El presidente Enrique Peña Nieto aún no termina de irse, la caducidad de su administración está por llegar y es una fecha concreta; ha sido una gestión plagada de escándalos e insuficiencias, registros anecdóticos no afortunados.

Hace tiempo casi desapareció de los medios de comunicación, administra su salida, ya el presidente electo hace un buen tiempo que se apoderó de las marquesinas mediáticas, dicta el debate además de los tiempos y conduce la agenda política nacional.

Regularmente desde los tiempos de la presidencia imperial del PRI ya en la fase final de los sexenios el presidente de turno eclipsaba ante el sucesor que ya atraía como imán los reflectores para dejar en un lugar secundario a quien lo había elegido por dedazo. No ha variado la forma, o casi nada cambió. Actualmente es Andrés Manuel López Obrador quien dicta los temas que se discuten en diversas tribunas, lo vemos y escuchamos cotidianamente, aunque a él no lo eligió Peña Nieto.

El presidente Peña Nieto ha sido perseguido por muchos yerros propios y ajenos, algunos de sus compañeros de partido que despacharon como gobernadores contribuyeron a la debacle priista del pasado primero de julio dado que lucían impresentables, el legado de varios exmandatarios locales del tricolor fue la corrupción en grado superlativo, el cinismo y la prepotencia.

Cuadros priistas que hicieron daño a la sociedad fueron reprobados en las urnas, la derrota alcanzó niveles escandalosos porque en varias regiones del país el PRI recibió una auténtica paliza.

El presidente Peña Nieto adelantó que se habrá de jubilar de la política, aunque es joven aún, aunque antes los mandatarios del pasado reciente una vez concluida su gestión pasaban a ocupar un espacio en el ostracismo. Fueron las reglas de un sistema que está en una franca vía de extinción.

El aún mandatario está por concluir una accidentada gestión gubernamental, la corrupción fulguró como nunca, la inseguridad creció a niveles insospechados, los últimos dos años han batido récords en materia de homicidios dolosos. Las matemáticas no mienten.

Su partido es en estos tiempos uno más, no se percibe que pueda ser una poderosa oposición porque su ADN no lo marca de esa manera, fue concebido desde el poder para el poder por un hombre que fundó una impresionante maquinaria política para la distribución institucional del mismo.

El Partido Nacional Revolucionario ahora PRI fue un ente que nos habla de la simbiosis que ni a Nicolás Maquiavelo se le podría ocurrir.

Deja Peña Nieto muchos pendientes, en su gestión fue evidente la violación a los derechos humanos, los crímenes no aclarados y las reformas estructurales no generaron los avances que se anunciaron con bombo y platillo una vez que se aprobó en el amanecer de su administración el famoso Pacto por México.

En unos días más se habrá de rubricar la alternancia formalmente con la toma de posesión del presidente electo López Obrador, se va una gestión plagada de claroscuros y llegan las interrogantes en torno a cómo será en la práctica el estilo personal de gobernar del próximo mandatario, son muchas las expectativas, en su momento se medirá cuantas se cumplen.