Cuando pica la hormiga, hay dos cosas por hacer: rascarse… y esperar la roncha.

Filósofo de Güémez

A cuarenta días de que Andrés Manuel López Obrador tome posesión de la Presidencia de la República, parece incrementarse el número de opinadores, pero especialmente pensadores y devotos de la democracia liberal que manifiestan inquietud acerca de cuál será “el estilo personal de gobernar” del próximo presidente.

Algunos, obviamente, expresan las inquietudes que persisten en tantos grupos de interés como conviven en una sociedad como la mexicana, una de cuyas características es que, desde hace más de cuatro décadas, se han acostumbrado a hacerle llegar a los hombres del poder sus opiniones y propuestas.

Sin embargo, a pesar de la ligereza con que algunos acérrimos partidarios de López Obrador descalifican a quienes disienten, el hecho es que no son pocos aquellos que, por sus convicciones auténticamente democráticas, se preocupan por lo que consideran —y algunos lo han dicho— política de regresión del próximo gobierno.

Poco hacen él y su equipo para serenar ánimos. Por el contrario, hasta el presidente electo adopta actitudes de provocador, como anunciar el pasado martes que el miércoles haría declaraciones que “calentarían” la polémica por las obras del Nuevo Aeropuerto de Ciudad de México.

Sabe que la fuerza política que le otorgaron 30 millones de votos es algo a lo cual, por ahora, nadie intentará oponerse. Y sabe que tiene cinco semanas para poner en marcha la consolidación de su proyecto de nación, para lo cual tendrá que consolidar un poder político como no se veía hace muchos años, varias décadas, concentrado en la Presidencia de la República.

No pocos creen que eso es el restablecimiento del régimen de partido hegemónico que tanto combatieron y, sobre todo, que han hecho todo, hasta socavar el actual régimen, con tal de evitar la recuperación de ese poder.

Allá abajo, en el llano, donde la gente solo espera que los gobiernos le resuelvan sus problemas personales, los de su comunidad y que les den la oportunidad para que sus hijos tengan una mejor vida que ellos.

Ese sector mayoritario en la masa de votantes de Morena, aunque lo duden quienes afirman que llegó la hora de la izquierda, esos millones de mexicanos pudieron votar por algo de lo que hasta ahora nadie quiere hablar.

¿No sería mejor hacernos la pregunta: y si los 30 millones de mexicanos votaron el 1 de julio de 2018 por la restauración de la Presidencia Imperial? Conste, es pregunta que ahí queda.

jfonseca@cafepolitico.com