Hay dos temas que aunque parecen ser externos al contenido de la película que se reseña, en realidad forman parte de ella de forma fundamental. El primero es el gran año que la plataforma de Netflix ha tenido en cuanto a la calidad y recepción de sus películas, incrustándose en los círculos cinéfilos, sobre todo a través del Festival de Venecia, donde al menos tres de las cintas del servicio se preestrenaron: Roma, del mexicano Alfonso Cuarón, que ya cosecha un buen numero de reconocimientos; Al otro lado del viento, el último trabajo de Orson Welles, quien muriera en 1985; y La balada de Buster Scruggs, la nueva película de los hermanos Coen.

El otro tema es que dos de los cineastas más queridos y valorados del cine contemporáneo hayan decidido brincarse las cadenas de distribución tradicionales, y llegar al público a través del streaming.

A decir de los hermanos Joel y Ethan, esto se debe a las presiones que la gran industria carga sobre los creadores, tanto en contenidos como en las trabas para su exhibición, además del poco interés que esa industria tiene en las películas de bajo presupuesto, a favor de grandes franquicias de acción y superhéroes.

Sin competir con ellas, Netflix ha abierto sus puertas a obras de menor presupuesto y mayor personalidad, lo que hizo posible que la poco convencional Balada de Buster Scruggs estuviera disponible desde la semana pasada en la plataforma.

Pensada originalmente como una miniserie, la cinta se forma con seis cortometrajes o relatos sobre la frontera estadounidense-mexicana. Cada cortometraje retoma los clichés del cine y de la literatura del Viejo Oeste, sin tener empacho en tocar y mezclar temas siempre vigentes con elementos anacrónicos: pistolas, ley seca e indios pieles rojas salvajes cruzan la pantalla en cada historia.

Por supuesto, el western no es un lugar nuevo en la filmografía de los Coen. Ya habían explorado esas tierras en Temple de acero, y muchos de los recursos de esta nueva propuesta recuerdan a sus mejores obras: Sin lugar para los débiles, Fargo y Balada para un hombre común, e incluso en ¡Salve Cesar!. Con la experiencia y sabiduría mostrada en esos antecedentes, construyen un Oeste de ensueño: los panoramas, las tomas y en general la ambientación de los capítulos es fantástica. El desierto, las cantinas y salones, los paisajes nevados, logran introducirnos al libro del que brotan los cuentos.

Y sobre todo está presente en todos ellos un a veces disparatado y otras veces duro humor negro. Los cortos, que también podrían ser canciones, en apariencia dispares, son hermanados por el centro de ese humor: el humor por la muerte.

Ese tono tragicómico es entendido por las estrellas que forman el reparto, James Franco, Liam Neeson, Tim Blake Nelson, Zoe Kazan, Tom Waits, entre otros. Juntos a sus directores conforman una declaración de amor por el Oeste, pero también por el cine, una declaración que llevan años construyendo y de la que esta balada forma una pieza indispensable.

Permanencia voluntaria: Muchos hijos, un mono y un castillo

La ópera prima de Gustavo Salmerón es un retrato documental de su propia madre, Julita Salmerón, y de sus sueños, presentes desde que era niña. Cuando el menor de sus hijos se entera de que su madre ha perdido la vértebra de su bisabuela asesinada, guardada a lo largo de tres generaciones, la familia emprende una divertida búsqueda entre los más peculiares y extraños objetos que Julita ha ido acumulando a lo largo de sus más de ochenta años. Pero lo que en realidad Julita está a punto de encontrar es el verdadero significado de la vida.