Carlos Ornelas
Ni para dónde hacerse. Los foros estatales de consulta participativa para elaborar el plan de educación del próximo gobierno se transformaron en riñas entre grupos sindicales. También en una reiteración obstinada del futuro secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, de que la reforma educativa se invalidará. Insiste en que la que desarrolló este gobierno se impuso desde la cúspide del poder y solo sirvió para denigrar el magisterio. Lo mismo que dice la CNTE desde diciembre de 2012.
De vez en cuando, el futuro secretario habla de educación, de humanismo, de enseñanza del inglés o alguna otra cosa, pero sin articulación. No construye un discurso propio, edificante. Parece que el mensaje que domina es destruir lo hecho por este gobierno, no el de edificar algo nuevo. Todo a rajatabla, sin una ponderación de lo que la reforma transformó y convirtió en nuevas leyes e instituciones.
Pero si en los foros no se habla de ciertos beneficios, el futuro presidente electo tiene claro al menos un asunto. La institución del Fondo de Aportaciones de Nómina Educativa y Gasto Operativo. Este es el dispositivo que la reforma institucionalizó para centralizar el pago de la nómina; la que finiquitó el Fondo de Aportaciones a la Educación Básica que, según numerosos informes de la Auditoría Superior de la Federación, se había convertido en una fuente de corrupción incontrolable.
En Zacatecas, López Obrador afirmó que se abrogará la reforma educativa, pero el gobierno federal continuará con el control de la nómina para que el dinero “llegue a los maestros” y les llegue “el aumento”. Fue más allá: ratificó que abrogará la reforma, pero aseguró que el objetivo de controlar la nómina de los maestros es evitar que se generen actos de corrupción, a partir del condicionamiento de los salarios.
Con declaraciones de ese tipo y otras más —como pedirles a los maestros que a cambio de aumento de salarios cumplan con el calendario, que en las áreas rurales no nada más asistan de martes a jueves— AMLO demuestra que conoce rutinas y tradiciones de la burocracia sindical y que nos les permitirá regresar por el control de los recursos del que disfrutaron por largo tiempo. ¡Qué bien! Una causa noble, evitar la corrupción. Aunque también —a fe mía— de que AMLO es consciente de la máxima de Maquiavelo de que, si quiere mandar, el príncipe debe mantener el dominio sobre las arcas del reino. Las finanzas son la fuente principal del poder.
No obstante, AMLO también habla de democracia sindical, de no intervención en la vida de los gremios y de que será respetuoso de lo que decidan los maestros. Asunto que, junto con las declaraciones frecuentes de sus vicarios en el gabinete de transición y en el Congreso, genera toda suerte de interpretaciones. Para la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, eso es un indicador de que el nuevo gobierno promueve el retorno de Elba Esther Gordillo. Otros aseguran que la vieja guardia jonguitudista —bajo el mando de Carlos Jonguitud Carrillo— también se siente invitada a participar al lado de Morena, en tanto que Juan Díaz de la Torre y su grupo ofrecen diálogo y solidaridad —tal vez sumisión y garantía de gobernabilidad— al nuevo proyecto. En fin, una mezcolanza de intereses que toman preeminencia en las discusiones de los foros, mientras el debate sobre la educación fulgura por su omisión.
En política, no hay nada más difícil que pronosticar el futuro. Sin embargo, cavilo que si es cierto lo que dicen analistas que estudian la personalidad de AMLO, él es un hombre con vocación de poder. ¡Vaya, una campaña de 18 años para llegar a donde se encontrará a partir del 1 de diciembre! Que no le gusta compartir, que se apoya en un grupo pequeño —que incluye a su familia— y que disfruta del mando. Entonces, pienso, habrá otras cosas de la reforma educativa que mantendrá, más que nada porque significan poder. Por ejemplo, el Sistema Nacional de Información y Gestión Educativa —una aspiradora de datos— y ciertos dispositivos del Servicio Profesional Docente y de evaluación, al menos para el ingreso. Aunque parezca que aspira volver al pasado, estoy convencido de que AMLO no quiere que regrese la herencia ni la venta de plazas. Ni que haya difuntos que cobren en la nómina magisterial.
Los foros de consulta ya se llevaron a cabo en tres territorios de la CNTE. Ya se vio —hasta con sillas volando—la capacidad que tienen sus dirigentes para boicotear cualquier acto. Los que siguen serán en comarcas donde mandan otros grupos. Tal vez no sea tarde y pueda haber cierta reorientación de los foros, como permitir la voz de organizaciones de la sociedad civil, hablar más de los asuntos sustantivos como aprendizaje, equidad y modos de alcanzar fines nobles.
Tratar de legitimar lo que hará el próximo gobierno nada más con base en la crítica a lo hecho no parece una estrategia adecuada. La demolición sin proyectar algo nuevo produce, cuando mucho, legitimidad de corta duración.



