Jacquelin Ramos y Javier Vieyra

La celebración de Día de Muertos, con las barrocas ofrendas y, actualmente, con las catrinas y catrines caminando las calles de diferentes ciudades, es sin duda una de las fiestas más coloridas y representativas de la identidad nacional. Sin embargo, lo cierto es que limitar la “cultura de la muerte” a uno o dos días anuales queda demasiado corto para expresar en plenitud el singular vínculo que los mexicanos mantienen cotidianamente con la reina del Mictlán desde los inicios de la memoria. Por tal motivo no es de extrañar que nuestro país albergue un espacio dedicado a difundir su presencia desde la época prehispánica hasta nuestros días. Se trata del Museo Nacional de la Muerte, un recinto único en su tipo que se encuentra ubicado en el centro de Aguascalientes, congruentemente, la tierra del mítico José Guadalupe Posada.

Cabida a todas las expresiones

En entrevista exclusiva para Siempre!, Antonio Padilla, encargado del Museo perteneciente a la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA), explica que la celebración de la muerte en el mundo tiene una vida tan larga como la cultura misma, pues la idea de que la vida y la muerte forman un binomio inseparable proviene desde las civilizaciones precolombinas, pasa por la era cristiana y llega hasta la modernidad siendo siempre un ciclo en donde la transición de la vida material a la espiritual es esencial.

“En esta concepción, no nos distinguimos de las demás culturas, pero lo que sí nos distingue es la manera en la que la expresamos; es lo que generalmente definimos como cultura mexicana: la expresión popular que cada una de las sociedades, pueblos y comunidades del país, que a través de la historia hasta la actualidad siguen dándole espacio, tiempo y forma al tema de la muerte.”

Y son estas singulares maneras de proyectar el vinculo del mexicano con el mundo mortuorio las que se congregan en el Museo Nacional de la Muerte, que nació a partir de la colección particular de Octavio Bajonero Gil, maestro grabador de enorme prestigio que pasó gran parte de su trayectoria coleccionando calaveras y todo aquello que tuviera que ver con la muerte, especialmente con la expresión plástica, popular y estética. El inventario de Bajonero Gil alcanzó más de mil quinientas piezas, siendo predominantes las hechas de barro y provenientes de estados de la república como Michoacán, Estado de México, Puebla y Ciudad de México.

El maestro Bajonero indica Padilla, se encontraba ansioso por donar su colección a alguna institución y es en 2006 cuando se dio un encuentro entre su persona y la Universidad Autónoma de Aguascalientes. En ese momento se abrió la posibilidad de abrir un museo universitario y ello derivó en la creación del Museo Nacional de la Muerte con un ambicioso objetivo.

“Nosotros pretendemos que este espacio le dé cabida a todas las expresiones del territorio nacional, por eso la envergadura es tan amplia, obviamente es un proceso que nos va a tomar más tiempo del que llevamos, pero lo tenemos marcado como una meta final, lograr una representatividad de todos los estados. En México, hablamos de más de 2,000 municipios en todo el país, por lo que seria muy difícil darle sitio a la totalidad de las expresiones locales, pero sí podemos pensar en una clasificación de entidades federativas, en donde podamos tener los 31 estados representados”.

Posteriormente, la UAA dispuso que fuese la edificación más antigua de la capital del estado la que se encargara de resguardar semejante acervo; se trataba de la que, en sus inicios, sirviera como el convento de franciscanos de la Tercera Orden. El inmueble construido hacía 1676 pasó a ser propiedad gubernamental tras la emisión de la ley de emancipación de bienes eclesiásticos en el siglo XIX y, desde entonces, ha amparado la gestación y expansión de la universidad estatal. Actualmente, acompañan al primer edificio otros dos, provenientes de los siglos XIX y XX, respectivamente. El triple conjunto alberga las seis salas del Museo Nacional de la Muerte. La primera de ellas corresponde a una cisterna que dio el perfecto entorno para reconstruir un inframundo en donde se cuentan con representaciones de entierros humanos en la época precolombina. Posteriormente, una sala histórica recorre la travesía de la muerte desde el siglo XVII al siglo XX, para después dar paso a una sala de exposiciones temporales y finalizar con tres salones repletos de arte popular.

“En el museo tenemos un sinfín de piezas representativas entre las que se encuentra una calaverita de cristal que supuestamente pertenece a la cultura tlatelolca y que data de entre los siglos XI y XII después de Cristo. También podemos encontrar facsimilares de códices mixtecos y zapotecos y toda clase de objetos e imágenes referentes al imaginario religioso católico de la muerte: oraciones del buen morir, representaciones de la Virgen del Carmen, San Jerónimo o San Camilo de Lelis. Obviamente es posible ver muchos trabajos de nuestro artista icónico, José Guadalupe Posada, y las maravillosas artesanías de lugares como Capula y Metepec”.

 

Morbo de extranjeros

Respecto a los visitantes que llegan al Museo Nacional de la Muerte, Antonio Padilla asevera que llegan a las puertas del recinto turistas provenientes de todo México, sin embargo, son mayoría aquellos que son originarios de estados del sur de la república, que, en sus palabras, son aquellos en que existe una curiosidad cultural arraigada para con el tema de la muerte. Así mismo, el museógrafo expone que el aumento en la afluencia de visitantes ha sido paulatina, pues, en sus inicios, parte de la población del centro del país consideraba que el Museo Nacional de la Muerte se encontraba relacionado con practicas oscuras; afortunadamente, los años transformaron esa percepción. Por su parte, los turistas extranjeros igualmente se sienten atraídos por el contenido del lugar.

“Hay una parte importante de turistas extranjeros que definitivamente vienen por el morbo y la curiosidad de ver el tema y su relación cultural con México. Muchos ciudadanos de otros países aún siguen creyendo que el vinculo con la muerte es exclusivo de la cultura mexicana, eso definitivamente los atrae a un recinto como el de nosotros”.

Pero, ¿por qué precisamente en Aguascalientes habría de estar el Museo Nacional de la Muerte?, Antonio Padilla resalta la trascendente importancia que tiene el estado hidrocálido en cuanto al fin de la vida y sus simbolismos, pues no únicamente se trata de resaltar la invaluable obra que Posada realizó al respecto y que es un baluarte internacional, sino que en los últimos años el Festival de Calaveras se ha convertido en un complemento dual de las celebraciones locales, específicamente de la Feria Nacional de San Marcos que hace un elogio a la vida en todas sus formas.

“El Festival de Calaveras es el contrapeso idóneo para cerrar con broche de oro la festividad local de la Feria Nacional de San Marcos. Entonces, las mismas instalaciones que se utilizan para una verbena son las que se utiliza para la otra, con su propio carácter de identidad, con su propia dinámica”.

Concluyentemente, quien tiene bajo su responsabilidad este extraordinario museo manifiesta que en nuestros años el Día de Muertos ha recobrado su fuerza de manera contundente en virtud de que diferentes autoridades federales y locales han impulsado el reconocimiento de valores culturales nacionales. Adicionalmente, sostiene que es probable que esta fecha se encuentre en un nivel alto de comercialización, pero ello no debe traducirse necesariamente en algo negativo, pues puede brindar equilibrio frente a otras costumbres como el Halloween.

“Tenemos que aceptar que hay evolución en la sociedad, no es estática, entonces muchas aportaciones o sincretismos que se siguen dando por la influencia de la globalización son inevitables. Yo creo que hay que reconocer lo que se puede enriquecer nuestra tradición gracias a ese contacto”.

El Museo Nacional de la Muerte está ubicado en el edificio 19 de Junio en la esquina de Rivero y Gutiérrez y Morelos, dentro de la Zona Centro de Aguascalientes, Aguascalientes. Puede ser visitado de martes a domingo, en un horario de 10 a 18 horas.