Javier Vieyra y Jacquelin Ramos

El Diccionario de la lengua española, editado por la Real Academia Española, define la palabra fascismo como “un movimiento político y social de carácter totalitario que se desarrolló en Italia en la primera mitad del siglo XX, y se caracterizaba por el corporativismo y la exaltación nacionalista”. El mismo concepto proporcionado por la prestigiosa institución ibérica parece dar referencia de una palabra que no debiese figurar con mucha frecuencia en la cotidianidad comunicativa, cuyo uso se encuentra limitado a ciertos círculos de científicos sociales, literatos e intelectuales en general.

Aparentemente, “fascismo” es un vocablo atrapado en el tiempo, en la primera mitad del siglo XX, y que terminó confinado a la infamia de la historia al concluir la Segunda Guerra Mundial. Eso se creía; sin embargo, lo cierto es que el fascismo, no solo en término sino como una amenaza latente, ha vuelto a tomar protagonismo en la vida pública internacional y se ha posado sobre numerosos países en el mundo a través de sus principales líderes políticos.

El chivo expiatorio

A partir de su experiencia como la primera mujer en ocupar la Secretaría de Estado en el país de las barras y las estrellas, Madeleine Albright ha decidido publicar Fascismo. Una advertencia que llega a los lectores hispanohablantes de la mano de Ediciones Paidós. En esta obra, quien fuera también embajadora de Estados Unidos ante la Organización de las Naciones Unidas expresa su preocupación por los recientes giros y divisiones que se divisan en numerosas sociedades, especialmente las que han germinado en el terreno político, siendo el resurgimiento de la ideología fascista uno de los más graves, pero que le ha resultado atractiva a la población que siente no tener voz en su país, es decir la mayoría.

A lo largo de diversos capítulos, Albright analiza a diferentes personajes que han llegado a la cumbre del poder en sus respectivas naciones implementando los diferentes componentes y rostros del fascismo en el años pretéritos y en nuestros días; tal es el caso de Francisco Franco, quien a pesar de no poseer elementos carismáticos ni de presencia, ascendió políticamente en medio de una severa crisis y un gobierno débil en España; construyó para sí la imagen de un líder que tenía todas las respuestas en ese gran vórtice de incertidumbre. Refiriéndose a años más recientes, Madeleine Albright destaca también el caso de Viktor Orbán, actual primer ministro de Hungría, quien utiliza constantemente un discurso de pureza étnica al dirigirse a sus compatriotas, tanto en su país como en el extranjero, forjando de manera paulatina un nacionalismo radical que responde a la crisis de identidad que ha generado la globalización desmedida.

Para la también autora de Madam Secretary, otro de los factores esenciales que respaldan el fascismo es la construcción de un programa político alrededor de un chivo expiatorio, al que se culpa de todas los males del respectivo país, siendo Benito Mussolini y Adolfo Hitler algunas de las más sombrías muestras, pues en su tiempo el líder alemán decidió imputar a la comunidad judía las problemáticas germanas; algo similar, explica Albright, está ocurriendo en nuestros días en cuanto que diferentes jefes de Estado achacan las situaciones adversas de sus naciones a los inmigrantes, por ejemplo.

Dentro de su publicación, la exsecretaría de Estado no podía dejar de referirse al actual presidente norteamericano, Donald Trump, a quien si bien no califica como un fascista, sí como el peor líder que la democracia de Estados Unidos haya tenido en la historia moderna. Como regresión en aspectos como la libertad de prensa, las instituciones y la libertad, así podría conceptuar el gobierno del magnate según Albright.

El papel de la sociedad civil

El subtitulo del libro, Una advertencia, es claro respecto a llamar la atención a las sociedades del mundo acerca de este fenómeno que ha empezado a entrañarse de manera considerable también en países de América Latina, como Venezuela y Brasil, que han repetido peligrosos patrones de culto a la personalidad, nacionalismo extremo y autoritarismo. Precisando que el fascismo es un proceso para llegar y perpetuarse en la cima del poder político y los líderes fascistas son matones con ejercito, que creen en sí mismos y no en su pueblo, Madeleine Albright concluye su texto especificando que la sociedad civil no debe renunciar a su responsabilidad de lidiar con la división de su nación así como a hacer frente a los líderes demagógicos que creen tener todas las respuestas en su figura.

Fascismo. Una advertencia es una alerta, tal vez todavía oportuna, para ejercer una ciudadanía plena para con nuestros países y el mundo que, a pesar de los años, sigue siendo demasiado grande para algún delirante personaje.