La cuarta transformación del presidente electo López Obrador, por imaginarla como todos queremos que sea, es tan original como decir que los mexicanos vamos a descubrir el hilo negro. Quite usted el número de la transformación y se dará cuenta que en este país, en todos en general, hay transformaciones continuas por múltiples motivos.

La sociedad mexicana, las democracias representativas occidentales en general entraron en crisis desde hace casi cuatro décadas.

Carlos Salinas de Gortari estuvo a punto de hacer su cuarta transformación política (o el número que usted quiera). La temporalidad de su mandato llevaba a heredar esa responsabilidad a su futuro sucesor, Luis Donaldo Colosio, quien fue asesinado. Se perdió el momento.

En adelante la ideología de México y del mundo se sometió al principio monetarista: más que izquierdas, derechas o centros, pragmatismo, preferencia de mercados, control férreo político presidencial, mercados libres, los del sur y los del norte; los de arriba, los de abajo.

Hasta ahí las transformaciones resultaron poco trascendentales. Donde comenzó el verdadero cambio, y cambio para mal, fue cuando Main Street se sometió a Wall Street: los mercados reales, la economía productiva se sometió a la economía financiera. Para colmo, la aceleración de las nuevas tecnologías de la información y comunicación desconcertaron a velocidades exponenciales a teóricos y empíricos.

Lo cierto es que en todo el mundo se perdieron empleos, en parte porque la nueva economía —la gran transformación de finales del siglo XX— sacrificó empresas, empleos, productividad real, por productividad financiera, utilidad accionaria y soberanía. Ya no era la soberanía del consumidor sino del accionista, del inversionista financiero.

Tuvo que llegar la debacle económica y financiera, estructural y especulativa del 2008 en EU, que golpeó a todo el mundo, para que recapacitáramos todos, empresarios, sindicatos, financieros, consumidores, políticos, trabajadores. Ante la confusión nadie sabía que hacer. Ante el miedo de lo que podía ocurrir, las decisiones se congelaron. Como en 1929, esta vez un impacto termonuclear golpeó a los que sin temerla ni deberla, ajenos inclusive a mercados y economías modernas fueron golpeados. Hoy en el 2018 no termina la humanidad de reponerse del terrible error-fraude del 2008.

Agregue usted que el mundo del siglo XXI está envuelto en una confusión tecnológica, en la llegada de nuevas generaciones acondicionadas a nuevas tecnologías, a nuevas visiones ecológicas y sustentables del mundo, supeditados por el calentamiento global, limitados por nuevos acuerdos mundiales que buscan evitar el desastre ecológico, como el Acuerdo de París, o el Pacto Mundial de la ONU, dependientes de mercados dominantes financieros, empresas reales, productivas, pero supeditadas a esos mercados financieros y a aquellas nuevas tecnologías que generan singularidades empresariales como Google, Amazon, Facebook, que dominan la economía; y vuelven pequeñas grandes empresas a las grandes generadoras de riqueza del ayer, como GM, acereras, pequeños agricultores, o las tiendas de la esquina.

Todo se tiene que readaptar a un nuevo mundo. A nuevas tecnologías, nuevas finanzas, nueva educación, nuevas tecnologías e industrias para generar energía.

Muchos no entienden ni se quieren adaptar al siglo XXI.

En este ambiente mundial enrarecido, llega López Obrador con todo y su cuarta transformación. Una breve sombra que se va dibujando, donde la propuesta será el poder unipersonal presidencialista, totalitario, ahora del ungido sabe solo Dios por quien, pero que compró el alma de un pueblo desesperado, que sabía que había que hacer lo que fuera, pero acabar con el estado actual de nuestra nación, descompuesta por la corrupción descarada, corruptos a su vez coludidos con el crimen organizado, sus negocios viejos y ahora sus negocios derivados, para generar más riqueza y para soportar las presiones de más grupos delictivos que llegaron al escenario nacional.

El prólogo anuncia el desastre

El nuevo gobierno aún no llega, pero ya decide, ordena, ejecuta. Alguien le permitió adelantar su mandato casi cinco meses, aunque —como todo lo que hemos vivido desde antes, sea ilegal—. No llega al poder pero el Congreso mexicano es abrumadoramente morenista.

A manera de parodia, que es lo que hemos visto hasta ahora, mezclado con tragicomedia, permítaseme recordar el libro de Carlos Marx, El 18 brumario de Luis Bonaparte. En México vivimos ahora “el 19 de brumario de López Obrador”. Contrario al análisis de aquel libro, donde el golpe de estado de Luis Bonaparte fue una imitación inferior del perpetrado por Napoleón Bonaparte para culminar la fase de ascenso de la burguesía al poder, e iniciando el imperialismo expansionista francés napoleónico.

Hay un paralelismo en nuestro país: el 1 de julio ganó la democracia representativa las elecciones, y en noviembre nos encontramos frente a las puertas de una nueva clase de dictadura, ya no de izquierda ni de derecha, sino aún sin forma definida, pero claramente voluntariosa, a la orden del nuevo caudillo. Del pequeño caudillo, que nos llevará a todos los mexicanos a un desastre total, con tal de perpetrar su golpe de estado. Por eso su obsesión de compararse con grandes de la historia de México, como Hidalgo, Madero o Cárdenas.

Le pido al lector acompañarme por este morboso pero factible ejercicio: Piense en la fauna variada que compone las alianzas que llevaron en conjunto al poder al caudillo. El conjunto de contradicciones, de rarezas, de reapariciones esquizoides, pero que lo llevaron a su fin último: conquistar el máximo poder en este país.

Vea todo el hilo que saca una institución financiera de gran poder mundial como UBS desde ya, por la reciente consulta popular y la decisión de construcción del nuevo aeropuerto:

—“Se seleccionó el proyecto de Santa Lucía por la mayoría, así es que el que se lleva a cabo en Texcoco se cancelará. Los mercados seguramente reaccionarán negativamente, dado que esta decisión cambia las reglas en México (y agrego yo, la legitimidad de las garantías a las inversiones nacionales y extranjeras)”.

—“Los sentimientos de los mercados todavía arrastran los efectos de la valuación negativa de Fitch a Pemex por esa calificadora, y la posibilidad de que las agencias revisen la calificación soberana. Dado el riesgo de lo anterior sobre el apetito al riesgo de los inversionistas, el peso y el mercado accionario local pueden estar bajo presión en las próximas semanas”.

—“Nuestra perspectiva de México se mantiene “de cautela”. Vemos el potencial por un referéndum público como el mecanismo a ser aprobado como la manera de reforzar cambios futuros, incluyendo la de extender el mandato presidencial de seis años”.

—“El uso de las reservas internacionales del Banco de México también ahora pueden estar sujetas a decisiones populares”.

—“Prevemos decisiones de AMLO orientadas a condonar los 43bn de deuda de la CFE, lo que impactará la estructura de esta empresa del Estado. Las acciones futuras sobre la CFE afectarán su valuación y también la calificación soberana Nacional”.

Hasta ahí con UBS

Ya no pensemos como nosotros los ciudadanos frente a las instituciones que nos representan, sino nosotros simples habitantes, al servicio de lo que el caudillo decida que es bueno para el país. Por ejemplo, él ya decidió que para el país es bueno el tren maya, él ya decidió que la refinería en Tabasco es óptima idea y acción económica, él ya decidió que recortar exportaciones petroleras para aumentar internamente, con recursos propios la refinación Nacional de gasolinas, es lo óptimo.

También es el caudillo-héroe el que decide extenderle visas de trabajo a los 7 mil invasores centroamericanos y de otras regiones que ya recibimos ( y miles más que recibiremos), hasta de África misma. Esa masa es excelente para un país que alcanzará la tasa cero puro de desempleo (Inexistente de aquí a alpha centauri), pero que el por ser él, el supremo, la logrará, sembrando cien mil árboles, poniendo a trabajar a todos los campesinos, y levantando el espíritu de los más de 60 millones de trabajadores informales de la PEA, para que se conviertan en dos o tres años en formales.

Ya veremos mañana qué nuevas puntadas se le ocurren al héroe-supremo-caudillo, ungido por su saber y capacidad infinita.

En todos estos casos es claro el perfil dictatorial que llevará la nueva administración.

Sí, señores. La economía va a entrar en crisis en las próximas semanas.

No señores. Esto no cambiará si los poderes fácticos se quedan callados: si los empresarios agachan la cabeza a la espera de una concesión, anteponiendo utilidades a los intereses nacionales; si los medios de comunicación no defienden la libertad de expresión y callan por un mísero acuerdo comercial, y después las razones o sinrazones del nuevo mandatario.

¿Defenderá el poder judicial radicalmente su autonomía del Ejecutivo?; ¿harán lo propio las instituciones autónomas como El Banco de México? ¿Contará Banxico con todo el apoyo del sistema bancario y financiero?; ¿Qué pasará con las comisiones reguladoras energéticas autónomas? ¿Pasarán a ser dependientes de la Secretaria de Energía y así perder su carácter de solucionadores de controversias sin intereses que las distorsione?

Va más: ¿habrá modificaciones constitucionales a forma? Como por ejemplo para que la sociedad ratifique la permanencia o no en su puesto de mandatario a López Obrador cada dos o tres años. ¿O más bien traerá maña el recurso anterior para que sus bases ciegas le supliquen perpetrarse en el poder en lo personal, y como nuevo movimiento-partido, para lograr el cambio que quieren? ¿Qué no vemos lo que ocurre en Venezuela?

Acá se antoja que será una especie de socialismo revolucionario, mezcla de esos tres cuadros que le colocan a sus espaldas, para ir educando a sus bases y como reflejo de lo que a su entender son las primeras tres transformaciones: Hidalgo, Madero, Cárdenas.

Con el símbolo de Hidalgo, me imagino llegar a la nueva independencia de alguien o algo (no sé si de EU o del mundo, o la independencia latinoamericana acercándose a los maravillosos países libertarios, Cuba, Bolivia, Ecuador, Venezuela, tal vez Perú).

Con el símbolo maderista referirse a una nueva Democracia; la nueva democracia mexicana, nacionalista, nativista (con López Obrador encabezando al hombre de fuego vasconcelista), y la definición clara de esa democracia: democracia socialista mexicanista, para trabajadores obreros, campesinos, en una alianza fuerte y fundamental para alcanzar esta locura, con sus nuevos poderes fácticos: fuerzas armadas fieles y ciegas al nuevo líder, sindicalismo rancio de nueva institucionalidad, grupos de poder social (los que se le arrimen), base de creyentes ciegos, incondicionales.

Logrado lo anterior eliminar todo lo que suene a libertades occidentales, como democracia representativa, libertad de expresión, libertad de medios de comunicación, autonomía de poderes de la unión, y autonomía de poderes estatales.

Damas y caballeros, nos adentramos a una entelequia donde lo de menos es la economía, las finanzas, las inversiones, la creación de empleos como se entiende en todo el mundo, ni la innovación del siglo XXI. Existe el real y claro riesgo de que las inversiones extranjeras se adecuen a la “nueva realidad alterna”, o amablemente opten por largarse del país; a que el nuevo TLC se cancele (aún no está ratificado), y a que nos traigan más centroamericanos y venezolanos, para lograr la culturización latinoamericanista, con gente más adecuada que nosotros a las locuras que ocurren en la región andina.

Por eso muchos mexicanos que vivimos de este lado de la dimensión queríamos que la consulta popular sobre el NAICM se evitara a todas luces. Primero porque la organiza un poder que aún no es Constitucional; segundo por lo incierto de su organización; tercero, porque no participó ningún órgano regulador como el INE; cuarto, porque la determinación de las zonas de votación estuvo desde un comienzo sesgada. Muy sesgada a Morena y a su líder supremo. Quinto, porque le guste a quien le guste hay registros de duplicaciones y hasta quintuplicaciones de votos, manejo de urnas y muchas otras trampas.

Al final de cuentas ya decidió el pueblo (vaya usted a saber cómo y quiénes), y ganó el estado de ánimo, la necesidad de recursos para cimentar poder que requiere el líder y su partido, lo que determinó la decisión final; muy atrás, hasta atrás quedamos los ejidatarios de las inmediaciones del NAICM, así como los habitantes de la ZMCDMX. Ni qué pensar de los impactos económicos favorables del desarrollo de dos nuevos polos adjuntos a la CDMX. Esos no fueron importantes.

El NAICM que nos iba a posicionar como el hub continental de enlace de Norteamérica con Latinoamérica, la nueva Nao de China por nuestra ubicación transatlántica, incremento turístico, el beneficio regional y nacional con la nueva infraestructura zonal, empresas de tecnología, de logística, parques industriales, cientos de miles de empleos productivos.

La zona del actual aeropuerto, se convertiría en un complejo productivo de usos múltiples: habitacional, industrial, educativo, tecnológico, salud, en fin. Todo lo que en él se puede hacer. No. Nada de eso importó, porque nada de eso se ajusta a los intereses del ungido.

¡Bienvenidos de nueva cuenta al Nuevo México! Al de la nueva incertidumbre, al de acostumbrarnos a traducir nuevos códigos que nos costará tal vez un par de años entender. Bienvenidos al México del totalitarismo de los años setenta del siglo pasado, pero sepa la cachimba con qué intención institucional ahora, que se forma una nueva institucionalidad que nadie, ni propios ni extraños conocemos.

¡Bienvenidos a la cuarta transformación! O sea, el nuevo brumario de López Obrador, “el travieso”.

Economista