En enero de 1994 se firmó uno de los tratados comerciales más importantes en la historia del comercio mundial. Se trata del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) donde Estados Unidos, México y Canadá acordaron una estrategia que les permitiera reducir costos para promover el intercambio de bienes entre los tres países. Casi 25 años después, la visión empresarial de un presidente estadounidense, Donald Trump, puso en conflicto la existencia de este tratado, el cual quería disolver bajo el pretexto de que los otros dos socios abusaron de los beneficios arancelarios de su mercado.

Trump se convirtió en una bola de nieve que comenzó a arrasar con la economía global y a desvincular al Estados Unidos corporativista de las relaciones comerciales que tenía en el mundo, incluso rompiendo con antiguos aliados como Gran Bretaña y la Unión Europea.

El magnate inmobiliario impuso una serie de aranceles a diversos productos como el acero y el aluminio para, según él, recuperar un déficit que él mismo determinaba si querían ingresar en el mercado estadounidense. La mira estaba puesta en China, la Unión Europea y sus exsocios México y Canadá.

Durante más de un año, México fue abrumado por señalamientos del mandatario norteamericano, al que fustigaba por la cuestión migratoria. La propuesta de elevar un muro para contener a las oleadas de migrantes que buscan mejores condiciones de vida en la Unión Americana, que huyen de la delincuencia organizada o incluso de quienes solicitan asilo por cuestiones políticas o humanitarias, era cosa de un amedrentamiento de todos los días.

La última llamada del TLCAN lo hizo en agosto de 2017 cuando exigió una renegociación del documento o su sustitución por acuerdos bilaterales. A partir de ahí, las negociones comenzaron entre avances y retrasos.

De hecho, Trump impuso condiciones muy difíciles de cumplir. A Canadá lo señaló por el proteccionismo de su mercado de lácteos, que, según él, impedía beneficios a productos estadounidenses. En cuanto a México, lo señaló por la migración y los bajos salarios que pagaba a sus trabajadores. Asimismo, exigía crear un mecanismo para que ninguno de los socios del TLCAN pudiera manipular el tipo de cambio, algo que permitiría obtener lo que llamó “una ventaja competitiva desleal”. Esto hubiera significado permitir que la Reserva Federal de Estados Unidos controlara la moneda mexicana, cuando desde hace décadas la cotización del valor del peso se realiza según las transacciones financieras.

Como si fuera un acto de magia, las cosas comenzaron a mejorar después de las elecciones en México. A partir de ahí, se vieron avances en las negociaciones con Estados Unidos. Tal fue la situación que, a pocas horas de que venciera el plazo para que Trump entregara el aval del acuerdo, Canadá decidió aceptar “difíciles exigencias para permanecer en el pacto trilateral”.

Poco después, Trump se pavoneaba diciendo: “Les gané”.

Pese a esto, en México se destacó la labor de los negociadores con Ildefonso Guajardo al frente, como una victoria para nuestro país. Ha pasado más de una semana y el equipo negociador aún no ha revelado qué fue lo que negoció para que Trump aceptara mantener a México dentro del tratado.

En el caso de nuestro país, Trump nunca ha quitado el dedo del renglón en la migración. Entre comentarios y noticias, se ha dicho que México quedaría como el guardián de esta, aunque sin saber con qué métodos espera enfrentarla para que su socio del norte pueda sentirse más cómodo. La misma situación ha comenzado a preocupar a sindicatos y organizaciones de migrantes en Estados Unidos, muchos de ellos binacionales, los cuales consideran que el gobierno mexicano tuvo que sucumbir a las exigencias del Trump antiinmigrante.

El fundador del Comité de Justicia Social del Valle de Coachella, California, representado por Armando Bolaños, señaló que los negociadores mexicanos no consideraron algunos aspectos importantes como el de los derechos laborales y el impacto ecológico, en este último señaló que las empresas seguirán llegando a explotar la fuerza laboral y a contaminar ríos y suelo.

Esta son los comentarios que concedió a Siempre!, desde su base en Coachella, California, vía telefónica.

Omitieron la cuestión laboral y ecológica

Nadie entiende que la repercusión de un mal acuerdo da como resultado la migración. Es algo que es visible, pero que lo continúan ignorando, sobre todo en la cuestión de los derechos laborales. No está claro qué es lo que van a contemplar ahora. Hablan de unos salarios que les van a pagar en ensambladoras de autos, pero qué pasa con los campesinos. Nadie dice nada sobre la situación de los campesinos mexicanos que están en Driscolls, California, donde los explotan abiertamente. El United States, Mexico, Canada Agreement (USMCA) no contempla esos derechos.

México negoció con mucha ansiedad y de rodillas, con una urgencia tal que los estadounidenses lo notaron y se colgaron de su ventaja. No se incluyeron los sectores laborales y ecológicos. No consideraron a las corporaciones que vienen a México a contaminar las tierras y aguas y a explotar la fuerza laboral con salarios esclavistas como es el caso de las empresas Driscolls y Berry Mex en el Valle de San Quintín.

Otro sector desprotegido es el campo. Se le dio más importancia a las materias primas que a los sectores campesinos, los cuales continuarán siendo explotados. Competir contra el país más desarrollado del mundo y con las reglas que ellos impusieron fue un error. La fórmula que debieron haber seguido es los seres humanos primero y las mercancías después.

No se olviden de que Canadá explota minas de plata con sistemas antiecológicos causando muertes en localidades pobres e indígenas. En resumen: triunfaron los conservadores capitalistas de Estados Unidos.

De cualquier manera ya anticipábamos que no harían una buena negociación por eso nuestro movimiento está realizando otros proyectos como la creación del Estado 33, el cual vamos a presentar al gobierno electo. Esto porque es lamentable que a estas alturas no signifique nada a favor de nosotros los que estamos como atrapados y que la ayuda del gobierno no se ha manifestado para nada. Las instituciones mexicanas solo tienen llamadas telefónicas donde te contestan personas y lo único que hacen es tratar de consolarte de la terrible situación que vives, pero no se refleja en nada en casos concretos.

¿El Estado 33, es una opción para los migrantes?

Bueno. Por ejemplo, si tú tienes a un mexicano que lo van a deportar, no hay nadie que se haga cargo de los gastos de un abogado, el mismo gobierno mexicano no quiere hacerse cargo de esto. No hay nada, no hay tal. También hay que decirlo, las funciones de los consulados son un gran desastre. El nuevo gobierno tampoco sabe qué hacer con el problema. Ha dicho que esos consulados los convertirá en ministerios públicos con lo que no resuelven nada.

Respecto al Estado 33, los migrantes somos un estado de la república que produce más riqueza que cualquiera y que está abandonado.

Lo que voy a presentar en los foros sobre la creación del Estado 33 es crear ciertas cadenas productivas donde los migrantes que son deportados nos unamos y creamos empresas efectivas. Es algo muy parecido a lo que hicieron los judíos en Nueva York, cuando recién llegaron y no eran nada. Se organizaron en empresas colectivas, tiendas y supermercados y donaban un día de su trabajo a la semana. Ese dinero se acumulaba y permitía impulsar otras empresas. Eso es precisamente lo que intentamos hacer con los que son deportados. ¿Todo por qué? Vemos muy gris el futuro de los migrantes respecto del acuerdo comercial.

El gobierno electo está consintiendo a Trump. Es algo que no debería ser, puesto que todavía no gobierna el país. He participado mucho en el movimiento, pero no estoy de acuerdo con el USMCA, porque el tema de la migración no se abordó como se debe. Estoy en desacuerdo porque llevaron a cabo las negociaciones y nadie puede conocer el contenido de ese tratado.

Lo único que te dicen son chispitas. Hace ocho años, nuestros equipos de análisis revisaron completamente el TLCAN. Es un libro grueso que consideran muy importante pero que nadie quiere leer. Ahí se ve claramente que las ventajas son para quienes tienen dinero, pues ellos son los únicos que pueden cumplir con los trámites que se exigen para participar en el mercado trilateral.