Luego de un accidentado proceso que incluyó amenazas del presidente Trump, finalmente concluyó la revisión del TLC o NAFTA entre México, Estados Unidos y Canadá. Es innegable que, en los hechos, el gran triunfador fue Trump, porque renegoció en favor de Estados Unidos los temas que le interesaban y ajustó los tiempos para usar la culminación de la negociación con los tiempos electorales para la renovación del Poder Legislativo de su país.

El proceso de revisión del tratado mostró que el voluntarismo berrinchudo del inquilino de la Casa Blanca es imposible de encauzarse por canales de mesura, racionalidad y objetividad frente a los hechos reales y que ni los cabildeos de los grupos estadounidenses beneficiados con el intercambio comercial, a pesar de ser parte de los votantes duros del Partido Republicanos, modificaron su testarudez e ideas preconcebidas.

Para México, sin duda era necesario firmar el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, con o sin Canadá, debido a la interdependencia que mantenemos en el proceso de integración económica y la gran dependencia insoslayable en materia de importación de granos básicos, para generar proteínas para alimentar a nuestros connacionales.

Los avatares de la relación bilateral con Estados Unidos que tuvo como eje rector esta renegociación evidenciaron, así mismo, cómo la volatilidad de los mercados financieros y la extrema vulnerabilidad del tipo de cambio, quedaban sujetas a un tuitazo de Trump.

Por eso es que pese a lo desventajoso de algunos contenidos del USMCA, al final ganamos, porque si bien el sector automotriz perdió en términos generales, la estrategia seguida más que de negociación interpares, la de defender tácticamente otros sectores, al final rindió frutos, el principal: se concretó el tratado.

Un logro importante fue en el capítulo agroalimentario, se desechó la insistencia norteamericana de estacionalidad en la importación de frutas y vegetales y con sus asegunes se mantuvo una relación bastante pareja en la importación-exportación; cabe recordar que el apartado de medidas fitosanitarias fue de las primeras negociaciones en las cuales se lograron acuerdos.

Por otra parte, se mantuvo intocado el capítulo XIX de solución de controversias, en el que la propuesta estadounidense resultaba avasalladora e incluso injerencista y de sobreprotección a sus productores.

Ahora resta esperar que los tres países, una vez firmada la versión final por sus respectivos titulares del Poder Ejecutivo en el caso de México y Estados Unidos y por el primer ministro en el caso de Canadá, lo remitan a sus correspondientes Legislativos, en nuestro caso, al Senado de la República para su ratificación.

En suma, haber logrado el acuerdo nos permitirá una alternancia ordenada, sin sobresaltos financieros, manteniendo estables los grandes indicadores macroeconómicos. Luego vendrán los anunciados ajustes al modelo de producción y distribución de la riqueza, que deberá en nuestra opinión realizarse ajustando, matizando y reformando en el corto y mediano plazo, para planear las trasformaciones de fondo de largo plazo.