Todos los pueblos del planeta Tierra celebran el Día de los Muertos, a su manera y en diferentes fechas. México, al igual que otros países, los rememora el 2 de noviembre de cada año; obvio que los muertos también existen, pero con una entidad diferente a la de los vivos.

Vivir y morir, como morir y vivir, es algo tan natural, que en la especie humana soporta el añadido cultural que, a ese hecho, le incrementa la delicadeza del Hombre.

Ese homínido que piensa constituye una especie, y su hogar planetario (ahora tan pletórico de gente) ha sido su Torre de Babel, ocasionando así sus diferencias naturales y culturales, pero con denominadores comunes: vida, amor, y muerte.

Los vivos encomian a los muertos; y los muertos como raíz y recuerdo sostienen a los vivos, y todo este proceder dialéctico contiene amor.

Para morir sólo se requiere una cosa: estar vivo. Con el vivir se nos impone el inapelable destino de la muerte; y el amor está irremisiblemente ligado al vivir y morir, desde antes del nacimiento y hasta después de la tumba.

El amor es un sentimiento universal que vive y muere en cada individuo, efusión capaz de mover al mundo hacia nuestros infiernos, o rumbo a nuestros paraísos.

De vida, de amor y de muerte, habla la obra gráfica de Rosenda Aguilar que aquí presentamos, en estas páginas culturales de Siempre!

Ella es una artista plástica, quien desde temprana edad convertía todos los materiales a su alcance en producción creativa: migajón, lodo, plastilina, chicle, servilletas de papel, palillos de madera, residuos de café en tazas; todo, con sus manos, lo sigue convirtiendo en mensajes estéticos, con formas múltiples.

A su aprendizaje formal suma la experiencia de su trabajo constante. Rosenda sigue aprendiendo, en plena actividad, y en estas gráficas traza al amor como entraña de la moneda de la existencia: Día de los Muertos, para un día saturado de vida.

La muerte Ilustrada

Enseñar a las muertes es un reto;

que la muerte sea sabia no es de chunga.

Una muerte ignorante me repugna;

a la muerte ilustrada la respeto.

Reflexiva la ves en este aprieto,

con lápiz, sobre libros su mirada

para que el todo se transmute en nada,

en la obtención del triunfo de su ghetto.

En florero una rama de granada,

y taza de café por la que siento

la cercanía de mi bienamada;

mientras que todo lo deshila el viento.

Dos rostros de niñez encaramada

que dan abrigo de infantil aliento.

Los amos de la muerte

(poema en prosa libre)

Quien ha dicho que la muerte no es coqueta, vanidosa muñeca lechuguina, con cintura sensual, de sugerente labia y muy cabrina. Ella lleva tras sí, instrumentos eficaces de exterminio: un potentado transnacional de la industria bélica de turbulento dominio, y a la mano armada de la inmolación evidente. Un montículo de cráneos, sorprendente, es cabal muestra de su mano diestra, de su sonriente silueta, de su pestaña y cadera pizpireta, la que hace el buen morir, porque me aprieta. Texto de Marco Antonio Aguilar Cortés.

Aventureras

(cuarteto)

Lucidoras, nada quietas,

las muertes buscan venturas,

desventuras y aventuras

rebuscan estas coquetas.

muerte de este siglo

(lira)

Es una muerte eterna,

el cráneo en osamente es descarnado,

calaca tan moderna

del siglo transcurre,

en cuenta negra lágrima discurre.

Y en vasos encerrado

subyace este silencio sosegado.

Estilete en el ojo

clavado entre la rama del carburo,

anuncia sin sonrojo

que es la muerte versión siglo XXI.

mi catrina

(décima)

Gozo a la Catrina de Posada:

de plumas y flores enredada

en sombrero que también le ufana

la dentadura que, sí, engalana

sus continuas sienes en campana;

empero, yo tengo mi Catrina,

su gorro moderno y orbitado

nutre aretes de sutil pescado,

adornado bien su gabardina

con terso esqueleto de sardina.