Parecía imposible novelar la tragedia del incendio de la guardería ABC de Hermosillo, Sonora, acaecida el 5 de junio de 2009, sin caer en el sensacionalismo o en el drama… y todavía más difícil suponer que el género negro podría ser un vehículo digno para abordarla. Y de pronto llega Imanol Caneyada con 49 cruces blancas a confirmar que nada le es ajeno a la buena literatura.

La idea, nos cuenta Caneyada, surgió hace un año y medio, durante una charla con su editor sobre la falta de memoria, el olvido y la literatura como una trinchera para avivar el recuerdo, especialmente tratándose de la peor tragedia que ha vivido México en los últimos años, así como la impericia, la corrupción, la impunidad y el cinismo de la que hicieron gala las autoridades de todos los niveles de gobierno.

Raquel y su hija Paola

“El noir es un género con una vocación social indudable, cuyo espíritu ha sido, desde sus comienzos, desentrañar las cloacas del sistema y hundir el dedo en la estrecha relación existente entre crimen y poder. La tragedia de la guardería ABC tiene todos estos componentes: un crimen atroz, impensable, provocado por la corrupción y la impunidad del poder”, explica Caneyada, de origen vasco pero residente en la ciudad donde tuvieron lugar los hechos.

El detective José González Pitic, abogado venido a menos que ha optado por abandonar su natal Hermosillo tras convertirse en el chivo expiatorio de los malos manejos en torno al caso de violación de una joven y ha reubicado su centro de operaciones en Tijuana, es requerido para hacerse cargo de investigar la verdad sobre el incendio donde 49 niños perdieron la vida y otros tantos sobrevivieron con secuelas gravísimas, y cuyos padres, representados en la novela por Raquel, han recibido mucha menor atención mediática que la de los padres huérfanos, por llamarlos de algún modo.

“Raquel podría ser —dice Imanol— un personaje simbólico, representativo de las madres de la guardería que día a día tienen que lidiar con la tragedia a través de las heridas externas e internas que quedaron en los supervivientes. El conocimiento directo e indirecto de algunos casos me sirvió para construir el personaje, pero a la hora de escribir la novela, Raquel se fue revelando como una personalidad única, individual, a partir de sus propias circunstancias. Si elegí una madre con una niña viva que presenta quemaduras en el 60% de su cuerpo, fue en parte porque esas víctimas han permanecido un poco en las sombras, pero también porque me parecen la parte más viva de la tragedia, la parte que no debería permitirnos olvidar”.

“Están las menciones específicas —agrega Imanol— a los funcionarios, políticos y gobernantes. Después, esos personajes inspirados en la vida real o basados en algunos rasgos y circunstancias reales, como el abogado Alcázar, el empleado de la bodega, el chofer, quienes dan los testimonios de la intencionalidad del incendio, la propia Raquel, su hija Paola, el héroe anónimo al que llamo el Calacas. El resto son creaciones que funcionaron para construir la trama”.

Paola, hija de Raquel, desgarra el alma pese a que el autor no se permite concesión alguna, llegando a veces al extremo de la crueldad.

“Al principio me ganaban la rabia, el dolor, la tristeza, el coraje —dice Imanol—. Los primeros eran catárticos, pero no literarios. Precisamente fue hasta que di con el narrador protagonista, Pitic; con su cinismo, su nihilismo, su derrotismo, pude aproximarme a la tragedia de Paola y de todos los personajes en forma desapegada, hasta que el mismo personaje cae rendido al dolor”.

 

Una comisión de la verdad

Al parecer es verídico el hecho que lo señalado en la novela respecto a que los padres “huérfanos” consideran su dolor más “elevado” que el de los padres cuyos hijos sobrevivieron solo para sufrir el rechazo y el escarnio, como si fueran culpables de algo.

“Uno de los principales problemas que enfrentaron los padres y madres de la guardería ABC —dice Imanol— fue las divisiones internas que los llevaron a separarse, aunque hubo otros aspectos, como el enfoque que le dieron a la lucha y al proceso judicial, o el dinero que les fueron ofreciendo, no como reparación del daño sino como para ponerlos en entredicho, debilitarlos. Es una estrategia que le ha funcionado muy bien al Estado frente a situaciones como estas, criminalizar a la víctima”.

“No hay que olvidar que los padres y madres de la guardería ABC —agrega Imanol— eran trabajadores, obreros, empleados que, de la noche a la mañana tuvieron que convertirse en juristas, luchadores sociales, subir a la tribuna pública a dialogar con el poder, un poder brutal, insensible, demoledor. En la novela no pretendo juzgarlos, al contrario, me parece que fueron doblemente víctimas de un sistema muy perverso”.

¿Cómo ha reaccionado la gente de Hermosillo?, pregunto al autor. Me refiero a la crítica literaria, pero también a la social.

“Los medios de comunicación —responde Imanol—han mostrado un interés que normalmente no despierta un libro. En cuanto a los afectados, he recibido algunos agradecimientos por contribuir a que no se olvide la tragedia, a la memoria histórica. No creo que un libro en este país logre que se reabra el caso o mueva a alguna clase de movilización, pero hay intención por parte de una legisladora sonorense, Lilly Téllez, de impulsar desde el Senado una comisión de la verdad o algún mecanismo que ponga nuevamente el incendio de la guardería sobre la mesa para llegar al fondo de la cuestión”.

49 cruces blancas fue publicada por Planeta, México, en 2018.