Por Javier Vieyra y Jacquelin Ramos

 

[su_dropcap style=”flat” size=”5″]E[/su_dropcap]l nombre de México se está convirtiendo en un sinónimo de cementerio o, mejor dicho, de fosa; un lugar donde emanan la muerte y el dolor. Lo que a cualquier ser humano le podría parecer la más escalofriante historia de terror, en nuestro país se ha vuelto cotidianidad ineludible: cientos de cadáveres, sádicos asesinatos a toda hora del día, tortura, impunidad, corrupción, inconsciencia y silencio. Sin embargo, los mexicanos habíamos limitado el escenario de la pesadilla despierta casi siempre a la tierra, sin detenernos a observar el agua, un elemento que también puede guardar la muerte en sus entrañas y cubrir el horror como un telón superficial.

El Estado de México ocupa los primeros sitios en los índices de criminalidad desde hace ya varios años, especialmente cuando las víctimas son mujeres. En el mes de junio, la organización civil Litigio Estratégico en Derechos Humanos, A. C. dio a conocer un estudio titulado Informe alternativo sobre la desaparición de mujeres en el Estado de México. La investigación, presentada a diferentes instancias, revela que la entidad mexiquense es el estado de la República con el mayor número de casos de mujeres, adolescentes y niñas desaparecidas: un total de mil 790. El rango de edad en que se encuentran las mujeres que conforman esta cifra, en más de 60 por ciento, es 10 a 29 años. En cuestión de feminicidios, el Estado de México, en 2017, ocupó también el primer lugar nacional con 301 casos registrados.

Por todo ello, no es casual que el Río de Los Remedios, que fluye por los municipios de Ecatepec de Morelos, Tlalnepantla y Nezahualcóyotl, sea utilizado por la delincuencia. En su valiente trabajo periodístico titulado La fosa de agua (Debate, 2018), Lydiette Carrión condensa el exhaustivo resultado de seis años de documentar las desgarradoras historias de desapariciones y feminicidios en zonas aledañas al afluente de la corriente de desagüe, especialmente en Ecatepec y Los Reyes, Tecámac, una labor que comenzó al identificar la cercanía que tenían los casos de al menos diez adolescentes arrebatadas de sus familias: “las jovencitas salían de sus casas a la tienda, a las copias, a una fiesta, con todos los indicios de que regresarían y nunca lo hicieron”, indica Carrión.  

Lo que al inicio se derivó de una suerte de curiosidad por armar un rompecabezas, poco a poco fue mezclándose con sentimientos de indignación y empatía para con las familias, especialmente con las madres de las niñas desaparecidas, pues si bien el primer acercamiento formal que tuvo Lydiette Carrión con el tema la llevó a cabo en oficinas de organizaciones civiles, después se trasladó a los lugares de las desapariciones, se entrevistó con las familias y conoció las casas de algunas de ellas. Buscó información y accedió a los expedientes.

Carrión desenmarañó una enorme red de similitudes que cubrían desde el momento de la desaparición hasta que en algunos procesos las mujeres eran halladas sin vida en el Río de Los Remedios o en un lote baldío, pasando por métodos  de tortura y violencia sexual, complicidad de las autoridades y el modus operandi de las organizaciones criminales. La reportera puntualiza que aún con todos estos indicios no es posible saber a ciencia cierta si los casos están relacionados.

“Yo no puedo asegurar que estén vinculados todos los casos, pero la  investigación pone muy claro cuáles son los indicios que apuntan a esa dirección; en realidad no lo sabemos pero hay datos similares: las llamadas telefónicas para torturar a las familias, la forma en que fueron dispuestos los restos humanos en el río de Los Remedios y los que son hallados en la carretera; eso fue algo que las autoridades no siguieron o que, hasta la fecha, no han dado muestra de que quieran indagar más allá. Hay un caso en Jardines de Morelos donde una madre me hizo ver que su hija había desaparecido a treinta metros de donde se habían llevado a otras dos niñas, entonces debe existir algún lazo“.

Lydiette Carrión

Crimen organizado y autoridades, maquinaria de impunidad y corrupción

A pesar de que ya han sido ligados y procesados algunos personajes como Eric San Juan Palafox, un exmilitar apodado “el Mili”, después de su aprehensión y la de sus colaboradores, las desapariciones han seguido sucediendo, igual que los feminicidios. Para Carrión, es importante que a las víctimas se les busque con vida, mientras no se confirme físicamente su deceso.

Lo cierto es que involucrarse en una investigación de este tipo no resulta nada sencillo, pues la línea que existe de responsabilidades entre el crimen organizado e instituciones como la policía y el ejército es borrosa, por lo que hay un punto en que ambos bandos forman parte de la misma maquinaria de crimen, impunidad y corrupción. Son organizaciones no gubernamentales quienes suelen llevar la delantera en investigaciones y difusión de desapariciones y feminicidios, logrando, por ejemplo, el dragado de cuatro kilómetros del río de Los Remedios que dio como resultado el macabro hallazgo de tres mil restos óseos, que, sin hacer las pruebas correspondientes, las autoridades clasificaron directamente como animales, aunque entre ellos se hallan encontrado partes del cuerpo desmembrado de una de las niñas desaparecidas meses antes.

La fosa de agua no sólo muestra la agudeza literaria y periodística de Lydiette Carrión, sino que deja ver en su expresión más cruda el factor humano de estos atroces actos en que las familias sufren día con día la ausencia de sus hijas entre burocracias y negligencias, hasta, en el peor de los casos aunque no menos frecuente, tener que identificar sus cadáveres desmembrados, torturados, casi irreconocibles. Estas personas son tal vez el daño más vigente de un país en plena descomposición en que las zonas referidas del Estado de México se encuentran sumergidas en la más absoluta miseria entendida como no pobreza extrema, pero sí como la raquítica calidad de vida.

Ecatepec, Los Reyes, Tecámac, Chiconautla, en palabras de Carrión, son lugares que concentran familias destruidas, sin espacios lúdicos ni áreas verdes o acceso a la cultura, grises, en donde no existe ninguna luz de futuro en el horizonte. A todo eso se enfrentan a diario y con todo eso cargan al ir en busca de sus hijas desaparecidas y ayudar a otras personas en situaciones similares a las suyas.

“Frente a todo este horror algo que no les pueden robar a las madres, a las familias, es el amor, se robaron a sus hijas, se las quitaron, pero no les quitaron el amor por ellas. Es impresionante, la mayoría de las madres del país se mueren buscando a sus hijos, hay una fuerza inagotable, que no podemos decir que sea bello, porque es espantoso, terrible, porque viven una vida que no es vida. Y también evidentemente son las autoridades las que deberían estar haciendo las llamadas, buscando en las cámaras, debería haber alguien que supiera hacer las cosas; y las familias por supuesto que estarían ahí, pero no tendría que caer este peso solo sobre ellas”.

Cómo un clamor de justicia, de no olvidar y poner un alto a este México de muerte, e igualmente de acercarse al tema y concluir esta entrevista, Lydiette Carrión cita la nota que se encuentra en las primeras páginas de su obra:

“Cuando el poeta Juan Gelman se refirió a la desaparición de su hijo y nuera a manos de la dictadura argentina, y a la posterior búsqueda de su nieta… decía con insistencia que para los atenienses el antónimo del olvido no era la memoria, sino la verdad. Se refería a una verdad simple, no retórica. En este caso la verdad sería quiénes son las desaparecidas, quiénes se las llevaron, qué les hicieron y dónde están”.

María Eugenia Fuentes: “Estamos ante una sociedad de oídos sordos”

El caso de Diana fue una de las historias que Lydiette Carrión documentó, desde su desaparición en 2013 hasta que sus restos fueron hallados en el río de Los Remedios meses después en 2014.  En La fosa de agua Lydiette retrata paso a paso el viacrucis de la señora María Eugenia Fuentes Núñez, madre de Diana, quien después de vivir la tragedia de que su hija le fuera arrebatada, ha concentrado sus esfuerzos en el activismo, ayudando a otras personas que se encuentran en la misma situación que ella debió pasar.

 “A raíz de que sucede lo de mi hija me dediqué a estudiar la forma en la que esta gente opera en el municipio y veo que una de las modalidades nuevas es la utilización de las redes sociales. Me preparo en el tema y empiezo a dar conferencias gracias al apoyo de un amigo que me invita a realizarlas en la UVM. Después no solo fue la UVM, sino se añadieron también escuelas de gobierno, como preparatorias, secundarias, hasta llegar a escuelas de preescolar con pláticas para padres de familia; a través de esto también me comprometí a apoyar a madres de familias de otros estados en la misma situación, a llevar cada viernes fichas de nuestros hijos a los diarios que existen en la Ciudad de México”.

“Margy”, como la conocen sus amigos, reconoce que a las autoridades les siguen faltando muchos recursos para actuar con rapidez y eficiencia en los casos de desaparecidos en el Estado de México, por lo que es importante en su labor acercarse a las personas y a las familias y orientarlos en derechos y herramientas de búsqueda.

“Debemos entender que no hay escuela para padres de hijos desaparecidos. Yo estoy actualmente en una asociación que se llama Red de madres en busca de sus hijos, y hacemos el activismo en el sentido de que nos buscan por medio de las redes sociales y entonces canalizamos los casos a las fiscalías correspondientes para que no hagan el recorrido que nosotros hicimos, que sea una mayor rapidez en la investigación de nuestros hijos o familiar”.

Ante un panorama que sigue empeorando en cuestión de feminicidios, Margy Fuentes declara que los casos del “Mili” o el llamado “Monstruo de Ecatepec”  forman parte de una organización o red más grande que no se limita a los homicidios únicamente, pues recuerda que a su hija la mantuvieron con vida cinco meses. Al enfrentarse día a día con el horror de estos crímenes, esta extraordinaria y valiente mujer identifica el silencio de la sociedad como el principal obstáculo en la lucha que realiza.

“El peor obstáculo para un padre de familia que está buscando a su hijo es la sociedad que no ayuda, que no comenta, y calla totalmente por miedo a ser involucrada. He aprendido en este camino que haciendo la denuncia anónima funciona, y no solo una vez, sino las veces que sean necesarias hacer las llamadas, necesitamos que la gente no tenga miedo, que denuncie. No es posible que sigamos con los oídos sordos y decir que de mi puerta hacia dentro es mi responsabilidad, y de la puerta hacia fuera no me importa, porque el día de mañana pueden ser ellos quienes sufran eso”.