¡Tantas realidades y temas se ven afectados por el tema del Nuevo Aeropuerto de la CDMX (NAICM) en lo que queda de lo que fue la Cuenca del Valle de México que no sé por dónde empezar para hacer entender porque #Yoprefieroellago! Será bueno enumerar los que yo conservo en la memoria.

La destrucción de un territorio y de sus habitantes con la alteración aún mayor de los sistemas ecológicos de este valle. Lo que era aún para muchos un lugar de milpa, obtención de sal, caza de patos y pesca se ha ido cubriendo de cemento no sin antes sufrir la invasión de miles de camiones de volteo que acarrean material para rellenar un terreno que tiene una capa arcillosa de unos 50 metros de inestable profundidad nada apta para un aeropuerto. Para paliar esto se han tajado, violado y vaciado de tezontle más de cien cerros aledaños dejando grandes oquedades donde antes había elevaciones. Incluso el cerro Chiconahutla debe desaparecer para permitir el paso de los aviones. Además, casas instaladas en esas zonas quedaron al borde del abismo, ¿quién asumirá las consecuencias? A mediados de los años setenta, por otra parte, se lanzó el Proyecto Texcoco. Éste consistía en recuperar el acuífero salitroso con varios objetivos: evitar el crecimiento de la Ciudad de México, atraer el agua que la inunda, regular el clima, en fin, crear un lugar salubre y benéfico para la megametrópolis. Este proyecto dio buenos resultados, pero la prioridad concedida al gran desagüe lo detuvo y ya no se le inyectó dinero. El regreso de aves migratorias exige, por otra parte, que se desequé uno de sus logros, el lago Nabor Carrillo, para evitar accidentes aeronáuticos: un gran esfuerzo de decenas de años tirado al suelo y una ecodiversidad segada. Menciono, last but not least, que nos encontramos ya en la agonía de la era del petróleo barato que abastece a los aviones (grandes contaminantes en una megalópolis donde los ciudadanos padecen la rarefacción del aire), ¿qué pasará con ese espantoso aeropuerto cuando los vuelos sean impagables? Además, lo que estaba en lo oscurito y explica la insistencia de elegir este emplazamiento: ¡el gran negocio inmobiliario planeado para esta zona por la gente de los grandes dineros!, ¡la construcción de la Aerotrópolis!

Todo ello habla de la ambición humana. No sólo es una obra faraónica, sino babilónica que divide a unos de otros y en la que el ingenio humano desafía las leyes de la naturaleza. Dicen los ingenieros que todo se puede, pero olvidan decir a qué costo, a qué precio y con qué fin. Olvidan mencionar el gasto de mantenimiento ante hundimientos inevitables, que ni Slim quiere, de semejante obra prometéica y quien lo pagara. ¿Cómo se limpiarán, por cierto, esas cúpulas de vidrio? Olvidan que hay otras alternativas viables y menos costosas. Una vez más queda de manifiesto que la gente de los grandes dineros sólo se ve a sí misma. Como en un espejo deformante ven en ellos al México que quieren ver y que desean vender al mundo. ¡Como si los turistas fueran a deslumbrarse por un aeropuerto magnificente, viajaran a él para admirarlo y luego se transportaran a los lugares ad hoc, sin ver la pobreza, marginación, suciedad que los virreyes han causado con su ambición, envidia, avidez! No, no digo que la gente “de abajo” seamos eso que ellos no quieren ver: somos diferentes, tenemos los pies en la tierra y en los elementos, estamos arraigados en costumbres valiosísimas que no han logrado erradicar, aunque a muchos les han robado el alma al romper el tejido social y los han entregado a la delincuencia.

Yo digo que no al NAICM en Texcoco por todas las razones arriba mencionadas y no exhaustivas, pero en particular porque el modelo de México que tienen los señores del gran dinero no corresponde más que a una ínfima parte de lo que es el gran México que somos todos en nuestra rica diversidad, y porque esas sumas estratosféricas deberían estar al servicio de todos y no de unos cuantos que se enriquecerán con la Aerotrópolis. Digo que no al sueño guajiro de un México que existe sólo en el imaginario de algunos. No nos dejemos apantallar por la industria turística que muchas ciudades mundiales altamente visitadas ya vilipendian por su capacidad destructiva. El turismo no nos ayudará a sobrevivir a la cercana hecatombe ecológica; la milpa, sí. Digo que no en nombre de un México plural que se autodetermine por sí mismo.

Además, opino que se cumplan los Acuerdos de San Andrés, se atienda Ayotzinapa, trabajemos por un Constituyente, recuperemos la autonomía alimentaria, revisemos las ilusiones del TLC, defendamos la democracia y no olvidemos a las víctimas.

@PatGtzOtero