“Cuando se trata de dinero todos son de la misma religión”. Voltaire.

La aprobación en comisiones del Congreso de Colombia para quitar tres ceros a la moneda de ese país sudamericano generó diferentes tipos de respuestas en la sociedad. Pese a que está abierta la posibilidad aún requiere la aprobación final de los legisladores y la ejecución por parte del Presidente Iván Duque.

Si bien este proceso de simplificación monetaria se ha dado en otras naciones latinoamericanas como Argentina, Brasil, Chile, México, Nicaragua, Perú, Uruguay y Venezuela, en Colombia ha habido resistencia por la creación de un cono monetario que disfrace la devaluación y los efectos de la inflación del peso colombiano (COP), por lo que si bien el proyecto ha existido con anterioridad, no había contado con un amplio apoyo de la población o de los representantes, aunque por las últimas variaciones económicas contó con un mayor impulso ante una eventual toma de decisiones, la cual se ha postergados por inquietudes o dudas acerca de la medida.

Al respecto, el Banco de la República (BRC) de aquella nación señaló que el cambio sería gradual y que podría llevar tres años la transición entre ambas monedas, en la que circularían al mismo tiempo las dos familias de billetes y piezas metálicas. No obstante, la institución señaló que apoyaría el cambio siempre y cuando existan condiciones para hacerlo, lo que muestra la responsabilidad del banco central ante el tamaño de la reforma.

¿En que beneficia o perjudica a los colombianos quitarle tres ceros a su peso? Entre las ventajas de la medida están la simplificación contable que permitiría el uso de menos dígitos para realizar operaciones matemáticas para el uso del dinero. Además de que el reemplazo monetario empataría con el ciclo de vida útil del actual circulante, lo que reduciría los costos de la evolución para el erario, lo cual costaría 0.04% del Producto Interno Bruto (PIB) de acuerdo al BRC, es decir, alrededor de 400 mil millones de pesos colombianos, una cifra que podría no significar onerosa. Lo que en suma permitirá facilitar las transacciones comerciales de ese país.

Para la economía nacional habría factores competitivos que podrían facilitar la puesta en marcha de la medida, ya que, por una parte contribuiría a que los capitales ilegales o en manos de la delincuencia organizada tengan que llegar a los bancos debido a la pérdida de valor de los billetes antiguos, con lo cual podrían tener mayor vigilancia y seguimiento por parte de autoridades fiscales o de inteligencia financiera. Asimismo, una moneda más manejable y con menos ceros pondría al peso colombiano en una situación de mayor flexibilidad frente al cambio con otras divisas internacionales, lo que podría aumentar los vínculos con organismos internacionales, tal como una eventual incorporación de Colombia a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) o la firma de grandes acuerdos de libre comercio multilaterales con potencias económicas.

Sin embargo, la política pública de quitar tres ceros a la moneda colombiana también tiene detractores, los cuales han observado que en el caso de países que la han llevado a cabo han sufrido devaluaciones posteriores que afectan el poder adquisitivo de la población, además del impacto psicológico de que su dinero valga menos, lo que quizás el BRC ha tomado con cautela para estar pendiente de la tasa de inflación en caso de tomar una decisión. Otras voces refieren el riesgo de un alza de precios debido a consecuencias del redondeo, tal como ha sucedido en otros procesos de reconversión.

Quizás el costo del presupuesto público o la pérdida del poder adquisitivo ante una posible sustitución monetaria sean los elementos que pueden detener la reforma al peso colombiano. Por tanto, y para que la medida sea efectiva, el gobierno de ese país debe fortalecer otras acciones encaminadas a la atracción de inversiones y capitales que beneficien a la población y fortalezcan su calidad de vida. Por tanto, impulso al turismo, inversión en ciencia y tecnología o aumento de exportaciones pueden garantizar el éxito de quitarle tres ceros al peso colombiano.

Pese al impulso que recibió la iniciativa durante el gobierno de Juan Manuel Santos -después de una discusión de casi dos décadas- ahora toca el turno del presidente Iván Duque y el Congreso de la República de Colombia de continuar o rechazar el proceso. Por lo que pronto se sabrá si el BRC optó por defender la originalidad de su moneda o siguió los ejemplos realizados en otros países de la región. La decisión será histórica y se relacionará como uno de los principales hechos de la actual administración, pese a no ser su creador intelectual.

Pese a los aspectos positivos ante la posible reforma monetaria, la realidad del peso colombiano es que perdió su valor frente a otras divisas, en especial el dólar estadounidense en las últimas décadas. Si bien a finales de 2003 el valor era de dos mil 751 COP por billete verde, tuvo una revaloración histórica de 1,710 por unidad americana a mediados de 2008, pero que pese a algunos vaivenes comenzó una alza a partir de 2014 para llegar a un máximo de tres mil 355 en febrero de 2016, logrando una recuperación parcial para que actualmente este en alrededor de 3,050 COP por dólar, o sea, 3 nuevos pesos con cinco centavos, en caso de ser ratificada la iniciativa.

La opinión pública colombiana será decisiva para apoyar o rechazar la medida, por lo que tanto sociedad como gobierno entrarán en una fase de reflexión antes de decidir la viabilidad del proyecto. Lo importante es que el banco central y las autoridades económicas garanticen la estabilidad y el control de las acciones a fin de que sea una política benéfica para el desarrollo nacional de Colombia.

El autor es posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas. Universidad de Alcalá de Henares.