En 2017, los editores del Diccionario de Oxford eligieron la expresión Fake News (“noticias falsas” que algunos traducen como “noticias basura”), como la “palabra del año”, que tomaba el relevo de Post-Truth (postverdad), seleccionada en 2016. Tal y como sucede con palabras inglesas de reciente factura, inmediatamente se utilizan en español sin traducción. En este caso, ambas forman parte de un mismo concepto, porque no hay noticias falsas sin mentiras; suponen el desprecio a los hechos objetivos, en aras de exaltar falsedades; su caldo de cultivo es la política y, para el caso, la política en que navega el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, mentiroso irredento que no le importa mentir siempre y cuando logre su propósito.
En las elecciones del martes 6 de noviembre casi logra sus aviesos planes. Pero solo en lo que se refiere al Senado, con mayoría del Partido Republicano, no así en la Cámara de Representantes, que después de ocho años volverá a estar dirigida por el Partido Demócrata. En uno y otro caso las mayorías del Congreso del Tío Sam únicamente demuestran la profunda división de la sociedad estadounidense, como pocas veces en su historia, provocada fundamentalmente por el discurso negativo de odio y de persecución de la prensa libre que a troche moche realiza el fantoche magnate, amén que vía Twitter (su forma preferida de gobernar), convierte una derrota en un “sorprendente triunfo”. La noche del día de las elecciones tuiteó: “¡Tremendo éxito el de esta noche! Gracias a todos”.
En los últimos días, Trump se convirtió en el paladín de los candidatos republicanos. Utilizando día y noche sus Fake News, trató de infundir el miedo entre sus votantes frente a la caravana de desdichados centroamericanos que cruzan México con el propósito de cruzar la frontera del norte en busca del otrora rutilante “American Way of Life”. En parte, Trump logró su propósito. Todavía hubo muchos votantes “rojos” que sufragaron a favor de los republicanos. No tantos como deseaba el hombre de la estrafalaria cabellera. Pero los suficientes para permitirle seguir en busca de la reelección. En la nueva Cámara de Representantes los demócratas tratarán de impedírselo. Hay muchos puntos negros en el rubio personaje que le causarán graves problemas.
Mientras tanto, en este caso no hay Fake News: es un hecho que los republicanos perdieron la mayoría en la Cámara de Representantes. Así como gobernadores y congresos estatales, alcaldías y otros puestos menores. Sin embargo, Trump no cejará en su empeño. Sabe utilizar las redes sociales a su favor. Gran parte de su electorado carece de preparación, son ciudadanos fáciles de manipular. De seguir así, “los algoritmos podrán seguir moldeando la realidad social hasta alcanzar su objetivo: modificar la conciencia de los ciudadanos”, como dice Rosario G. Gómez en su artículo Rebrotan las noticias falsas.
Aunque el triunfo del Partido Demócrata no fue contundente, sin duda el martes 6 de noviembre se inscribirá como el “inicio” de la posible derrota de Trump en su intento de reelegirse. Para fortuna de Estados Unidos de América y del resto del mundo. Donald es un mal bicho.
Bien dice Lluís Bassets en La democracia está viva: “El sistema funciona. Los contra poderes van a actuar de nuevo, con la Cámara de Representantes en manos de los demócratas, tras estos dos años de control republicano sobre la cúspide de los tres poderes, el Ejecutivo, el Judicial y el Legislativo. Limitar el poder de un presidente tan peculiar como Donald Trump será el primer objetivo de la nueva Cámara de Representantes…Para eso se han movilizado y han votado los electores demócratas en una medida insólita en unas elecciones de mitad de mandato, como si fueran unas presidenciales: para echar a Trump. Los nuevos congresistas, más jóvenes, mucho más diversos y coloreados, más izquierdistas, no lo conseguirán porque no pueden conseguirlo: podrían llegar a iniciar la destitución (Impeachment), pero quien debería votarla al final es el Senado, por una mayoría de dos tercios que jamás se ha alcanzado en la historia para tal procedimiento extremo contra el presidente. Y menos todavía con la mayoría republicana intacta”.
El hecho es que la Cámara de Representantes será dirigida por los Demócratas: hasta el momento de redactar este reportaje el PD contaba con 219 escaños, y los republicanos con 193. Estas cifras pueden cambiar. Y en el Senado, los republicanos suman 51 curules y los demócratas 45.
Por otra parte, estas elecciones cuentan con récords históricos: 116 mujeres fueron elegidas, además llegan las primeras candidatas musulmanas y dos amerindias; 95 en la Cámara de Representantes (en la anterior eran 84), 12 en el Senado y nueve gobernadoras. La mayoría son demócratas. Musulmanas Ilhan Omar, en Minnesota y Rashida Tlaib, Michigan. Igualmente demócratas, dos amerindias llegan a la Cámara de Representantes: Sharice Davids, por Kansas y Deb Haaland, por Nuevo México.
Otra victoria relevante es la de la demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, de 29 años de edad, que es la más joven asambleísta de la historia. Desde las primarias se convirtió en noticia al derrotar al veterano Joseph Crowley, que estaba en su curul desde 1999. Alexandria participó en la campaña presidencial anterior de Bernard (Bernie) Sanders –que por cierto ahora ganó la senaduría por Vermont–, y al ganar será la representante por el 14o Distrito de Nueva York.
Otras mujeres ganadoras fueron Lizzie Fletcher en Texas. En Virginia, también demócrata, Abigail Spanberger. Así como Jahana Hayes, la primera demócrata negra que representará a Connecticut en el Congreso. Como profesora de profesión, Hayes exige el mejoramiento de la política federal en materia de educación.
En el bando republicano también sobresalen algunas mujeres como Marsha Blackburn, de Tennessee, cercana a las posiciones que defiende Trump, será la primera senadora de este estado. En Arizona Martha McSally, también será la primera mujer senadora de su entidad natal. De carrera militar, tiene el grado de coronel de la Fuerza Aérea, que ya fue elegida como Representante desde 2015.
Otras féminas ocuparán por primera vez el puesto de gobernadoras en sus respectivos estados. La demócrata Janet Mills en Maine, la republicana Kim Reynolds en Iowa, o la republicana Kristi Noem en Dakota del Sur. Asimismo, la fuerza del movimiento #MeToo también influyó en los resultados. De ahí la mayor presencia de la mujer en estos comicios, sobre todo en el bando demócrata.
Estos comicios de medio mandato tuvieron otras características que los diferencian de las anteriores. Por ejemplo, aunque ninguno de los dos aparecían en las boletas, tanto Donald Trump como el ex presidente Barack Obama se convirtieron en los principales oradores de las campañas de los candidatos a representantes y senadores, así como de sus abanderados para las 36 gubernaturas en liza. Normalmente el presidente en funciones no participa en este tipo de elecciones. Pero lo normal no se incluye en los procedimientos del estrafalario sucesor de Obama. Ahora acaparó los mítines. Y su acostumbrado ego fue la constante: “Votar por Marsha es, de hecho, votar por mí”, declaró Trump en Tennessee, junto a la aspirante republicana, Marsha Blackburn, muy afín a sus proclamas.
Hussein Obama, por su parte, en un mitin en Atlanta el viernes anterior a los comicios, advirtió: “En las últimas semanas ha habido continuos intentos de dividirnos con una retórica diseñada para enfadarnos y asustarnos, con imágenes para explotar nuestra historia de división racial y étnica para colocarnos en contra del otro…(por eso, agregó), puede que estas sean las elecciones más importantes de nuestra vida”.
En su primer discurso de esta campaña, Obama arremetió contra el mandatario a quien, llamándolo por su nombre, calificó de “amenaza para nuestra democracia” y criticó un sinfín de asuntos: su connivencia con Rusia, su equidistancia con la violencia de neonazis, sus constantes ataques a la independencia judicial y contra la prensa. Obama se convirtió en el líder demócrata que necesita su partido. Sin duda, de algo sirvieron sus palabras para que acudieran jóvenes y adultos mayores a depositar su voto.
En fin, si en México decimos que la democracia es muy cara, en la Unión Americana no lo es menos. Los analistas dicen que los comicios del 6 de noviembre superan los 5,190 millones de dólares. La cifra real es mucho mayor. La cifra citada sólo corresponde a la elección para renovar la Cámara de Representantes y la parte correspondiente de la de Senadores. O sea, 9.7 millones por congresista. El total crece porque aparte del Congreso los estadounidenses eligieron 36 gobernadores (estados y territorios) y a los alcaldes de, entre otras ciudades, Washington, San Francisco, Phoenix y Nashville. Todo un ejercicio democrático.
Ahora, los estadounidenses volverán a verse las caras en las urnas en 2020, cuando Trump tratará de reelegirse, si es que llega en buenas condiciones políticas. VALE.
Adicionalmente…
Con las elecciones intermedias, Donald Trump quiso entrar al ruedo con oreja en mano, lo que no logró ya que perdió la Cámara de Representantes. En conferencia de prensa, Trump, molesto, embistió de frente al periodista Jim Acosta de CNN quien lo interpelaba insistentemente sobre la “invasión” de la caravana migrante.
Iracundo, el magnate se refirió nuevamente a los medios de comunicación como el “enemigo del pueblo”. Pidió al periodista dejarlo gobernar el país luego de que este le preguntara si continuarían las investigaciones sobre el russiagate. Incluso le retiró la acreditación para cubrir las actividades de la Casa Blanca.
El tema pone contra las tablas nuevamente al polémico presidente quien quita de su camino a quien osa rebatirle. Esa fue la suerte del fiscal general Jeff Sessions quien dejó su puesto al frente del Departamento de Justicia, Matthew Whitaker asume de forma interina el cargo y será el encargado de supervisar las pesquisas de Robert Muller, el investigador especial de la injerencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016.