Se ha vivido una escena de complicada justificación. El rey de Arabia Saudí, Salman bin Abdelaziz, y el príncipe heredero, Mohamed binSalman, han decidido teatralizar el punto clave de la hipótesis que les desliga de la muerte del periodista saudí Jamal Khashoggi. Mostrar al planeta que sienten lo sucedido con el escritor opositor que ha acabado despedazado, una realidad demostrada pero que el régimen árabe se empeña en negar con tozudez.

El caso es que las máximas autoridades saudíes han recibido a los familiares de Khashoggi con el fin de transmitirles personalmente unas “condolencias” que ya les habían enviado mediante una publicación. Buena cuenta de este acto la agencia oficial SPA. Así, según el relato oficialista, Salah bin Jamal Khashoggi, uno de los hijos del periodista, y otro familiar llamado Sahl binAhmed Khashoggi acudieron al palacio de Al Yamama, en Riad. Aceptando la invitación.

Allí, el monarca saudí y su hijo les recibieron y les mostraron su consternación por el fallecimiento de su familiar hace tres semanas en el consulado de su país en Estambul. La SPA explica que los dos visitantes se mostraron complacidos y acogieron con “agradecimiento” las palabras del rey y del príncipe heredero. Sin más detalles, de este modo se ha dado testimonio de un capítulo más del testimonio oficial que Occidente no cree.

Y lo que no han podido controlar las autoridades saudíes es que se ha filtrado que Salah bin Jamal Khashoggi ha sido obligado a acudir y a dar la mano al príncipe heredero. Esto es, la familia no traga con la explicación que les da su rey. No creen que el afamado periodista muriera como consecuencia de una “pelea” dentro del consulado. Y tampoco son sensibles la hecho de que la Fiscalía de Arabia Saudí haya ordenado la detención de 18 sospechosos.

Pero el hijo de Khashoggi ha tenido que hacerse la foto de rigor si no quería enfrentarse a unas consecuencias que las fuentes que ha esclarecido la intrahistoria de la instantánea no han precisado. En el entretanto, el Ejecutivo saudí ha cacareado que está trabajando para tomar las medidas adecuadas para que los “implicados directos” rindan cuentas de lo sucedido, “sea quienes sean”. Para ello se ha creado una comisión ministerial, liderada por Bin Salman, que pretende, según cuentan, “reformar” la Inteligencia del país.


En esta misma fecha el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha condenado con severidad lo que considera el “salvaje asesinato” del Khashoggi en el consulado de su país. Y el otomano ha lanzado la hipótesis que manejan sus investigadores: el ataque fue “planificado” y tuvo que ser ejecutado con la acción de un supuesto “colaborador local”. Por eso ha pedido al rey saudí que revele la identidad de ese ayudante que ha identificado Riad y que habría echado una mano a las autoridades consulares a deshacerse del cadáver de Khashoggi.

En este comienzo de semana la historia ha cobrado un carácter aún más truculento, pues se ha publicado que restos del cadáver “descuartizado” del periodista han sido encontrados en el jardín de la residencia del cónsul saudí, Mohamed Otaibi, quien regresó a Riad el 16 de octubre, un día antes de que equipos turcos la registraran. Donald Trump, finalmente, ha añadido su visión y ha diagnosticado desde el Despacho Oval que “el concepto original (saudí) fue muy malo, lo pusieron en práctica muy mal y el encubrimiento fue el peor en la historia de los encubrimientos“.