Desde el siglo XX, nuestro país ha sido principal refugio y asilo para miles de inmigrantes. Poco después de la recién formada Unión Soviética, México recibió entre otros a empresarios, científicos, políticos y disidentes del régimen de aquel país, entre ellos, por ejemplo, se encuentra el caso del político León Trotsky, quien cogió apoyo y protección por el Estado, encabezado en aquel entonces por el presidente Lázaro Cárdenas.

En 1937 llegaron españoles que huían de la Guerra Civil de aquel país; entre 1938 y 1940, México fue refugio para inmigrantes judíos, alemanes e italianos que huían de las dictaduras fascistas en aquellos países.

La lista es larga, durante décadas México ha sido objeto de diversas inmigraciones, ha sido receptor de miles de personas de diversas partes del mundo, por motivos distintos, que van desde persecuciones políticas, catástrofes naturales o problemáticas de carácter social o económico que ponen en peligro su vida, libertad y seguridad.

Lo que actualmente vive nuestro país es un fenómeno multitudinario, el pasado 12 de octubre poco más de siete mil migrantes, aproximadamente dos mil de ellos niños, provenientes de Honduras, Guatemala y el Salvador integraron una caravana para buscar un mejor panorama para sus familias, pues la violencia, la crisis política y la evidente pobreza en sus países de origen son las principales causas de este desplazamiento.

Sus derechos deben ser protegidos; los tratados internacionales y, por supuesto, nuestra Carta Magna contempla su protección, pues en nuestro artículo primero claramente se establece la obligación de las autoridades para protegerlos bajo los principios primordiales de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad además de principios como el pro persona y el de interpretación conforme, para así dar una mayor cobertura a la protección de derechos humanos.

Por lo anterior, el Estado mexicano debe dar atención a este fenómeno social, no solo es un deber moral y ético, nuestro ordenamiento jurídico lo establece en la Ley Nacional de Migración.

El gobierno federal ha anunciado programas de apoyo para los centroamericanos que hayan solicitado formalmente su condición de refugiados, como el “Estás en tu casa” que los ayudará a conseguir un empleo temporal, atención médica y la oportunidad de que los niños migrantes tengan atención educativa.

Lo anterior no es resultado de una dádiva o un favor, es una obligación jurídica pues lo anterior se encuentra establecido en el artículo octavo de la ley de migración. El artículo establece, por ejemplo, que los servicios médicos y de educación deben ser provistos independientemente de su situación migratoria.

En las últimas semanas, hemos visto diversos actos de violencia en contra de los migrantes centroamericanos, vulnerando absolutamente la ley, pues ella contiene que sin importar que tengan una situación migratoria irregular deben ser tratados sin discriminación y con el debido respeto a sus derechos humanos.

No es con policías como se ejerce la diplomacia, se ha preferido la fuerza pública que el diálogo. Es preocupante la falta de acciones concretas y propositivas por parte del gobierno.

Debemos dejar algo claro: los derechos humanos no deben ser moneda de cambio en ninguna circunstancia, hago esta anotación ante la presión ejercida por parte del gobierno de Estados Unidos y nuestra relación comercial.

Estados Unidos y cualquier otro país debe respetar el principio de no intervención, fundamental en la política exterior, pues de lo contrario se vería afectada la voluntad, soberanía e independencia de nuestro estado.

Insto a las autoridades mexicanas en funciones y por supuesto al nuevo gobierno a que genere los protocolos necesarios que garanticen la aplicación eficaz de los ordenamientos legales en materia migratoria, porque debemos comprender el papel histórico de México en esta materia, no solo somos un país de ingreso y permanecía sino también de tránsito.

Reitero como lo dije en la tribuna del Senado de la República: por humanidad, sororidad y dignidad de la persona humana, levantemos la voz y digamos ¡hermanos todos, humanos todos!