“Si no fuera porque lo dice un extremista, un loco extremista como Mike Pence y lo peligroso que eso significa para la seguridad personal mía que ya ha sido objeto de un atentado abierto, público y para la seguridad del país uno solo se reiría de eso”, proclamó este miércoles Nicolás Maduro, saliendo al paso de las declaraciones realizadas por el vicepresidente estadounidense en las que relacionaba a Venezuela con la financiación de la caravana de migrantes que recorre México en dirección a Estados Unidos.

El dirigente bolivariano ha explicado que las palabras de la mano derecha de Donald Trump “lo primero que provoca es risa y lo segundo es preocupación porque ya comienza la paranoia imperialista” a acusarle “de todo lo que les ocurre a ellos”. En este sentido, el mandatario caribeño ha saltado con ferocidaz para negar cualquier tipo de relación con los miles de ciudadanos centroamericanos que, de manera organizada, han partido desde sus países con el objetivo de establecerse en Norteamérica.

“Y ellos (EE.UU.) son capaces de hacer cualquier cosa en el mundo. Alerto al mundo sobre la paranoia de Mike Pence y de los sectores extremistas del Gobierno de Estados Unidos contra Venezuela. Tiene una obsesión porque no han podido derrotarnos, no han podido hacer que nos rindamos ni lo podrán hacer jamás”, ha rematado Maduro, visiblemente alterado por las acusaciones emitidas por el vicepresidente estadounidense.

Pence expuso este martes que el Gobierno que lidera el magnate Donald Trump se esforzará con todo lo que tiene para evitar que la caravana llegue a territorio estadounidense y “viole” la frontera sur del país. “El presidente de Honduras me dijo que (la caravana) fue organizada por grupos de izquierda hondureños, financiada por Venezuela y enviada al norte para desafiar nuestra soberanía y nuestra frontera”, narró en una conferencia organizada por The Washington Post.

El presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, ha guardado silencio sobre esas palabras. Pero la única realidad, más allá del juego retórico político, es que la caravana que salió el 13 de octubre de San Pedro Sula (Honduras) en dirección a Estados Unidos cuenta con más de 7.000 personas, según estimaciones de la ONU. Con miles de menores de edad viajando a pie durante centenares de kilómetros desde que emprendieron una marcha de carácter histórico.

En la madrugada de este miércoles han reanudado el paso de Huixtla rumbo a Mapastepec, un trayecto de unos 70 kilómetros por las carreteras mexicanas. En la caravana, compuesta principalmente por hondureños, el cansancio ya ha causado la muerte de un joven y el malestar físico de cientos, por eso luce mucho más fragmentada que cuando atravesaron la frontera y accedieron a territorio azteca. En cualquier caso, el plan es cubrir en esta jornada lo mismo que recorrieron entre domingo y lunes pasado.

Muchos civiles y asociaciones religiosas mexicanas apoyan con víveres, ropa y medicamentos a los migrantes, al tiempo que Trump arremetió de nuevo contra la caravana al afirmar que permitir su entrada al país lo convertiría en un “caos total”. El actual mandatario de México, Enrique Peña Nieto, prometió más mano dura y el presidente entrante, Andrés Manuel López Obrador, cerró el círculo pidiendo respetó a los derechos humanos y ofreciendo visas de trabajo desde el 1 de diciembre, cuando asuma el cargo.