Algunos encabezados periodísticos del 3 octubre

Pasó el 50 aniversario del emblemático (y trágico) “2 de octubre” de 1968; un día, un mes, un año —una fecha— que ya está en la historia. Libros, largometrajes y videodocumentales han aprecido a lo largo de esta media centuria, la mayor parte testimonios de quienes —desde el ángulo estudiantil— participaron de esos acontecimientos. Es el caso del escritor mexicano Humberto Guzmán, estudiante entonces de economía en el IPN, quien a su obra literaria del 68, agrega ahora su trabajo periodístico al respecto, 1968. Los ejércitos de la noche —México, Libros del Conde, 2018—. La obra recopila nueve articulos publicados en varios medios —El Día y Siempre!— al cumplirse 30, 40 y 50 años del 68. El libro se presentó el 11 de septiembre en la Sogem. Se reproduce aquí, muy sintetizada, la participación de Edwin Alcántara, historiador y escritor, autor de Diario encontrado en el Castillo de Chapultepec, México, Libros del Conde, 2017. Título y subtítulos de la Redacción.

Humberto Guzmán, escritor y periodista cultural

Edwin Alcántara

Me parece que los artículos que reúne el libro de Humberto Guzmán 1968. Los ejércitos de la noche son un material no sólo vivencial, testimonial y un punto de vista personal del movimiento estudiantil del 68, sino que, vistos en conjunto, construyen un relato novelístico que explora la dimensión existencial de un personaje-actor-testigo de acontecimientos históricos.

El narrador deja de ser un testigo (un periodista, un memorante) para convertirse en personaje y ofrecer una mirada desde una sensibilidad íntima, subjetiva, es decir, puramente literaria, de los sucesos y atmósferas que rodearon el movimiento.

 

Explosión libertaria antes que proletaria

El escritor maduro se desplaza hacia la mirada del joven inquieto, solitario, conflictuado, en momentos cándido, que a veces es participante entusiasta de la actividad estudiantil, en otras es observador reservado y cauto de la rebelión, pero que vive su propia rebelión interna.

Al joven que vemos actuar en los días del movimiento le fastidia la “canción de protesta”, pero permanece en el auditorio de la Escuela Superior de Economía donde se planean los pasos del movimiento estudiantil; sabe que su oficio de escritor le permite cumplir con la encomienda de escribir frases y consignas, pues lo consideran “poeta” sus compañeros, pero no traspasa ciertos umbrales; toma parte, pero no toma partido; toma distancia del movimiento —así se lo dicta su intuición y su conciencia— pero eso le da una visión privilegiada como observador, que mira todo desde adentro y desde afuera.

La virtud de estos textos es que no están contados desde la “épica” que suelen construir los “veteranos” del movimiento del 68 con fines autolaudatorios, promocionales, con miras a esculpir su lugar en la historia. Por el contrario, se narran casi desde la casi marginalidad de un personaje que se sabe no protagonista del movimiento, sino un joven que pudo leer los signos que anunciaban la masacre e, instintivamente, se aparta del escenario en los instantes previos al clímax (el ritual), el de la matanza de Tlatelolco e incluso experimenta dolor y culpa (casi angustia) por haberlo hecho. ¿Pero de qué siente culpa? ¿De no ser uno más de los mártires? ¿De no figurar entre los muertos del 2 de octubre? ¿De tomar con intuitiva libertad su propio camino?

Los textos de 1968. Los ejércitos de la noche conforman así una versión cultural-contextualista del movimiento estudiantil, que lo explica no desde la mirada de las influencias de la “lucha de clases” o desde las posturas doctrinales (marxismo, maoísmo, trotskyismo, comunismo), sino desde el cruce de influencias intelectuales y culturales que reciben algunos sectores de las clases medias y medias bajas, que germinan en el caldo de cultivo de un autoritarismo que si bien está encarnado en la figura presidencial, está diseminado en las más diversas manifestaciones de la vida cotidiana, familiar, social.

En este sentido, es notable que se interprete el movimiento más como una explosión libertaria antes que “proletaria”, más como un movimiento que emerge frente a necesidades psicológicas y espirituales de la juventud, que por una “conciencia de clase”; los textos analizan más al movimiento desde los estados mentales que desde los dogmas doctrinales.

Es afortunado que en 1968. Los ejércitos de la noche Humberto se detenga a abordar los aspectos más variados de la atmósfera cultural: el rock (Doors, Rolling Stones, Bob Dylan), las connotaciones del cabello largo (aún poco estilado entonces) o las implicaciones icónicas de la imagen del Che Guevara, así como las opiniones y posturas de intelectuales europeos, cineastas y escritores.

Años de rock… y los Doors en México

Los textos, a la vez que un relato vívido del entorno del 68, se convierten en documentos o fuentes que permiten reconstruir la vida familiar, la moral social y la mentalidad juvenil a fines de la década de los 60.

Humberto parece decirnos que no todos los jóvenes estaban interesados en pertenecer a una corriente ideológica, ser marxistas, maoístas o militar en el Partido Comunista. Algunos sólo gustaban de reunirse en los cafés a comentar novelas, poemas, cuentos, como lo hacía el joven Humberto, estudiante del primer año de la Escuela de Economía del Politécnico, en la cafetería de Canal 11.

Otros jóvenes, según nos muestra Humberto, simplemente se rebelaban contra la represión paterna, contra la hipocresía de la moral familiar, contra las ataduras sexuales, contra el autoritarismo.

El 68 no ha sido estudiado sin poner suficiente atención en las implicaciones de los contextos culturales y en las transformaciones mentales y generacionales. Por ejemplo, algo en lo que pone el acento el libro de Humberto es el rock “como algo más que música juvenil que vendía bien” para verlo como un “estilo de vida”, que está ligado a los cafés cantantes y seguramente a otros espacios marginales en los que el rock era una actividad clandestina. La historia de los jóvenes es un campo de la historia cultural que aún tiene muchos paisajes inexplorados, y libros como el de Humberto representan una fuente de gran importancia para estudiar y entender estas transformaciones.

Es importante, en esta misma línea, el análisis de los contextos internacionales y sus figuras emblemáticas (Kennedy, Luther King), la guerra fría, la primavera de Praga.

Periodismo y literatura

Aunque están escritos en tres momentos significativos, con una década de por medio en los tres aniversarios del 2 de octubre (a los 30, 40 y 50 años), los textos se articulan como piezas de un mismo cuadro, contado desde las distintas caras de un poliedro, en las que pueden verse reflexiones, descripciones y vivencias diferentes de un mismo episodio.

Finalmente, es importante decir que puede considerarse que los textos periodísticos de Humberto están estrechamente vinculados a una parte significativa de su obra narrativa, con la cual tienen un nexo o una continuidad intelectual, estética, filosófica y por supuesto literaria, en la que explora las atmósferas e inquietudes del 68, como en su novela Los extraños, que mereció el Premio de Novela José Rubén Romero del año 2000, y que se desarrolla precisamente en 1968, describe la atmósfera que domina la Ciudad de México, la presencia del ejército y la Checoslovaquia invadida por los rusos y sus aliados. También se vinculan estos artículos de Humberto con su crónica ficción “Manifestación de la noche” relativa a un episodio del movimiento estudiantil, incluida en su reciente libro de cuentos Historias de amantes y otros fantasmas; y tiene también un parentesco con su novela primera, El sótano blanco, que obtuvo el Premio de Novela de la Juventud, en donde su protagonista es un cantante de rock y se desplaza en los ambientes de los jóvenes outsiders de la Ciudad de México. Y por supuesto, hay que agregar aquí el libro autobiográfico de Humberto, Confesiones de una sombra, en el que tiene un lugar relevante la narración sobre la forma en que el autor experimentó el 68.