Tras la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, anunció un proyecto para fomentar el desarrollo de la región centroamericana y reducir, así, la migración.
El próximo canciller mexicano, Marcelo Ebrard, señaló que la estrategia comprende la creación de un fondo que “destinaría 75 por ciento (de sus recursos) para crear empleos y el 25 por ciento para el control fronterizo. De esta manera, trabajaríamos para hacer económicamente innecesaria la migración de sus ciudadanos”.
Asimismo, informó que ya se han tenido reuniones de alto nivel con autoridades de Centro América, en particular con Guatemala, El Salvador y Honduras, recalcando que el fin es disminuir el flujo migratorio.
“Será la primera vez que México tenga una iniciativa de ese tamaño, una propuesta mexicana, apoyada por diversos organismos internacionales”, completó Ebrard Casaubón.
Pero, ¿cómo se aprecia la propuesta desde nuestros vecinos del sur? Siempre! conversó vía telefónica con Aracely Martínez Rodas, investigadora y responsable de la maestría en desarrollo en la Universidad del Valle de Guatemala, quien compartió su visión del tema desde la óptica centroamericana.
Derecho a migrar
“Somos países con muchos retos, sobre todo en materia de desarrollo; lo que me preocupa es el objetivo, me posiciono en el derecho a migrar, el derecho de cada persona a decidir en dónde vive. El Estado tiene el deber de proteger ambos derechos, a migrar o a no migrar; está muy bien que haya esfuerzos regionales para incrementar el desarrollo, para realmente repensar las condiciones estructurales de nuestra región, pero lo que me preocupa es reducir la migración, que responde a una línea política del gobierno de Estados Unidos”.
Respecto a las causas que originan la migración, la que tradicionalmente se explica por la pobreza, el desempleo y la violencia, Martínez Rodas apuntó que hay otras razones que también se deben considerar en el análisis del fenómeno.
“No son las únicas, hay por lo menos otras dos que se agregan a las causas estructurales —pobreza, violencia, desempleo, inseguridad, corrupción—, como por ejemplo las redes que ya están instaladas de migración transnacional, tener un familiar allá, la migración en cadena como factor que la impulsa, porque la gente no se va sola y necesita ciertos apoyos a lo largo del trayecto; y hay otro factor importante: el imaginario social, las oportunidades que uno como persona ve del otro lado, la idea por fotos, narrativas, que mi pariente regresó con un coche para una población que tradicionalmente ha estado excluida del desarrollo es importante, es una sensación de oportunidad”.
Nuestra entrevistada señaló que en la revisión de este tema se debe tomar en cuenta que muchas de las personas que migran tenían trabajo en sus países de origen, “pero no ven oportunidades, no perciben seguridad, servicios básicos; pueden tener empleo, casa, ciertas condiciones para vivir, pero no ven oportunidades de progreso, oportunidades para su familia, es un factor muy importante a tomar en cuenta, porque podemos seguir desarrollándonos como naciones, pero también está este factor cultural que está inserto en las poblaciones y es algo más complicado, primero, de identificar y, segundo, tomar en cuenta a la hora de diseñar políticas públicas”.

Iniciativas sin resultados
La iniciativa que el presidente electo de México ha hecho, se suma a otras que en el pasado se presentaron, como el Plan Puebla-Panamá. Aracely Martínez nos explica, de acuerdo con su experiencia, el porqué no han funcionado.
“Nos tenemos que remontar a la historia de la región. Desde la época colonial hemos estado fragmentados, con proyectos no inclusivos. Hemos visto el fracaso de los proyectos unionistas en Centroamérica, con lógicas que no estaban basadas en un desarrollo para todos, esto hay que tomarlo en cuenta porque todavía tenemos resabios de esa historia fragmentada, que se une a las historias recientes que se reflejan en esa identidad centroamericana, con una identidad frente a México que es visto como un enfrentamiento en una lógica de poder, con México visto en un papel hegemónico, ahora aliado a Estados Unidos, porque hay más deportaciones desde México que desde la Unión Americana, lo cual es un indicador de dónde está jugando nuestro vecino”.
Asimismo, explicó que la integración de la región solo se ha dado en cierto temas, pero no en lo migratorio.
“Tenemos integración para ciertas cosas, como comercio y aduanas, pero no hemos logrado —a pesar de que hay un parlamento centroamericano— esa institucionalidad regional, nuestras propias crisis internas no nos permiten ver más allá del espectro nacional, todavía no hemos alcanzado una lógica de Estado transnacional, por así decirlo, o de una lógica regional. Seguimos siendo Estados nacionalistas, protejo mi frontera, pero no veo que del otro lado hay dinámicas similares a las mías, lo vemos en el caso de México con Guatemala o con Guatemala y Honduras”.
Aracely Martínez se refirió al hecho de que se quieren ver las fronteras como algo artificial, una construcción política, que se contrasta diariamente con la dinámica social.
“Las iniciativas pasadas, como el Plan Puebla-Panamá, tampoco han sido muy incluyentes, no definen a qué población se dirigen, son muy abstractas, sirven para ciertas cosas como el comercio, en lo que no todo el mundo participa, y no son iniciativas integrales; tendríamos que desarrollar otras ideas para empezar a dialogar. Las identidades nacionales tampoco lo están permitiendo”.

Aracely Martínez Rodas.
Otras prioridades
Otro de los problemas que observó en el tema de migración, visto desde una nación centroamericana, es el hecho de que para muchas personas hay otras prioridades que atender con recursos.
“Uno lo ve si platica en la calle, en donde se pregunta para qué se gasta dinero en esto si tenemos jóvenes que mueren por embarazos adolescentes, hay otros temas prioritarios que la integración centroamericana; además, como los planes no son integrales e incluyentes, se ven como lejanos y no tienen apoyo popular en este sentido”.
Para completar, se está discutiendo una iniciativa que viene del exterior, lo que contrasta con lo hecho en la materia en países como Guatemala. Nuestra entrevistada explicó que en su nación se hace poco para atender el tema migratorio.
“Como política pública, no tenemos; el gobierno está siendo cuestionado y no le ha dado ninguna prioridad al tema migratorio a pesar de que las promesas de campaña del actual presidente iban en el sentido de apoyar a los migrantes; esto se ha diluido por las acusaciones de corrupción, lo que es prioritario; la canciller guatemalteca no se ha pronunciado respecto a los menores migrantes que son separados de sus familias, no hay ninguna acción contundente al respecto, lo que demuestra que al gobierno no le interesa esto; lo que hay es un código migratorio renovado, dentro de lo positivo, que está aprobado, que ya tiene su reglamento, pero no es operativo, está detenido; este código renueva la institucionalidad migratoria en Guatemala, fue consensuado con la sociedad civil y está basado en el derecho humano a migrar y a no migrar, se centra en la persona como sujeto migrante para cambiar la lógica actual para actuar no solo con la migración hacia fuera, sino la interior o considerándonos como país de tránsito”.
Así, Guatemala dejará de tener una dirección nacional de migración para contar con un Instituto Nacional de Migración, algo que —se espera— pueda ayudar a un mejor manejo de este fenómeno.
“Se espera que este Instituto atienda con integralidad el tema migratorio, a diferencia de la actual dirección que lo que hace es contar gente, cuántos entran y cuántos salen, es todo lo que hace, no hay una atención a la migración realmente; la virtud del nuevo código es ese cambio de paradigma, pero no ha habido un impulso para ponerlo en marcha, no está operando, se trata de un cambio que atenta contra algunos grupos de poder que no quieren que se ponga en práctica porque afecta sus intereses, pero más allá del código no hay una política migratoria, hay una agenda de desarrollo que apunta hacia el 2030 al menos en el papel, hay algunas políticas como la nacional de competitividad que favorecerá el desarrollo y, en teoría, va a mejorar las condiciones de las ciudades intermedias, lo que nadie sabe es cómo se va a poner en marcha porque no hay dinero”.
@AReyesVigueras



