Más de 35 años lleva ya la directora y dramaturga Magdalena Solórzano (emprendedora e infatigable) adaptando y llevando a escena, lo mismo en versiones infantiles que juveniles, nada menos y nada más que obras de William Shakespeare: Sueño de una noche de verano, Romeo y Julieta, La tempestad; o de Moliere, Las preciosas ridículas; o de Charles Dickens, Un cuento de Navidad. Pero también se ha dado tiempo para escribir sus propias propuestas dramatúrgicas: Un cuento… que no lo es, la pastorela ¡Tambén el diablo quiere su fiesta!, ¡Póntelo Romeo! y Los secretos del viejo Om, homenaje —en tono de mambo— al inmortal fabulista Esopo, obra con la que Solórzano reemprende batalla continua con su grupo Por Amor al Arte.

Magdalena Solórzano ha entregado gran parte de su vida al teatro para niños y jóvenes, experimentando con nuevas y eficaces técnicas de sugestión pedagógica, a través del teatro. Con Los secretos del viejo Om, Solórzano no puede desligarse de esa inclinación —tan suya y apasionada— por el teatro de Shakespeare.

De nueva cuenta, la magia que ha manejado con sobrado énfasis y talento en Sueño de una noche de verano y La tempestad vuelve a aparecer en Los secretos del viejo Om, con incisiva recreación estilística que da como resultado un fresco y atractivo, amén de divertido, espectáculo en donde las fábulas de Esopo cobran vigencia manifiesta en la crítica a los vicios y virtudes del hombre.

Espejo latente de la condición humana, estos …secretos… nos revelan en nuestras más íntimas fragilidades, en las ambiciones que impulsan a la lucha por el poder y en los más determinantes mecanismos de supervivencia… En fin, de todo aquello que fabulistas como Esopo o LaFontaine señalaron con acritud quizá, para que La Verdad no fuera encubierta con el velo de las hipocresías o los malsanos actos de discordia, es de lo que Solórzano se vale para crear un sencillo espectáculo, de pronto conmovedor, pero siempre cuestionante.

Uno de los mejores montajes de esta directora es Los secretos del viejo Om, donde el sentido del humor se convierte en motor clave para el desarrollo de la trama; aliado esto al buen manejo de la paráfrasis que la conduce a respaldarse en ritmos populares como el mambo y reivindicando la función, en tanto entretenimiento reflexivo, del teatro para niños.

Con Los secretos del viejo Om, el teatrófilo confirmará que la fantasía no puede —ni debe— divorciarse de la inteligencia. Por ello, valgan muchos aplausos, hurras y porras para Magdalena Solórzano por descubrirnos entusiasta Los secretos del viejo Om y hacernos sus cómplices.