Carlos Ornelas

Si no fuera porque el debate sobe el nuevo aeropuerto ocupa la mayor parte de las notas y comentarios en la prensa y los medios, el grito de combate de Elba Esther Gordillo hubiera encendido más de lo que prendió. “Soy la presidenta —vitalicia, supongo— del SNTE”. Con ese reclamo ratifica lo que anunció el 20 de agosto: voy por todo. Sus cercanos no dejan de repetir que cuenta con la bendición del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador. Sus acérrimos enemigos, agrupados en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, acusan que los cambios que se anuncian con la consulta estatal para un acuerdo nacional sobre la educación están hechos a modo de la señora Gordillo (ver la nota de Nora Rodríguez Aceves; Siempre! 3409, 14/10/2018).

Para sustentar su reclamo de que quiere el poder en el SNTE, la señora Gordillo comisionó a dos adeptos, Luis Pérez Pasten y Venancio Morales Zúñiga, a que interpusieran una denuncia de hechos ante la Procuraduría General de la República en contra de Juan Díaz de la Torre y varios de sus cófrades. La señora Gordillo también pregonó que busca su regreso por la vía del voto universal y secreto para que los maestros sufraguen, no por amor a ella, sino por dignidad.

No sé si el presidente electo quiera pagar los favores electorales que le prestó la señora Gordillo vía las redes sociales progresistas que, dicho sea de paso, a mi juicio no fueron muchos. Los maestros que votaron por López Obrador lo hicieron por él, no porque ella se los mandara. Sin embargo, con sus rugidos la CNTE parece validar ese supuesto, sus líderes la ven de regreso.

Ya lo dijo: “Juan Díaz es la chequera de los maestros, pero lo que yo tengo es el liderazgo de los trabajadores, Esa es la diferencia”. No estoy seguro de que ella tenga la preponderancia que pregona, nunca se sujetó al juicio de las urnas y, si no recuerdo mal, en una encuesta que se levantó después de que el gobierno la encarceló, 74 por ciento de los maestros aprobaron tal medida. Nadie salió a la calle a defenderla.

Con todo, su retorno es posible. Me imagino tres vías potenciales para ello. Los futuristas o quienes hacen investigación prospectiva llaman escenarios a esas rutas probables. Percibo tres que no se excluyen entre sí, pero marcan diferencias de sustancia.

Primera, ilusión imposible. Suponiendo que fuera cierto que Andrés Manuel y por extensión su futuro secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, la quisieran de nuevo en el poder del SNTE, aunque sea por medio de su vicario, Moisés Jiménez Sánchez, harían una maniobra desde el gobierno para imponer esa corriente. Empero, sería desdecir la sentencia de AMLO de que quiere democratizar la vida sindical y frenar los atisbos de leyes que propuso Morena. Aunque no es imposible, le veo poca viabilidad a una imposición.

Segunda, voto secreto. En caso de que en realidad la señora Gordillo quisiera repatriarse en el SNTE vía las urnas, si no prosperan sus denuncias ante la PGR, tendría que esperar al Congreso nacional ordinario y los tiempos estatutarios para que Juan Díaz de la Torre deje el cargo. Él y su grupo con los controles que ejercen en las secciones y el relevo que ya hicieron en los comités estatales darían la pelea con un candidato propio. No se diga la CNTE, rompería todos los cristales necesarios —como en Tijuana— para boicotear al Congreso, pues tampoco se le da lo del voto secreto; la acción directa es su instrumento. En este escenario el tiempo corre en contra de la señora Gordillo y la paciencia no es una de sus virtudes. No obstante, no es del todo improbable.

Tercera, Congreso extraordinario. En caso de que los astros se alinearan de manera adecuada para ella, que la PGR emplace a juico a Días de la Torre y que desde el gobierno se orqueste su salida, en un Congreso extraordinario se pudiera manipular alguna opción para elegir a un vicario que se hiciera cargo temporal del puesto de secretario general y preparar la llegada de la señora Gordillo. Esta vía tampoco es irrealizable, pero la CNTE y otros grupos le harían la vida imposible al dirigente y a la SEP, con graves consecuencias para la educación nacional.

En cualquiera de los tres casos el conflicto sería la marca de la casa. Todo estaría agitado. La señora Gordillo tiene una capacidad increíble para atraer reflectores, sus dichos hacen noticias y provoca reacciones de todo tipo, la mayoría negativas a ella, a pesar de su delirio de grandeza. Si regresa, sería un mal presagio para el sistema educativo mexicano.

Cabe otra posibilidad. Que el nuevo gobierno no la considere. Quizás alguien se dé cuenta de que tenerla activa representa más problemas que acuerdos. La SEP tendría que invertir energías en combatir en varios frentes sindicales y descuidar la educación. No pienso que López Obrador o Gordillo quieran ese paquete; les quitaría tiempo para construir al sustituto de la reforma educativa.

Quizás el nuevo gobierno le mande a la señora Gordillo un personero para desearle feliz jubilación.