimamente ocupan.

Incluso las peores versiones de los ahora partidos opositores no apostaron por la destrucción como mecanismo de continuidad en el ejercicio del poder, a pesar de no haber sido un dechado de virtudes, algo bueno hicieron para lograr posicionar a México como una economía emergente que eventualmente hubiera podido disminuir o abatir el peor de nuestros flagelos, la desigualdad y todo lo que de ello deriva.

Cualquiera que sea el resultado de la consulta, no hay vuelta atrás, la semilla de la desconfianza está ahí y parece que de ella germinará algo que seguramente no gustará a nadie, de ahí la reflexión a futuro.

En julio lo que parecía una campaña de odio, de desprestigio, era más bien un llamado a la cordura y tranquilidad del votante, pero no funcionó, lo que viene no será fácil, serán años de reorganizar aquello que quede en ruinas y solo se logrará por la vía ciudadana, por la intervención del Poder Judicial en todas sus materias, y por la vía partidaria que por sí misma, por el momento, no se reflejará en la participación de los opositores en el Legislativo.

Basta navegar por las redes sociales para percibir el miedo disfrazado de crítica, las voces en contra del proyecto transformador se han multiplicado, pero todavía no logran calar hondo, no se ha logrado crear una masa estruendosa que se haga escuchar por la fuerza de las ideas, vienen tiempos difíciles para los opositores al nuevo régimen.

No es que unos tengan razón y otros no, pero México está tan inmerso en el proceso de globalización que descarrilarlo imponiendo un nuevo modelo económico y social por la fuerza de las mayorías no parece exactamente sano, apostar por aproximaciones sucesiva no está en el mapa de los ganadores, los cambios radicales no generan raíces y mucho menos asideros sociales.

Dada la importancia que tiene y goza el poder judicial en todas sus materias, ya hay intentonas legislativas para disminuirlo, pretextos hay miles, fallos también, pero dado el número tan disminuido de la oposición en el Legislativo esa es la única vía institucional que se tiene para expresar cualquier tipo de inconformidad.

La vía partidaria es una de las más interesantes y riesgosa a la vez, la pérdida de credibilidad de los partidos políticos sumado a la propuesta “ética” y “justa” de disminuir el financiamiento público que los hace funcionar, los sitúa en franco peligro de extinción, sin embargo, es la vía más flexible y rápida de organización ciudadana en la búsqueda de la incidencia en la vida pública.

Es sano apostar al fortalecimiento de todas las vías que permitan señalar abusos, levantar la voz ante cualquier dislate y sobre todo buscar la última respuesta a lo que puede ser un problema mayor, por ello se vuelve urgente buscar el fortalecimiento de la vía opositora en las elecciones de 2021 y evitar así un desastre mayor.

O fortalecemos la vía institucional o el camino por el desierto será muy largo.

@DrThe