¿Victoria pírrica? El próximo 6 de noviembre –día de las elecciones intermedias en la Unión Americana, las primeras legislativas desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca–, se sabrá si los votantes estadounidenses le cobrarán cuentas al mandatario, o, por el contrario, le continuarán apoyando con la mayoría parlamentaria tanto en la Asamblea de Representantes como en el Senado. Estos comicios se consideran un “referendo” para el sucesor de Barack Obama. Los demócratas tratarán de ganar la mayoría en ambas cámaras del Congreso, por el momento en manos del Partido Republicano. Si estos pronósticos se cumplen se daría un vuelco a la situación política en el país del Tío Sam. Solo entonces se podría hablar del principio del fin de la vertiginosa carrera política del mentiroso mandatario estadounidense. No antes.

Mientras son peras o son manzanas, el mendaz rubio acaba de tener dos semanas de éxitos rumbosos. El arma preferida de Trump: el Twitter, no descansó en muchos días. Primero logró renegociar el Tratado de Libre Comercio con Canadá y México, el maldito NAFTA (por sus siglas en inglés), el “peor tratado comercial de la historia”, que el magnate inmobiliario prometió destruir durante su campaña electoral. Ahora, logró imponer sus condiciones a los otros dos socios. Sin duda, el ganador fue Trump, digan lo que digan los canadienses y los mexicanos.

El segundo, es haber logrado la designación en el Senado del machista juez Brett Kavanaugh (de 53 años) miembro vitalicio del Tribunal Supremo (TS), es decir que será uno de los nueve magistrados de la máxima institución judicial de la Unión Americana, lo que hipoteca a la Corte en su sesgo conservador por más de una generación. La investidura de Kavanaugh se hizo en una sesión privada en la sede del propio Tribunal en Washington –se convirtió en el juez 114 de la importante Corte– tras que el Senado aprobara su candidatura por una votación de 50 a 48. Este apretado triunfo le costará caro tanto al juez como a su proponente, el presidente Trump. Las discusiones en esta nominación obedecieron a las acusaciones contra el juez por abusos sexuales varios años antes. Las acusaciones de tres mujeres no bastaron para que la nominación presidencial fracasara.

La Casa Blanca informó que a bordo del avión presidencial el mandatario firmó un documento por medio del cual designaba a Kavanaugh como titular del Supremo, previo paso al juramento oficial. Muy a su manera, Trump aseguró antes de la votación senatorial, que el juez Kavanaugh “será un gran juez del Tribunal Supremo” y consideró que el magistrado “es una persona extraordinaria…con gran talento”. Asimismo, se mofó de una de las acusadoras, lo que originó infinidad de críticas en los medios de comunicación y manifestaciones en las calles.

Con la confirmación de Kavanaugh, Trump ya consiguió nominar con éxito a dos jueces para el Tribunal Supremo, después de que el magistrado Neil Gorsuch fue confirmado para la misma institución en el mes de abril del año 2017. Ambas postulaciones han marcado la historia del Senado de EUA, institución que tradicionalmente había apoyado –republicanos y demócratas–, a los jueces propuestos por los mandatarios en turno. El caso de Brett terminó con esa tradición. El estereotipo de este magistrado se quedaría en lo ridículo si no fuera por sus siniestras implicaciones.

La ratificación de Kavanaugh en el Tribunal Supremo es importante porque tendrá en sus manos el voto decisivo en muchos temas que afectan la vida diaria de los estadounidenses. De tal forma, se profundizará la brecha entre el poder y la sociedad civil, surcada por fuertes movimientos como el #Me Too (#Yo También).

También es cierto que el arribo de Kavanaugh al TS representa para el esposo de Melania Trump una garantía de su propia seguridad a corto plazo. Por ejemplo, en el curso de las investigaciones sobre la “injerencia rusa” en la campaña de las elecciones presidenciales de 2016, no sería raro que el fiscal especial Robert Mueller decida citar al presidente para interrogarlo. Tampoco sería extraño que el mandatario no se presentara. Entonces, el caso se radicaría en la Corte. Por cierto, Kavanaugh tomó parte en la elaboración del informe que condujo al Impeachment –fallido– de Bill Clinton. En tales condiciones, nadie olvida que el apoyo de Trump prestado durante el insólito proceso de ratificación al juez, podría servir para que un “juez agradecido” interviniera en contra del Impeachment. Todo puede suceder.

Las secuelas del caso Kavanaugh van más allá de una “posible” defensa de Trump en un probable impeachment. Por ejemplo, el 6 de noviembre además de los comicios legislativos, en Alabama se votará una enmienda a la Constitución estatal que permitiría exhibir la película los Díez Mandamientos en las escuelas y tribunales, y otra que ordenaría “la santidad de la vida nonata” y prohibiría el aborto en el estado.

Los grupos religiosos que promueven estas iniciativas tienen la confianza en que tengan buen fin, no solo por las medidas en sí, sino por la más que previsible consecuencia: una batalla legal que termine en el Tribunal Supremo. Si el juez Kavanaugh ya forme parte del TS, las posibilidades de éxito en una eventual batalla legal en la más alta instancia legal de la Unión Americana, sin duda aumentarían considerablemente. He ahí la cuestión.

Lo reducido del margen de la ratificación –solo dos votos–, supone una anomalía en el nombramiento de un cargo tan importante para la sociedad estadounidense pues el TS ha moldeado históricamente el desarrollo de la Unión Americana, más allá del aborto, de los derechos civiles y muchos otros.

Los datos históricos proporcionan un interesante panorama del asunto. Habría que remontarse al año de 1881 para encontrarse con un juez ratificado por un solo voto de diferencia. Se trata de Stanley Matthews (24-23). Otros, por el contrario, recibieron una votación abrumadora como la progresista Ruth Bader Ginsburg en 1993 (96-3). Y el conservador Samuel A. Alito 58-42. Incluso el ultimo nombrado, el también conservador Neil Gorsuch, resultó beneficiado en abril de 2017 con 54 votos a favor y 45 en contra, pese al ambiente muy dividido que EUA vivía en las primeras semanas del gobierno de Trump.

La confirmación de Kavanaugh como juez del TS crispó buena parte de la sociedad de Washington, que ya está acostumbrada a todo tipo de movimientos políticos, de uno y otro bando. El jueves 3 de octubre, por lo menos, hubo 300 detenidos. El sábado 6 hubo otras concentraciones. El movimiento se enfocó a la cercanía de las elecciones en noviembre. Se escuchaba el grito de poco más de 200 activistas que controlaron la emblemática escalera del Capitolio, antes de la votación sobre la suerte del juez Brett Kavanaugh. La policía improvisó una barrera que separó a quienes más tarde fueron arrestados del resto de la muchedumbre que los apoyó durante toda la jornada. Los manifestantes protestaban contra el nombramiento del acusado como nuevo juez de la Corte Suprema. “¡Vergüenza!”, gritaban los manifestantes a los policías. “¡Arresten a los depredadores sexuales, no a los que protestan!”, coreaban.

Sin duda el disgusto popular por la ratificación del juez Kavanaugh tendrá sus consecuencias. Varios manifestantes dijeron a la prensa: “Esto no está bien. La policía se olvida a quien debe servir: la barrera que pusieron para que no pudiéramos unirnos va contra la primera enmienda. Tenemos derecho a expresarnos”. Y así por el estilo.

En menos de un mes propios y extraños conocerán la verdadera situación política de EUA. Cierto que Donald Trump llegará a la jornada electoral del 6 de noviembre con las espaldas judiciales más cubiertas y con el triunfo proteccionista tan apreciado entre sus votantes, además del nivel más bajo del desempleo de las últimas cinco décadas, pero esto no significa nada de lo que pueda suceder en las semanas que faltan hasta ese día. La lealtad popular es muy veleidosa, especialmente para una presidencia tan errática como la del magnate que anda muy molesto por los reportajes del The New York Times respecto a las trampas fiscales cometidas por su familia para hacer crecer su fortuna, que por cierto no es tan grande como siempre ha presumido.

Donald Trump es impredecible aún para su propio beneficio, con todo y el nuevo juez del TS que nunca podrá limpiarse de las acusaciones de tipo sexual. Tal para cual. Si Donald y Brett fueran hermanos no se parecieran tanto. El 6 de noviembre se comprobará por donde quiere ir la sociedad estadounidense. VALE.