En la última semana, el doloroso caso de los hondureños migrantes ha ocupado la atención de la sociedad de los diversos países involucrados en esta tragedia, así como de los gobiernos, tanto de Estados Unidos, que es el principal destino, como de los países de origen, principalmente centroamericanos, que buscan conquistar el sueño americano. El problema no es menor y es urgente atenderlo, no solo en la frontera sur, también en la norte y desde luego en aquellas ciudades mexicanas a las que arriban en su recorrido y por diversas razones deciden arraigarse temporalmente.

El tema de la migración internacional y sus consecuencias ha adquirido tal relevancia que se ha situado entre una de las principales inquietudes que tiene la humanidad en el ámbito mundial. En los últimos años, ha sido tema de atención junto con los temas ecológicos, de narcotráfico, de desarme, del derecho al desarrollo y de la desigualdad socioeconómica entre los seres humanos que habitamos este planeta.

Actualmente no existe ningún país que pueda sustraerse del impacto económico, social y cultural de los flujos migratorios. Las guerras civiles, los conflictos internacionales, los disturbios étnicos, la discriminación racial, la intolerancia religiosa, la degradación del medio ambiente, los desequilibrios económicos, la pobreza extrema o la búsqueda de mejores niveles de vida han provocado que millones de personas abandonen su lugar de origen, produciendo efectos directos en las sociedades y en las economías de los países receptores.

En la Conferencia Mundial sobre Población y Desarrollo, celebrada en El Cairo, Egipto, en 1994, se señaló que existen más de 125 millones de personas que se encuentran fuera de su lugar de origen, esto quiere decir que aproximadamente dos por ciento del total de la población mundial se ha desplazado a otro país o región, y para 2005 eran ya 191 millones de personas migrantes en el mundo.

La mayoría de estos flujos migratorios corresponden a movimientos voluntarios, a diferencia de los 25 millones de refugiados que se han desplazado a otro país o región por motivos de conflicto interno o internacional, o bien porque son perseguidos por razones políticas, étnicas o religiosas.

En las postrimerías del siglo XX, la globalización de la economía a escala mundial, la creciente interdependencia entre los países y los notables desequilibrios entre el norte y el sur han contribuido al aumento de las corrientes migratorias internacionales motivadas fundamentalmente por causas económicas, principalmente en busca de trabajo.

Las peculiares circunstancias, internas y externas, que han influido en la necesidad de emigrar a otro país, han propiciado también en los países receptores un ambiente hostil y adverso para con los migrantes, quienes se encuentran en la mayoría de las ocasiones en desventaja, debilidad y desamparo, y, en consecuencia, estas personas ponen en peligro su vida y desarrollo personal, especialmente entre aquellos que emigran de manera irregular e indocumentada.

La vulnerabilidad de los migrantes es un grave problema, lo es más aún en el caso de los menores que en ocasiones en compañía de sus padres y muchas veces solos deciden peregrinar su calvario en busca de mejorar sus condiciones de vida, el desplazamiento que tienen que realizar y que los lleva a enfrentarse con diversos obstáculos, como los geográficos y climáticos al momento de cruces e internaciones, y el abuso por parte de sus mismos connacionales durante el tránsito, hasta xenofobia e innumerables vejaciones y violaciones a sus derechos humanos por las propias autoridades extranjeras.

Es urgente y necesario que todos los gobiernos de los países involucrados en este fenómeno sociológico construyan una acción colectiva que busque resolver el problema, lejos de una solución simplista y policiaca de deportarlos a sus países de origen. Se requiere de talento e imaginación para resolver de manera integral este fenómeno multifactorial teniendo como base el respeto irrestricto de sus derechos humanos, la aplicación de todos los tratados internacionales que los protegen y, desde luego, una visión humanista de este inédito problema del mundo globalizado.

México tiene que honrar su tradición y los compromisos internacionales que ha suscrito, haciendo a un lado la grosera arrogancia del presidente norteamericano, que olvida que Estados Unidos es una nación conformada por migrantes y que él personalmente es un americano de primera generación.