A unos 78 kilómetros al noreste de la ciudad de México D.F. descansa uno de los complejos arquitectónicos más impresionantes jamás erigidos por el hombre: Teotihuacán, “el lugar donde los hombres se convierten en dioses”, como se traduce su nombre en lengua náhuatl.
Esta antigua metrópolis de la antigüedad, probablemente la más grande de Mesoamérica, fascina a propios y extraños desde tiempo inmemorial. No sólo por su perfecta planificación urbanística (que sería envidia de romanos o griegos) o sus colosales dimensiones (se cree que durante su esplendor pudo haber albergado hasta a 200.000 personas), sino porque, aun hoy, ignoramos quién diseñó su trazado y quién levantó sus espectaculares pirámides escalonadas del Sol y de la Luna, los símbolos más reconocibles de Teotihuacán.
La arqueología oficial suele situar el origen de Teotihuacán entre el 400 y el 200 a.C, durante el periodo preclásico tardío. Se han propuesto numerosos candidatos como fundadores de la ciudad: otomíes, popolocas, olmecas, cuicuilcas… pero lo cierto es que aún no existen pruebas definitivas a este respecto.
Tampoco conocemos qué civilización reinaba en Teotihuacán cuando en la urbe se construyeron los monumentos que le han dado fama mundial: las Pirámides del Sol y de la Luna, que conecta la gran Avenida de los Muertos, el Templo de Quetzalcóatl y la Ciudadela. Aunque sí sabemos, que éstos debieron levantarse entre los siglos I y III de la era cristiana.
Ecos del pasado
Un nuevo hallazgo, no obstante, podría arrojar algo de luz sobre el enigmático origen de esta metrópolis del mundo antiguo. Un grupo de investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en colaboración con el Instituto de Geofísica de la UNAM, han hallado una misteriosa cámara subterránea de 15 metros de diámetro, localizada bajo la Pirámide de la Luna.
Los científicos creen que esta oquedad, localizada a ocho metros de profundidad, podría tener un propósito ritual: “En las exploraciones efectuadas a finales de los años ochenta del siglo pasado, a través de túneles excavados en el cuerpo de la pirámide, los arqueólogos Rubén Cabrera y Saburo Sugiyama encontraron esqueletos de individuos con deformación craneal, como en el área maya, y diversos objetos de piedra verde (collares, figuras antropomorfas hechas con mosaicos), por lo que no es difícil pensar que algo similar se podría encontrar en el subsuelo”, explica la doctora Verónica Ortega, directora del Proyecto de Conservación Integral de la Plaza de la Luna.
Además de la cámara se ha localizado un pasadizo que desemboca en la plaza de la Luna, al sur del monumento. “El túnel se encuentra hacía el sur de la Plaza de la Luna, pero es probable que haya otra entrada hacia el lado oriental, por lo que es fundamental contar con una radiografía completa para saber cuáles son sus accesos”, añade Ortega.
Este descubrimiento ha sido posible gracias al análisis del terreno mediante el método de la tomografía eléctrica. Esta técnica consiste en introducir una serie de electrodos en el terreno para medir su resistividad eléctrica y así poder elaborar un mapa del subsuelo.
La Pirámide de la Luna fue una estructura que se trabajó de forma constante por los propios teotihuacanos, quienes la agrandaron en siete ocasiones y está relacionada con los rituales que se hacían en la Plaza de la Luna. Lo que aguarda en el interior de la cámara continúa siendo un misterio, aunque en las próximas exploraciones (aún sin programar) los investigadores intentarán abrirse camino hacia los ecos de ese pasado remoto y desconocido.
¡Impresionante! 🤯😱😱😱
Expertos del #INAH confirmaron la existencia de una cámara y un túnel bajo la #Pirámide de la Luna en Teotihuacán.https://t.co/O8rH0GJ5az @INAHmx @cultura_mx pic.twitter.com/0jBMovJNXc
— gob.mx (@gobmx) 25 de octubre de 2018



