Ximena Covarrubias Faure

Estamos en pleno siglo XXI en un mundo lleno de cambios tecnológicos, ideológicos y sociales cada vez más rápidos y más constantes. La gente alza la voz cada vez más alto y defiende mejor sus derechos, o al menos eso creemos.

En el siglo de la información fácil un solo click te proporciona miles de respuestas a tu pregunta, y esto nos puede hacer pensar que vivimos en un mundo donde todo se puede obtener así de sencillo y todos podemos hacerlo. La democratización del todo, si tú puedes ¿por qué alguien más no podría hacerlo?

Actualmente, uno de los temas más politizados y controvertidos es la equidad de género. Existen miles de mujeres que luchan diariamente por tener las mismas posibilidades que los hombres, hacen campañas, protestas, marchas, carreras, incluso hombres que se unen a estos movimientos con la esperanza de que algo cambie y de que todos tengamos las mismas oportunidades. No obstante, en la mayoría de los países, las mujeres ganan un promedio de 60-75 por ciento del salario del hombre, y uno de los factores que más contribuye es el hecho de que las mujeres tienen más probabilidades de ser asalariadas y trabajadoras familiares no remuneradas. Según señala la ONU en su campaña He for She, en 2013 la proporción de empleo/población masculina era de 72.2 por ciento, mientras que la proporción de mujeres era de 47.1 por ciento, lo cual muestra que no solo hay una desproporción salarial, sino que las mujeres continúan participando en los mercados laborales de manera desigual a los hombres.

Lo anterior no es un tema educativo, según una investigación de Harvard: “las mujeres actualmente se encuentran a la par que los hombres en términos de educación. Y, en algunos países, las mujeres superan a los hombres en logros educativos”. No obstante, para la mayoría los avances significativos en educación no se han traducido en mejores resultados laborales y el impulso hacia la igualdad de género se ha visto obstaculizada, reflejándose en el estancamiento o disminución en la fuerza laboral de estas en el ámbito mundial.

En México, a diferencia del resto de los países pertenecientes a la OCDE, solo 47 por ciento de las mujeres con edad de trabajar forman parte de la fuerza laboral, esto es muy por debajo del 67 por ciento promedio que tiene la organización e, incluso, de muchos países latinoamericanos. Los estudios hechos por la OCDE señalan que si para el año 2040 se redujera a la mitad la brecha de género en materia de participación en el mercado laboral, el PIB per cápita podría aumentar en 0.2 por ciento anuales, lo que equivaldría a un aumento de 1,100 dólares per cápita hacia 2040, uno de los mayores aumentos proyectados entre los países de la OCDE.

Por increíble que parezca, uno de los principales motivos de la brecha de género en el mundo son las leyes. Más de 2.7 mil millones de mujeres no pueden acceder legalmente a las mismas opciones laborales que los hombres. Apenas en 2016, la Corte Constitucional de Colombia derogó la disposición del Código del Trabajo que prohibía a las mujeres el trabajo en minas subterráneas y en otras labores consideradas peligrosas o que requieren grandes esfuerzos.

Hace más de 20 años, Hillary Clinton pronunció en un discurso ante la ONU: “estos abusos han continuado porque, durante demasiado tiempo, la historia de las mujeres ha sido una historia de silencio. Incluso hoy, hay quienes están tratando de silenciar nuestras palabras”.

Veinte años y esto sigue siendo actual, no seamos silenciados más. No vivamos la falacia de la democratización del todo.