Este año los premios Nobel de Medicina, Física y Química fueron otorgados a científicos que en sus diferentes campos han buscado contestar preguntas fundamentales de la ciencia, sin pensar en un principio en su utilidad, pero que han sido la base de importantes avances terapéuticos. Así se confirma una vez más que la investigación básica tarde o temprano es de utilidad para resolver problemas prácticos, por lo que no se puede hablar ni debe darse prioridad a la ciencia orientada (si es que eso significa algo) ya que la generación de conocimiento siempre es de utilidad y surge en cualquier investigación básica.

 

Una efectiva lucha contra el cáncer

El estadounidense James Allison y el japonés Tasuku Honjo se hicieron acreedores al premio Nobel de Medicina “por su descubrimiento de la terapia contra el cáncer, mediante la inhibición de la regulación inmune negativa”, según refirió el jurado del Instituto Karolinska de Estocolmo, encargado de otorgar el Premio.

Allison, en la década de 1990 comenzó a estudiar la proteína CTLA-4 que impide a los linfocitos T (un tipo de glóbulos blancos) atacar a elementos extraños, como las células malignas, con el fin de averiguar si había una manera de contrarrestar las acciones de esa proteína. Y lo consiguió, lo cual finalmente ha servido para combatir un tipo de cáncer, el melanoma, aunque el propio científico advirtió: “No me propuse estudiar el cáncer, sino entender mejor la biología de los linfocitos T, esas células asombrosas que viajan por nuestro cuerpo y nos protegen de las enfermedades. Es un privilegio conocer a pacientes tratados con éxito con inhibidores de punto de control porque son la prueba viva del poder de la ciencia básica”.

Por su parte, Honjo en 1984 descubrió la proteína PD-1 en la superficie de los linfocitos T, que también impide el ataque a las células tumorales. El científico encontró anticuerpos que neutralizan la acción de esa proteína, los cuales son más efectivos que los dirigidos contra CTLA-4, ya que combaten con buenos resultados los cánceres de pulmón, riñón, piel y linfomas. Estos descubrimientos seminales son un hito en la lucha contra el cáncer, consideró el jurado del Premio Nobel de Medicina.

 

Más luz sobre células, virus y bacterias

El estadounidense Arthur Ashkin, la canadiense Donna Strickland y el francés Gérard Mourou fueron reconocidos con el Premio Nobel de Física “por inventos innovadores en el campo de la física laser”. La mitad del premio será para Ashkin “por las pinzas ópticas y su aplicación a los sistemas biológicos”; la otra mitad para Strickland y Mourou “por su método de generar pulsos ópticos ultracortos de alta intensidad”.

Ashkin, el científico de más edad que recibe el Premio (96 años), en 1987 atrapó bacterias vivas sin dañarlas, con sus pinzas ópticas, las cuales son pulsos de luz que empujan pequeñas partículas al centro de un rayo láser, con el que se sujetan átomos, virus, células y organelos celulares como cromosomas (donde se encuentra la información genética) y mitocondrias (suministran la mayoría de la energía que requiere la célula). De esta forma se ha podido estudiar en vivo a virus, bacterias y células.

Strickland y Mourou “abrieron el camino hacia los pulsos láser más cortos e intensos jamás creados […] lograron crear pulsos láser ultracortos de alta densidad sin destruir el material amplificador”, a este técnica la llamaron amplificación de pulso con chirrido, según refiere el jurado del Premio Nobel.

De los fundamentos de estas herramientas de luz han surgido los posteriores láser más nítidos. Se emplean en la industria pero su principal aplicación en la medicina ha sido para la cirugía que modifica la graduación del ojo.

Las herramientas químicas de la vida

Frances H. Arnold, ingeniera química estadounidense, obtuvo la mitad del Premio Nobel de Química “por la evolución dirigida de las enzimas”; en tanto que el estadounidense George P. Smith y el británico Gregory P. Winter lo recibieron “por la presentación de bacteriófagos (un tipo de virus) de péptidos y anticuerpos”, informó el jurado del Nobel de Química.

Arnold, en 1993 creó un método para introducir mutaciones en la secuencia genética de enzimas (proteínas que facilitan y acelera reacciones químicas), que al colocarlas en bacterias producen proteínas con determinadas propiedades para elaborar desde productos farmacéuticos hasta biocombustibles.

Smith y Winter, por su parte, utilizaron bacteriófagos modificados genéticamente para infectar bacterias a las que dirigen para producir determinadas proteínas; ya que este método permite identificar los genes responsables de producir ciertas proteínas.

Con esta técnica se creó el anticuerpo adalimumab, que se emplea para tratar la artritis reumatoide, la psoriasis y padecimientos inflamatorios del intestino como la enfermedad de Crohn. Asimismo, se han obtenido anticuerpos que neutralizan la toxina del ántrax y frenan ciertos tipos de cánceres.

Los científicos premiados lograron generar conocimiento sin pensar en su posterior aplicación, sino con la intención de comprender mejor los fenómenos biológicos, físicos y químicos, como ha sucedido con muchas otras aportaciones que en corto o largo plazo permiten hacer la vida más amable.

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f/René Anaya Periodista Científico